Sebastián Súlez Gómez
Coordinador Yumbo Cómo Vamos
@yumbocomovamos

El ejercicio ciudadano comienza por una tarea que no es del todo sencilla: pensar y evaluar las necesidades y retos que afrontan nuestras ciudades, y al mismo tiempo ponerlos en la balanza de las posibilidades y las perspectivas de futuro. Y en esta tarea tendemos a estar bastante rezagados.

Los Planes de Desarrollo se construyen sobre la base de una premisa clara: disponer de un periodo de, aproximadamente, 4 años para dar solución a todo el conjunto de necesidades que son detectadas por el diagnóstico.

No es cosa fácil pasar del dicho al hecho. Entre la identificación de necesidades y la elaboración de un plan que logre articular los esfuerzos y los recursos de las ciudades y además logre apuntar, al menos un poco, a la satisfacción del gran conjunto de necesidades, hay que hacer algunos sacrificios. Los recursos son limitados, pero no las necesidades.

En este tire y afloje entre las necesidades y los recursos limitados hay que volver a realizar ese ejercicio ciudadano del comienzo: pensar y evaluar. Los Planes de Desarrollo que ya están vigentes cuentan con claros elementos de priorización frente a lo urgente dentro de las ciudades. Pero ¿será que dentro de estos planes se encuentran los elementos que definen una ciudad de calidad?

El reto de las ciudades no es construir un Plan que cada 4 años rote la priorización de atención de las necesidades de la población; la importancia de evaluar y pensar radica en que la mayor necesidad de nuestras ciudades y el reto más importante que estas enfrentan va ligado al largo plazo.

El rápido crecimiento de la población y su continuo desarrollo industrial y comercial crea escenarios de expansión urbana en los que la mayoría de las decisiones no se pueden dejar en manos del mercado.

Los actuales horizontes de planeación son demasiado cortos. Con esas visiones, la realidad es que las ciudades siempre estarán rezagadas frente a la dinámica de desarrollo que está dando sobre el terreno.

Estará atascada porque no tiene margen de maniobra para responder tanto al desarrollo no planificado como a la atención de las necesidades de su población. Esto les pasará una gran factura a las ciudades, en la que reparar los daños de un desastre o mejorar las infraestructuras existentes, será mucho más costoso que prevenir y tener un horizonte de planeación más flexible.

Frente un escenario de globalización, conectividad y mayor movilidad social, el desarraigo también es una posibilidad que deben enfrentar las ciudades. Si la población siente que su ciudad está mal planeada o gobernada, puede irse a una ciudad en la que las cosas se estén gestionando de una mejor manera.

Colombia es un país grande, es posible encontrar mejores ejemplos de gestión y planeación urbana incluso sin tener que cruzar fronteras. La planeación y la gobernabilidad son los entornos de competencia actuales de las ciudades, en los que los gobiernos deben ser más pragmáticos y muchísimo más efectivos.

Inicialmente, la única diferencia que se observa entre una ciudad bien planificada y otra que no lo está es que la primera establece una estrategia sobre cómo crecer asegurando que coexistan espacios públicos de interacción y convivencia coherentes con su realidad económica y social.

Sin embargo, años después esta pequeña diferencia resulta tremendamente evidente, determinando desarrollos socioeconómicos completamente distintos, que la eficacia y efectividad de las políticas para el desarrollo redundan en más y mejores oportunidades para sus habitantes.