Sofía Loren, la diva italiana, decía que “en la vida no hay que ser sino parecer” y los sociólogos afirman que vivimos la era de lo visual; tan así que la frase “una imagen vale más que mil palabras” es algo más que un mandamiento de la posmodernidad. Tales afirmaciones que involucran las nociones de ‘apariencia’ e ‘imagen’ nos llevan de regreso al viejo dilema de los presocráticos que ponían en los platos de una balanza los conceptos de esencia y apariencia para dictaminar los valores que debían regir a la sociedad. Misma discusión que aparece en Aristóteles cuando contempla la sustancia versus los accidentes a la hora de describir las cosas del mundo… toda esa introspección a propósito de ciertos acontecimientos nacionales e internacionales en el último mes que me llevan a gritar que ha prevalecido la máscara, el ardid y la engañifa; en otras palabras, la falacia, por encima del rostro, la inocencia y la verdad. Triste, pero cierto. Veamos.
1. La ley de justicia y paz en Colombia es un adefesio jurídico con escasa legalidad y nula legitimidad que redime a los verdugos y entierra en fosas morales a las victimas y a sus familiares; además las confesiones y delaciones de los paramilitares son un insulto a la respetabilidad del estado de derecho y una puñalada a la dignidad del pueblo colombiano. Allí todo es apariencia: los capos ‘paras’ justifican como actos de guerra las masacres (¡qué horror!) y presumen una condición de contrainsurgencia poco creíble hoy día. Para colmo de males, niegan sus vínculos con el narcotráfico y la política sin ningún asomo de rubor en sus criminales mejillas.
2. Los casos cada vez más frecuentes de doping en el deporte de alta competencia son un campanazo, ya no de alerta, sino de auxilio por causa del numeroso ejercito de deportistas de disímiles disciplinas que deben apelar a “ayudas externas” para mantenerse vigentes en sus profesiones y para darle al público (morboso público que somos todos) el espectáculo que exigen por el hecho de comprar la boleta en el estadio y/o por pagar la televisión por suscripción. No obstante, aquí van estos interrogantes ¿será que el dopaje es una práctica exclusiva de deportistas? ¿No será que la cafeína, la nicotina, el alcohol; los sedantes, calmantes y antidepresivos son una forma de doping civil? No se olvide que el principio del dopaje es “buscar beneficios” adicionales (no naturales) para afrontar pruebas que impone el establecimiento. En el deporte de hoy todo es apariencia: ya no hay que evitar el doping sino buscar no ser pillado en flagrancia.
3. La reculada que no está para ripley es la del Padre Rozo que habiendo admitido su culpabilidad como pederasta, optó –contraviniendo el octavo mandamiento de la ley de Dios- por el camino más fácil y menos digno: resguardarse en el “espíritu de cuerpo” de la corrompida iglesia que le absolvió olímpicamente con un padre nuestro y tres ave marías. En la religión católica todo es apariencia: vale rezar para empatar y los vejámenes históricos de la iglesia son tan extensos como su prontuario de existencia.
4. La retórica de la guerrilla, los desmovilizados de autodefensas y del propio presidente de los colombianos que insisten en cambiarle los nombres a las cosas; como así que los secuestrados son ‘rehenes’ o ‘retenidos’; que las matanzas (masacres) son ‘combates’ o “actos de guerra”; que los campesinos son “subversivos” (así los presentan en los falsos positivos); que los narcotraficantes son paramilitares (bueno; aquí no se sabe qué es peor); que las minas quiebrapatas son “recursos válidos de guerra”; que “la combinación de todas las formas de lucha” es todavía un camino legítimo y cómo así señor presidente que “todas las Ong’s y toda la oposición o son terroristas o son guerrilleros de civil” y peor; como así que “¡aquí no hay conflicto!”.
5. La belleza plástica de la farándula criolla y del jet set planetario es casi vomitiva y en ello me dan la razón –literalmente- las modelos anoréxicas de pasarela que parecen maniquíes de fakir a causa de sus cuerpos extra delgados y deformados por dietas y cirugías: es el exceso de considerar la belleza física y la juventud (la apariencia) como un valor supremo; despreciando la naturalidad (incluida la bella fealdad que se defiende sin necesidad de “Betty”) y la vejez como virtudes deseables para sociedades sanas. Britney Spears, David y Victoria Beckham, Lindsay Lohan y el escándalo de mujeres anoréxicas de Colombiamoda me dan la razón.
6. La conformación actual del honorable Congreso de la República compuesto en gran porcentaje por líderes paramilitares (¡qué herejía democrática es que haya un militante del paraestado en representación del Estado!), cuando no por actores y deportistas retirados; por politiqueros, manzanillos, barones y caciques electorales que fundamentaron su elección (el Chocó es totalmente aleccionante en este punto) en el pródigo juego de apariencias de la remozada “operación avispa”. Nunca, en democracia, el pueblo elige al que cree ni al que quiere. Ni siquiera Lucho Garzón fue la excepción a la regla.
