¿De veras alguien se sorprendió? Las cantidades siderales de dinero y el creciente protagonismo político del fútbol, inducían la sospecha. De hecho, nuestra propia historia ya había demostrado la peligrosa funcionalidad del balompié con las desmedidas ambiciones económicas: el manejo de clubes futbolísticos por carteles de la droga.

FBI tras la Fifa: globalización y lucha por la hegemonía

Así, se nos volvió natural permutar la expresión “dirigente de fútbol” con la de “mafioso” y quizá por ello dimos por ciertas, sin mayor resistencia, las insinuaciones que crecientemente publicaban los medios de comunicación vinculando negocios internacionales del fútbol, con actos de corrupción, evasión de impuestos y crimen financiero.

Con pocas excepciones, hablar de Conmebol y Fifa (podríamos agregar al Comité Olímpico Internacional- COI) equivalía a referirnos a organizaciones depredadoras, leoninas y dirigidas por personajes con modus operandi similares al del ‘Padrino’: constituían comunidades cerradas, del secreto, de casi nula renovación de sus cuadros, con lealtades de sangre que se cobraban con sevicia. Total, una suerte de familia con cargos vitalicios, heredados al mejor estilo de la dinastía de los Corleone.

Por eso es posible que septuagenarios y octogenarios como Leoz, Grondona, Figueredo, Havelange, Samaranch y Blatter se perpetúen en los faraónicos beneficios de sus sillas, blindados por la complicidad de gobiernos y estados que, en vez de fiscalizarlos, promovían la corrupción comprando favores para beneficio propio.

Sin embargo, el reconocimiento de esa perversa situación no da luz verde para admitir sin recelo la participación estadounidense. Estados Unidos no es propiamente el actor más idóneo para hablar de lucha contra el crimen, de peculados económicos y de neutralidad a prueba de dudas. Varios episodios de historia centenaria y reciente nos impiden darle la confianza: la separación de Panamá, la Escuela de las Américas, Irak y Afganistán es apenas un listado resumido que comprueba que su política exterior sólo busca afianzar su posición hegemónica.

¿Cómo puede, entonces, entenderse su novedoso interés en desenmascarar los fraudes del fútbol? A mi juicio desde tres dimensiones: la geopolítica, la económica y la cultural. En la primera está su reacción tardía a una evidencia que lo desbordó: la Fifa es la única organización de alcance –y poder- mundial que los “gringos” no controlan. Así es que ir por ella es lo normal en su condición de imperio en vigencia.

Lo económico se vislumbra en la naturaleza de los cargos imputados a los burócratas de la pelota, todos de orden financiero, monetario y tributario. Algo así como “no toleramos esa actividad si no podemos controlarla sin garantizar dividendos fiscales”. Política que se corresponde con varias de sus motivaciones en su guerra contra las drogas.

Y la tercera es la cultural: el “soccer” ¡así lo llaman! no es el deporte nacional de USA, su popularidad aún no compite con el béisbol y está lejos de facturar y representar lo del super bowl (este sí llamado football americano). La fuerza del fútbol soccer en ese país es femenina y dentro de un campo deportivo y social patriarcal, eso marca la imposibilidad de una representación de lo “genuinamente estadounidense”. En otras palabras: poco o nada importa que se caiga la estantería de lo existente; más aún, si ella cambia eso sólo revertirá en beneficios para el inquisidor que tiene la experiencia para capitalizar los juicios, como ya hizo en el pasado.

Sí resultará sano que, impulsados por ese show mediático y despliegue de poder norteamericano (que además se legitima popularmente con su moralismo religioso, democrático, capitalista), se promuevan investigaciones nacionales y locales. Pero ellas traerán beneficios reales si consiguen escapar de las motivaciones estratégicas de Estados Unidos. De lo contrario pasaríamos de la corrupción de un monopolio para otro.