Desde que mi abuelo murió no sentía tanta tristeza y desde el asesinato de Jaime Garzón no agregaba a la desolación la rabia, la impotencia y las ganas de encontrar un culpable y hacerle pagar por ello. Desapareció el América. Se fue para un lugar inexistente: la B. Que Juventus en Italia, Deportivo La Coruña en España, Newcastle en Inglaterra, Mónaco en Francia, Gremio en Brasil y River Plate en Argentina hayan vivido pesadillas similares no es consuelo; en esos países la Serie B es un campeonato respetable ¡Pero en Colombia es un cementerio de elefantes! Unión Magdalena lleva la mitad de su vida intentando ascender y el Bucaramanga parece haber resignado la ilusión de volver a la ‘A’ como en su momento lo sufrió el Cúcuta que tuvo que vender su alma al demonio para regresar a la máxima categoría.

Además está lo paupérrimo de ese torneo: los sueldos de los futbolistas son miserables, viajan por tierra (¡imagínense por lo que tenían que pasar Unión y Pasto cuando se enfrentaban!), muchas canchas son verdaderos potreros de pueblo y encima ¡nadie los ve! Son invisibles para la prensa y ni siquiera tienen hinchas de verdad- verdad o ustedes creen, de veras, que Patriotas tiene siquiera 500 seguidores fieles. Probablemente los tendrá ahora, más cuando muchos hincharán por el David que envió al Goliat escarlata -y de paso a la multitudinaria nación que lo alienta- a freírnos a fuego lento en las pailas del quinto infierno.

Toda esa ira la mastico pasados pocos minutos de la fatídica ronda de penaltis. Maldita serie que tenía un final anunciado: toda la feligresía del equipo del diablo sabe que las penas máximas no van con nosotros; así hemos perdido tres finales (una de Libertadores) y varios pasos de ronda en instancias definitivas. El «Pipa» de Ávila y la «Guama» Cardona si que saben de eso. A ellos se suma ahora el «Tigre» Castillo que pasó de héroe a villano cuando después de marcar el primero de la noche, malogró el disparo definitivo de la loteria al estrellar la ilusión de la fanaticada roja contra el palo. Dolor de dolores. Nos mató la figura. Claro que era una tragedia cantada. Todo el Pascual Guerrero estaba preso del pánico al presentir la debacle. Eso no podía terminar bien. La lesión del «Pelicano» Banguero, el dopaje de Julián Viáfara, la expulsión del segundo arquero en Manizales y de Rubén Bustos en el partido de ida de la Promoción hizo que el español impostado desde el banco improvisara con los novatos y los viejos futbolistas que tenía a disposición.

Así era la cosa: los diablos rojos fueron la pésima mixtura entre lactantes e integrantes del geriátrico del fútbol colombiano. Mientras el meta Piedrahita, el lateral Balanta y el punta ‘Chechito’ Angulo apenas sobrepasan los 50 años si juntamos sus edades; Viáfara, Jherson, «Cocho» Patiño, Banguero, Del Castillo, Bustos y Jairo Castillo suman más de dos siglos, pero no los puntos suficientes para mantener al equipo del pueblo en la élite que merece.

América en la B. No puede ser. En mi mente hago la siguiente lista de culpables: lo narcos que secuestraron al club, la Ley Clinton que de manera espuria usurpó soberanía nacional al imponer castigos financieros (congelación de cuentas y muerte comercial) que discrecionalmente el gobierno colombiano pudo desconocer, sin embargo optó por humillarse ante esa imposición imperialista que condenó al elenco escarlata a vivir como un paria; como un equipo de barrio, manejando plata de bolsillo; sin posibilidad de patrocinadores que se morían de terror al pautar en un equipo estigmatizado.

También está la creencia absurda de muchos en supersticiones como «la maldición del Garabato» que nos jodió el título de la Libertadores del 87 desempatada en Chile a siete segundos del pitazo final y que hizo que muchos jugadores taparan el diablo rojo del escudo con esparadrapo y que algún presidente del equipo lo borrara del blasón… y los últimos del listado son los dirigentes locales. El circo que vimos fue deplorable. Surgieron varios América y ya no sabíamos por cuál hinchar: si por el viejo ó el nuevo ó el de la mitad y alcaldes más gobernadores hundieron sus narices y metieron sus sospechosas manos en el cuadro sin solucionar nada. Todo se enredaba peor con el paso de los días. Así no hay equipo que aguante. Los rojos de Cali jugaban varios partidos al tiempo. Así es muy jodido.

No obstante no resisto la tentación de meter a los hinchas. A todos. A los militantes de Barón y Disturbio Rojo y a los «hinchas sociales» o «hinchas de televisión» como yo ¿Por qué los/nos culpo? Por que sí, porque me da la gana. Porque alguien debe tener la culpa y así no la asuma, debe señalársele con el dedo ¿A cuántos partidos pudimos ir y no fuimos? Casi siempre que «la mechita» jugó en Bogotá fui a acompañarlo al Campín. Allí América era local, pero a varios juegos le fallé y eso es imperdonable. Quizá ese pedacito en el que todos faltamos hizo falta. Porque América perdió por poco contra un equipo inverosímil, con un genuino equipo de la B. No cabe duda que los boyacenses rápido regresarán a la segunda, de lo que si no tengo certeza es de si el trece veces campeón de Colombia volverá a la élite competitiva. Ahora lo dudo. Desbarataron al equipo. Casi ni existe y él mismo es una sombra de la gran institución que fue en la década del ochenta. Duele admitirlo, pero es así.

Si la canción «Aquel 19» recordaba al 19 de diciembre de 1979 cuando «La Mecha» ganó su primera estrella, el 17 de diciembre de 2011 asaeteará nuestros corazones con el dolor del descenso. Aquí la suerte ni el sentido común valen: Tunja tendrá dos equipos en el profesionalismo de excelencia y Cali apenas uno. América siempre perdió con los de Boyacá (¿recuerdan la final perdida ante Chicó?). Duro pero cierto.

17 de diciembre de 2011. Fecha en que para mí murió el fútbol. Para mí sin América en la A esto dejó de tener sentido. 85 años de lustrosa historia. Trece estrellas, cuatro finales de Copa, una Merconorte, ser el 2do equipo del mundo dos veces y el 9º del continente en el ranking de Conmebol del siglo pasado (y por tanto el más copero e internacional de Colombia) botados al tacho de basura… será un año duro el que venga. La fiesta se acabó.