No eran más de las ocho de la noche. Estaba acostado y de golpe entró un mensaje al whatsapp. ¿Cómo estás? Bien bien. Le respondí mientras me sentaba sin salirme de las cobijas. Era otoño, no hacía mucho frio, pero era el suficiente como para no querer salir de cama un martes a la noche. Bien, con frio. Yo también tenía frio, pero responderle algo obvio, como que sí, hace frio, me parecía muy plano, como insípido. Borré la respuesta y le pregunté si ya había cenado en un intento de remar la conversación. No, tengo pereza de preparar algo, ¿Tu sí? Le respondí que no, aunque ya había cenado raviolis con queso y un par de copas de vino. Lo invité a cenar sin esperar su réplica.

Desde que Benjamín se fue del apartamento, de nuestro apartamento, le permito a algunos amigos viajeros quedarse en el sofá a cambio de unos cuantos pesos devaluados. Al cambio en dólares son nada, pero a fin de mes son ese último aliento. Justo estaban dos amigos de paso y vivía en un apartamento pequeño.

Los diez minutos que demoró su respuesta los viví como su hubieran pasado por lo menos dos horas. No le he iba a insistir por supuesto, una cosa es remar y otra hostigar. Solo esperé hasta que llegó su respuesta y en ese momento sentí como mi corazón latía sin control, como cuando nos conocimos en un mall en Bogotá. ¿Me vas a preparar algo? Es tarde para cocinar, vamos, te invito a cenar. No podía recibirlo con dos morsas durmiendo en el sofá. De nuevo, sin esperar su respuesta le añadí; Qué tal si nos quedamos juntos, vamos, cenamos y pasamos la noche juntos, sin sexo, solo necesito sentirte cerca y abrazarte, extraño mucho eso. ¿Qué hice?

Habían pasado unos meses desde que se fue. Y se fue porque él creía que yo le era infiel pero no le era infiel. Llegamos a México juntando nuestros ahorros, sin trabajo, sin mucho dinero, pero juntos. En ese momento no sabía que lo amaba. Ahora lo sé. Pero Benjamín es mucho más responsable que yo en estas cosas. Él se toma el tiempo necesario para tomar decisiones y lograr de alguna manera hacerlo con relativa calma. Yo soy más impulsivo, menos calculador, menos sensato, solo me lanzo al agua y ahí veo de donde agarrarme.

¿Crees que está bien? Esa fue su respuesta. No escribió una sola letra más. No sé si está bien, o si está mal, solo sé que te extraño. Extraño todo. Te prometo que no vamos a coger, solo quiero sentirte. Lo envié y esperé otra eternidad. Estaba en línea. En verdad lo último que se me pasaba por la cabeza era coger con Benjamín. No porque no me gustara, no tengo una respuesta fácil de escribir, solo quería dormir con él, abrazarlo y despertar a su lado como pasaba antes. ¿Dónde te llego? Respondió.

¿Han visto cuando un aficionado al futbol ve que su equipo anota un gol? Que salta y grita, su cuerpo se explota de adrenalina y llora de felicidad, y corre de un lado para el otro… bueno, eso hice tan pronto leí su respuesta. Me cepillé los dientes, me puse cualquier pantalón, cualquier chaqueta y una camiseta negra mientras hacía reservaba una habitación en el hotel que queda a dos cuadras de mi apartamento.

Una hora y media después nos encontramos. Lo vi caminar desde lejos y las palmas de las manos me sudaban sin control. Eso nunca me pasa. Las piernas me temblaban y él se acercaba a paso calmoso mientras yo quería salir corriendo y gritar, no se me ocurría otra cosa para liberar tanta adrenalina. Me sentía como lanzándome de un avión. Pero estaba parado en un esquina, recostado en el semáforo y mirando mi celular para disimular mis nervios.

… tal vez continúe.

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