Yany Lizeth León Castañeda
Bucaramanga Metropolitana Cómo Vamos
@BMComoVamos

Quizá el parámetro más importante para definir si los Alcaldes y sus equipos de gobierno realizan una buena o mala gestión en la ciudad, lo constituye el nivel de cumplimiento de las metas plasmadas en sus Planes de Desarrollo Municipal – en adelante PDM-, los cuales, son objeto de rendición de cuentas y son exigibles por la ciudadanía en virtud del mandato otorgado y del voto programático.

Sin embargo, la posibilidad de contar con un referente que sirva de guía expedita a la ciudadanía para hacer seguimiento y control a la gestión pública, depende en no poca medida de la calidad técnica del PDM, muy especialmente en su parte programática.

La parte programática se puede ubicar fácilmente porque son los cuadros que describen las metas, establecen indicadores, las líneas base y los valores que la Administración se compromete a obtener durante el cuatrienio. Llamamos la atención sobre esto, porque es ahí, en cada una de sus filas donde se materializan y articulan el diagnóstico, los principios, la visión, y los propósitos del gobierno.

Buena parte de la puja política de los distintos sectores se circunscribe en lograr que dentro de los PDM, queden metas de producto que puedan convertirse en proyectos, para así tener la posibilidad de acceder a los recursos del Estado; porque al menos en teoría, no se podría ejecutar ningún contrato que no esté ligado a un proyecto surgido de una meta de producto del PDM.

En medio de todos los trajines del proceso de formulación y aprobación, esta dinámica relega a un segundo plano la razón de ser fundamental del PDM, la consecución de metas de resultado.

Las metas de resultado con sus respectivos indicadores, están directamente asociadas al mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de las ciudades, son los para qué de la inversión en bienes y servicios (productos) que ofrece el Estado, son los compromisos y fines del desarrollo que en últimas justifican la inversión, justifican que tengamos gobernantes y paguemos impuestos.

Por ejemplo, frente a poblaciones como primera infancia, adulto mayor, habitante de calle, LGTBI, juventud, estas metas deben dar respuesta no tanto a qué bienes y servicios se les va a ofrecer sino: ¿Qué cambios en las problemáticas específicas se pretende alcanzar con esos bienes y servicios?

Se trataría entonces de temas como reducción de la violencia específica, de cambios en comportamientos, de incremento en la empleabilidad, acceso a la cultura, mejoras en los niveles de nutrición o calidad de la educación, ya no como asuntos deseables, sino como compromisos específicos.

Aunque poca atención se les preste, en las metas de resultado se concreta, en cantidades, sin más adornos, el tipo de sociedad que como ciudadanos proyectamos. Si quisiéramos tener una idea clara hacia qué horizontes se planea el futuro de nuestras ciudades, deberíamos hacer el ejercicio de revisar solamente esa parte del plan. Para sorpresa nuestra, tal vez no nos encontremos con un hermoso cisne sino realmente con un patito feo.

@redcomovamoscol