1 x 0. El Itaquerão iba camino de repetir la tragedia del Maracaná, pero apareció el menino paulista y la historia repitió el camino de la obviedad: 1 x 1. Luego penalti dudoso, 2 x 1, otra vez Neymar… y de ahí en adelante la escenificación de un axioma que adquiere vigor con la mercantilización del fútbol: gana el local, se impone el anfitrión del evento y en los partidos mundialistas también pesa la política. El Scracth picó en punta, pero dejó dudas ¿Repetirá el titubeo con México y Camerún?

Pero si en la cancha el árbitro japonés dio de qué hablar, en las calles la animosidad política también debutó en la Copa. En la coqueta Copacabana (Rio de Janeiro), a pocas calles del Fan Fest de la Fifa, manifestantes brasileros lanzaron consignas delante del fuerte militar. La frase más gritada era “Não vai ter Copa” (no va haber Copa) y “Copa para quem?” (¿Mundial para quién?). Al final el tráfico fue interrumpido, hubo seis detenidos y –ya en lo deportivo- la “Canarinha” sumó sus tres primeros puntos.