Recientemente estuve de vacaciones, sí, aunque no lo crean y piensen que yo no hago nada, me las merecía. Empecé a revisar lo que me ofrecía la geografía colombiana y finalmente elegí un destino, quizá el más popular de todos, pero qué le voy a hacer, no soy la persona más aventurera del planeta tierra. Quería playa, brisa y mar, así que empaqué mi bikini, mis sandalias y mis gafas de sol, y me embarqué rumbo a Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, las tres perlas que brotaron en la arena.
Fui inteligente al momento de planear mi viaje, decidí hacerlo en una temporada de baja afluencia de turistas para poder disfrutar de las playas, por supuesto no estaban atiborradas de vendedores informales que ofrecen toda clase de productos y servicios de manera incesante y agotadora. Otro aspecto que vi con agrado es que los precios no estaban inflados artificialmente para favorecer al vendedor informal, quizá y digo con felicidad ya hicieron lo del año en la temporada de diciembre y enero. Qué fortuna para mi.
Pero como toda felicidad tiene su lado oscuro y amargo. En este punto de mi vida cuando voy a Colombia me siento casi como una extranjera, pero no como el extranjero que está eligiendo a Colombia como su destino turístico. Sí, como dice el título les estoy hablando del turista mochilero, la única masa que elige a Colombia como destino. Es muy fácil identificarlos, llegan como con 100 dólares en el bolsillo para estar más de tres meses recorriendo el país y haciendo de las suyas. ¿Qué vienen a buscar? Drogas, y a hacer todo lo que no pueden hacer en sus países de origen.
Llegan a Colombia con todos esos deseos reprimidos de años y se encuentran con un país que no les pone límites, reglas u orden. Colombia es el paraíso para cualquier turista de ese tipo, encuentran todo lo que necesitan con facilidad, drogas a precios inimaginables, sexo fácil y por supuesto una comunidad local dispuesta a darle todo lo que él o ella necesite.
¿Sinceramente esto es lo que necesita Colombia? No lo creo, este mochilero, desaseado y falto de recursos no le aporta nada significativo a la economía local. Quieren todo regalado, a precios bajos, o incluso en ocasiones llegan a rebuscar lo de su viaje ofreciendo cualquier cosa de baja calidad a los otros turistas o a los mismos locales. Como anécdota les contaré que me crucé con una pareja de algún país angloparlante con ánimos de venderme alguna pendejada a la cual ni le puse atención, la verdad que son más intensos y fastidiosos que el vendedor informal local en temporada alta.
Pero ahí no termina todo, ese tan solo fue el comienzo de una serie de eventos desafortunados, me dirigí a esos destinos paradisíacos y que según yo recordaba eran míticos y de los que pocos tenían la fortuna de conocer. Pero me encontré con un panorama desconcertante. Extranjeros de los que he mencionado anteriormente por doquier, haciendo y deshaciendo, ensuciando y atentando contra estos lugares. También encontré otros que llegaron a aprovecharse del local ingenuo y compraron sus propiedades por una cantidad de dinero insignificante. ¿Acaso no hay algún tipo de organismo de control? ¿quién supervisa esto?
Pero sin duda lo que terminó de exaltar mi malestar fue ver a un indigente, sí así como lo leen un indigente que claramente no era colombiano. Bueno el hecho que fuera un indigente ya era molesto, pero lo que hizo, sí que indignó por completo. Se bañó en el mar, ¡el mar! con un jabón que vaya a saber él mismo de dónde lo sacó. ¿Por qué no lo deportan? ¿bajo qué figura está en el territorio colombiano? Les aseguro que si un colombiano se queda como indigente indocumentado en cualquiera que sea el país de ese hombre a los tres días lo tienen de vuelta en Colombia.
Y no es que no quiera que extranjeros visiten Colombia, es más cada vez que tengo la oportunidad invito a mis amigos y conocidos a que vayan o vayamos de paseo a Colombia. Pero bajo otras condiciones, Colombia es un país que necesita inversión, necesita que su turismo crezca, pero no de esta forma. Se necesitan turistas que vayan y se hospeden en hoteles, que adquieran planes, que compren productos locales, en fin, que aporten a la economía del país. Las drogas podrán ser muy buenas, pero les recuerdo que esas no pagan impuestos y están al margen de la economía.
Quizá los pensionados no sean lo más candente de ver, pero son los que tienen mayor capacidad adquisitiva y tiempo para el turismo. Colombia tiene que poner filtros de visita al país mucho más rigurosos y severos. Si bien para visitar Europa han retirado el visado, les recuerdo que ahora el turista colombiano necesita mucho más para entrar a Europa que antes: carta de invitación, comprobante del lugar donde se va a alojar, tiquete de regreso, un aproximado de 80€ por cada día que vaya a estar en territorio europeo, entre otros. ¿Entonces por qué el gobierno de Colombia no exige algo similar? Este tipo de acuerdos debe ir con una reciprocidad, no se puede ofrecer nada y recibir poco, o mejor dicho recibir lo peor.
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