Debo reconocer que aún me acompaña el sabor amargo de la derrota.  Mi candidato a la Presidencia de Colombia, Sergio Fajardo, no pudo convencernos a tantos como se necesitaba para que la esperanza siguiera viva hasta la segunda vuelta. Ahora, la incertidumbre vuelve porque no sé a quién apoyar; ni Duque ni Petro representan mis ideales.

Bien es cierto que a Duque no lo conozco, no sé nada de él, no sé cuándo comenzó a figurar en la opinión pública y no sé qué ha hecho para escalar hasta casi alcanzar la presidencia. Por su parte, de Gustavo Petro algo hemos escuchado, y leído, gracias a su pasado en el M19, en el Senado y en la alcaldía de Bogotá. Vuelvo al mismo punto: ninguno tiene mi apoyo.

Luego del lamentable resultado, para mí, de la primera vuelta presidencial, el odio se tomó mis redes sociales. Al parecer ni petristas ni uribistas me perdonan que haya votado por Fajardo y peor aún que no utilice el molesto sufijo ‘ista’ para definirme. No. No me considero Fajardista, lo apoyé y creo en él, pero hasta ahí.

Ahora según los seguidores de Petro es deber de Sergio Fajardo emitir un comunicado en el que diga que apoya a Petro, esperando que todos quienes le dimos nuestro voto corramos a hacer lo que él diga. Esperen ¿no es eso lo que tanto critican del uribismo? ¿No reniegan tanto de que, según ustedes, entreguen su voto sin pensar, sin analizar, siguiendo como borregos lo que les ordenan?

Aplaudo del señor Fajardo que se mantiene fiel a sus palabras: ni Duque ni Petro. Si hoy saliera ante los medios a decir que apoya a alguno de los dos lamentaría haberle dado mi voto. En cambio con su decisión se reafirma ante mis ojos como un hombre honorable, respetable, en quien muchos más debieron confiar; así como él confía en que quienes lo apoyamos somos capaces de pensar por nosotros mismos y decidir entre los dos extremos a quien preferimos.

Lamento decepcionarlo, señor petrista, pero si decido apoyar a Petro será porque yo lo decido, no porque Fajardo me pida hacerlo. Igual ocurre si decidiera apoyar a Iván Duque.

No soy el mejor en juegos de cartas, pero ahora me siento en uno. Me toca sacarle el mayor partido posible a las dos opciones que la suerte, porque yo no las elegí, me dejó. Ahora, al igual que como lo hice antes de apoyar a Fajardo, tengo que sentarme a leer, a conocer a los candidatos, a estudiar que proponen para saber a qué tengo y estoy dispuesto a renunciar para elegir entre ellos al que me parezca menos peor.

Dejemos los odios y pensemos con cabeza fría. Compartamos propuestas y no insultos. Recuerden que a la final: todos queremos lo mejor para Colombia, y esto último es demasiado subjetivo.