7. Las elecciones presidenciales de Pastrana padre, Pastrana hijo, Samper y Uribe (por citar los casos más paradigmáticos) fueron productos de falacias descomunales: al presi Misael lo llevaron con fraude electoral (con apagón a bordo) al solio de Bolívar en detrimento de Rojas Pinilla; el Pastrana hijo se valió de su sagacidad como presentador de noticias para tomarse una foto con ‘Tirofijo’ que fue la única acción política- política de su gobierno: de ahí en adelante se desentendió de los frustrados diálogos del Caguán que desengañaron a buena parte de la sociedad colombiana –creando directamente el fenómeno Uribe- y actualmente pretende presentarse como una “víctima de la paz”, cuando realmente no tuvo actitud de estadista al atravesarse, sin etiqueta alguna, en el cuatrienio de Samper quien si tuvo elefante en su sala (dineros del narcotráfico) y aun hoy persiste en negar que tomó té con el paquidermo de los Orejuela. De AUV ni hablar: su contundencia electoral en zonas de influencia paramilitar rayan con lo inverosímil e inaudito y son prueba fehaciente de la farsa democrática. Es cierto que la política consiste en presumir (en aparentar) lo que no se es, pero estos casos exceden la media de hipocresía.
8. Otras elecciones presidenciales mundiales nos demuestran que Colombia no es tan sui generis como a veces creemos: George W. Bush fue elegido con cerca de medio millón de votos menos que su contrincante Al Gore (remember: Fahrenheit 9/11) y Felipe Calderón (actual mandatario de México) ganó con un controvertible 0.4% sobre su rival inmediato; todo ello agravado por la evidencia de dineros de la mafia narcotraficante en su campaña política. La apariencia prima por doquier en el mundo de las encuestas y de los votos.
9. Las mediciones del Estudio General de Medios EGM (y del rating) no pueden ser reales si se tiene en cuenta que las propias empresas comunicativas y periodísticas acuden a todo tipo de estímulos (premios, rifas, sorteos, boletas, pago servicios, etc., etc.) para sus lectores, oyentes y televidentes: mejor dicho, lo importante es la apariencia de masividad y no la calidad de la información ni la real seducción de los estilos comunicativos en el cliente- consumidor de prensa/entretenimiento.
10.Otra vez las encuestas ¿cuándo entenderemos que son objeto implacable de manipulación? Ellas siempre se equivocan ya que entran en la lógica perversa de “la profecía que se cumple así misma”; en otras palabras: una persona compra “lo que dicen las encuestas se vende más”. Igual pasa en política ¡Nadie vota por el que va a perder! (y con todo y ello las encuestadoras se equivocaron con Samuel y Maria Emma) y menos en la provincia. Los sondeos y las encuestas (incluidos el Censo, la cifra de desempleo y el costo de vida del Dane) son –en definitiva- el reino de la apariencia.
11.Hablando de estadísticas, economía y precios del dólar, he aquí otra falacia: la moneda gringa nunca la pagan a cómo informan los indicadores económicos (la tasa de cambio) y la economía es un mar de contradicciones que se resume en la colombianísima frase de “la economía va bien, pero el país va mal” pronunciada por Fabio Echeverri Mejía. Habrá acaso mayor exabrupto ¿Cómo así que la macroeconomía registra crecimientos históricos y el nivel de pobreza aumenta? ¡Pónganme a bailar el trompo en esa uña! Y lo peor del asunto es que éste absurdo económico es un fenómeno global.
12.Vamos rematando con Max Henríquez: es cierto que no estamos en Europa ni Estados Unidos y que aquí, por no haber estaciones, el clima es irregular y poco predecible (“Ecuatorial” pa’ citar el eufemismo de expertos); pero una cosa es eso y la otra es que los pronósticos del clima del IDEAM resulten siempre todo lo contrario: cuando dicen que va a llover, es mejor –la experiencia popular avala esto- que no haga el oso con la chaqueta impermeable y el paraguas de abuelito ya que seguro hará un día con sol de playa.
13.Finalmente está el asunto de las relaciones de pareja, el sexo y el matrimonio: el cortejo, el flirteo y la coquetería son el arte de la apariencia (de impresionar), el sexo es el ámbito de la simulación (de orgasmos, de tamaños, de duración, de satisfacciones) y el matrimonio es el ambiente ideal para el engaño y no aludo exclusivamente a la fidelidad; también me refiero al estilo de vida, a las expectativas de existencia y al bienestar de pareja. Sin embargo, todavía no llego al cinismo de negar el amor o decir que éste es una falacia. Miren las estadísticas (en las que no hay que creer), para ver que la gente se sigue enamorando y contrayendo nupcias persiguiendo una ilusa esperanza; anhelando una soñadora utopía que demuestre que la vida es tan bella como la apariencia indica.
Lo dejo ahí y no menciono los falsos acompañamientos al profe Moncayo: allí los medios, los políticos, los clérigos y muchos oportunistas se están colgando sin pudor alguno…
Hasta aquí estas trece notas de hipocresía. Espero con ansiedad sus aparentes indignaciones y sus simuladas críticas ¡que viva la máscara!