Y lo escribo así los números en letras, porque tarda un poco más. Estamos inmersos en cantidad de información, actualizaciones y notificaciones, por este ritmo desenfrenado en el que vivimos decimos que no nos queda tiempo. Tiempo que empleamos en las banalidades de las redes sociales, la comida rápida y la vida pop.
Las canciones que suenan en la radio duran eso, tres minutos y medio. Las series web con tanto auge hoy día duran una cuarta parte de lo que solían hacer las tradicionales, lo artículos de la prensa digital cada vez más condensados para los adictos de la información e inmediatez, la cual no sé qué harán con tanta información y con tan poca profundidad. Twitter nos deja escribir hasta 140 caracteres y ni hablar de las relaciones de pareja, de las cuales soy cada vez menos fanática. Lo preocupante es que si seguimos por este camino, en un futuro no muy lejano, tendremos hombres de tres minutos y medio. Y como los después de eso lo único que hacen es ocupar el resto de la cama, el sofá, la cocina, el baño, o cualquiera que haya sido el lugar para consumar el breve y escaso acto, que no podemos decir que sea un acto de amor, sino de desahogo o expulso. Tendremos que tener dos o tres de repuesto para que hagan uno completo, así como con las noticias, que para estar bien informados nos toca leer de un lado y complementar con otro. No es que yo sea una experta en los artes del amor, una conocedora de centenares de hombres y camas, ni una ninfómana insaciable, solo denuncio lo que he visto y lo que me han cantado.
Debemos volver a las cosas de tiempo, a los almuerzos los domingos en familia, esos que cocinaba la abuela con ayuda de las nietas, donde nos levantábamos temprano a preparar la pasta y nos quedábamos sentados hasta tarde tomando vino y alguien traía las cartas para jugar. Debemos volver a esas visitas de amigos que se quedaban por horas y que no terminaban hasta ver todos los álbumes de fotos. Debemos volver a esas llamadas eternas al teléfono de la casa que terminaban con una mamá que levantaba la bocina e interrumpía diciendo ¨Raquel desocupe el teléfono que tengo que llamar a su Abuelita Bertha¨.
Un día tiene 1440 minutos, aproximadamente unos 411.4 momentos de tres minutos y medio para perder el tiempo como bien están acostumbrados, porque si notan bien es tiempo que se emplea en actividades insustanciales. En este caso, como en la mayoría, es preferible la cantidad, que la calidad. Hacer menos cosas, pero hacerlas bien. Hablar con menos personas, pero de temas más profundos. Leer menos, pero cosas más interesantes.
Dicen que las cosas toman su tiempo y yo no creo que éste sea corto, las cosas buenas de verdad toman tiempo, el buen vino tarda años en madurar, las buenas películas no son cortometrajes, así como las buenas pinturas no fueron hechas en una tarde. Pero como a eso vamos, a un mundo de hombres de tres minutos y medio, si se fijan bien a ese periodo de tiempo es al que nos hemos venido acostumbrado en mantener la atención, hasta leer esta opinión dura eso. Tres minutos y medio.
Si tienen más de tres minutos y medio, síganme en Twitter: @Des_empleada