Don Genaro, el carpintero.

En los últimos días fue noticia otro ‘don’: ‘don Hugo’. Es hermano de ‘don Diego’. Lo extraditaron, igual que a ‘don Berna’ , y se declaró culpable, en una corte de Estados Unidos, de traficar con cocaína.
El que sigue suelto, a pesar de la cacería que le desató el Gobierno, es ‘don Mario’, a quien algunos llaman ‘El nuevo amo del narcotráfico’.
‘Don Mario’ usa relojes Cartier y colonias de marca.
Nada de eso alcanzó a conocer mi abuelo, Don Genaro, un carpintero que, además, tejía sombreros de paja, labraba cucharas de palo y, a veces, tocaba el armonio en las misas dominicales del padre Vivas.
Mi abuelo apenas tuvo lo necesario para darles escuela pública a sus hijos, pero en el pueblo le decían Don con respeto y no con miedo. Así eran los Dones de antes.
Ahora el país se llenó de ‘dones’ que están perseguidos o encarcelados… O muertos, como ‘don Efra’.
Y los que no son ‘dones’, son ‘señores’. De niño, el único señor que conocía era ‘El Señor de los Milagros’. El de Buga.
Su basílica era el punto de llegada de la excursión familiar de cada diciembre. Todo, por cuenta de las promesas de irlo a visitar que mis padres le hacían durante el año si les mejoraba a los muchachos, cuando alguno caía en cama.
Pero ahora, cerca de allí, en el eje cafetero, las autoridades tienen identificado a otro ‘señor’: ‘el señor de los caballos’. Es jefe de un cartel y tiene más dinero que todas las limosnas que ha recibido el de Buga desde que se le apareció, hace 400 años, a una lavandera. Así las cosas, es mejor que a uno lo saluden por el nombre de pila. A secas.
(Columna ‘Palabras a mil’ del jueves 29 de enero de 2009)