Lo que en un principio parecía una noticia inverosímil, más propia de una inocentada decembrina, se tornó en una alevosa afrenta que nos hizo recordar la nefasta época del yugo europeo sobre nuestros indómitos cuellos americanos. Si. Porque no me van a negar que la señorial directriz de FIFA que impide jugar partidos de fútbol en alturas que superen los 2.500 metros sobre el nivel del mar no semeja las incontrovertibles órdenes de la Corona ibérica y tampoco nadie –medianamente sensato- osaría en desmentir el perverso parecido entre sus majestades Joseph Blatter y Carlos V a la hora de negociar su ascenso al poder, ni hallaría diferencia en las dictatoriales maneras en que el monarca suizo y el soberano español han regentado sus turbulentos “asuntos de Estado”.
Y digo asuntos de Estado ya que la Federación Internacional de Fútbol Asociado casi desde su creación en 1904 tiene todas las características de un Estado: tiene territorio (así éste sea virtual), tiene bandera, himno y legislación propia (incluso si una Federación nacional recurre a la justicia ordinaria esta sujeta a sufrir sanciones que pueden llegar a la desafiliación de FIFA) y posee un mandatario de tanta prestancia internacional que ostenta mayor poder que el Papa y debería estar sentado al lado de los omnipotentes dignatarios del G-8. Claro que con todo lo anterior se debería escribir que el máximo organismo de fútbol en el planeta más que un estado nacional es una entidad multinacional con más afiliados que Naciones Unidas lo cual se ilustra de mejor forma en el hecho de que todo territorio viejo o nuevo que se emancipe y/o independice prefiere figurar en los listados de Zurich (sede de FIFA) que en los de la ONU: con el balompié se alcanza visibilidad y reconocimiento ecuménico ya que todos nos sentamos con entusiasmo en el sofá de casa para ver los partidos oficiales que autoriza Sir Blatter, pero nadie se pelea el control remoto para observar en vivo y en directo (mucho menos en diferido) una plenaria de Naciones Unidas emitida desde Nueva York.
Repasemos de rapidez otro aspecto: la FIFA es europea, es decir, del primer mundo (del centro o la metrópoli al decir de sociólogos y antropólogos) y su producto, el fútbol, es británico; más específicamente inglés. De igual manera, todos sabemos que el estandarte de la Union Jack fue el que ondeó victorioso en tres cuartas partes del globo terráqueo: Inglaterra fue la gran potencia de los siglos XVIII y XIX y su dominio colonial (en territorios como el americano) implicó el trasplante de tradiciones, costumbres, maneras de ser y pasatiempos aristocráticos, entre ellos el del juego de la pelota, pero no el de los aztecas (que así llamaban a un particular ejercicio sagrado), sino el de connotaciones modernas dada su legislación noble-caballeresca instaurada en una taberna de barrio londinense en 1846. Entonces, el fútbol como tal es de ellos, es europeo y por ello la International Board que es algo así como la Corte Internacional de la Haya en términos futbolísticos (ya que sus dictámenes son irrefutables) está instalada en el Reino Unido y sus decanos son unos vejetes británicos que viven como reyes y manejan la legislación del balompié a su acomodo. Por ello es que así Jorge Luis Borges haya sido un contradictor del fútbol (fue este brillante escritor el que programó una charla sobre existencialismo en Argentina mientras la selección albiceleste disputaba la final del 78), tuvo razón al afirmar que “de todos los obsequios que Inglaterra impuso al mundo, fue el fútbol el más oprobioso para el mundo colonial”… exagerado o no, Borges quizás intuyo que esa imposición centroeuropea se mantendría hasta hoy con medidas como las de impedir que capitales como Bogotá, Quito, La Paz y otras importantes ciudades de Perú, Chile y México (antiguas sedes de los imperios Maya, Azteca e Inca) queden impedidas para celebrar juegos oficiales de FIFA en sus estadios.
Ya Lucho Garzón, burgomaestre bogotano, subió al cerro tutelar de Monserrate para demostrar que a sus 56 años no lo afecta el soroche de la altura (el monumento del señor de los brazos caídos está a 3.100 MSNM), ya el inefable Pacho Santos mencionó que era una sinvergüenzada FIFA, ya Evo Morales goleó a la FIFA jugando un partido de fútbol con su gabinete en el nevado de Chacaltaya situado a 5.300 MSNM, ya Rafael Correa –presidente ecuatoriano- protestó la medida a través del directivo de la Fedefútbol bananera y ya presidentes de clubes peruanos y manitos pusieron el grito en el cielo porque esta medida borra del mapa futbolero a sus equipos de fútbol. Ante ese panorama tendríamos que decir que la disposición FIFA no es contra América en general y ni siquiera contra Suramérica, sino contra los países andinos; en otras palabras: las patrias de Pelé y Maradona están exentas de esta medida porque sus territorios si bien tienen estas alturas, sus capitales no están enclavadas en los Andes y por ello sus selecciones nacionales juegan –tradicionalmente- a nivel del mar (Río de Janeiro y Buenos Aires son puertos marítimos); más bien Pelé ha sido explícito al apoyar la medida demostrando que sólo fue grande en las canchas y “El Pelusa” ha guardado un extraño silencio que le hace cómplice de tamaña injusticia.
Con lo cual uno podría deducir que si esos futbolistas insignias no dicen ni mú, entonces que podemos esperar de Grondona y Texeira (federativos de Argentina y Brasil -AFA y CBF- respectivamente) que además de ser, junto al paraguayo Nicolás Leoz, los zares de la Conmebol, son también figuras de peso en las decisiones FIFA. Más aun: a la prensa se ha filtrado que fueron ellos, Ricardo Texeira y Julio Grondona quienes llevaron la propuesta a Zurich con lo que está demostrado que ellos sueñan con jugar la Eurocopa (ya que se creen de allá), pero les sirve estar en Conmebol para clasificar siempre a los mundiales; así sea jugando sucio con medidas antialtura. Y en este rollo tampoco falta la suposición perspicaz que ve la postura brasilera como una pequeña venganza hacia Colombia porque el presidente Uribe propuso al país como sede del Mundial de 2014 cuando la nación de la samba era la preseleccionada por Sudamérica.
“Que nadie se ha muerto en la altura jugando fútbol” y que “es más peligroso jugar con intensos calores y altísima humedad” son razones que pululan en el ambiente y que Mister Serrucho (léase Sepp Blatter) parece conocer, pero no aplica a sus declaraciones, con lo que tendremos que esperar, apretando los dientes, hasta mediados de este mes para conocer el desenlace de esta novela.
Rematamos con una perla: así como criticamos la puñalada trapera de los directivos gauchos y garotos a la hora de urdir un complot contra los países de la Merconorte (los andinos); así mismo también tildamos de insolidario al alcalde Sergio Fajardo quien no dejó secar la tinta de los periódicos al saber la noticia cuando ya proponía a Medallo como casa de la selección. Una gráfica de lo oportunista de este anuncio la dio el regionalista editorial de El Colombiano que no se ahorró palabras para desaprobar la metida de pata del promisorio, pero inexperto, político paisa.
PD: después de este boicot hacia la altura, muchos han transformado la sigla FIFA sugiriendo nuevas connotaciones. La que más me gusta es la que dice que FIFA significa: Fábrica de Inútiles Federados Anónimamente. Propongan la(s) suya(s).