Pitan porque hay trancón. Pitan porque el semáforo cambió de rojo a amarillo. Pitan porque pasó de verde a amarillo. Pitan porque el conductor de adelante decidió no pasarse el semáforo en amarillo. Pitan por todo. Y de paso nos van dejando sordos sin que nos demos cuenta.

Sí señor. Son los frenéticos del pito. Esta tarde, sin ir más lejos, mientras pensaba en cómo presentar el tema que les había anunciado, uno de esos frenéticos se pegó al pito de su carro en la calle 17 con carrera séptima, en el centro de Bogotá.

Lo hizo porque un taxista que esperaba el cambio de semáforo para seguir su recorrido abrió la puerta para recoger a una pasajera, y justo en ese momento la luz roja cambio a amarilla. Y claro, cuando me di cuenta estaba aturdida y no sabía por qué. Me tomó unos segundos darme cuenta que el señor me había perturbado hasta tal grado con su pitadera que quedé desorientada en plena calle, con un dolor intenso en mis oídos y con una sensación de desequilibrio total.

A ese intenso del pito, que es solo uno de los muchos que circulan por Bogotá, nadie le ha contado que el pito –o el aparato para producir señales acústicas de intensidad, como lo llama el código de Tránsito- solo es utilizable "para prevención de accidentes y para casos de emergencia".

Es el típico conductor que ignora al resto de los ciudadanos. Parece que creyera que las personas que utilizan el espacio no existen o son invisibles. Qué digo el espacio público, el privado también. Porque hay que ver el martirio que padecen las personas que viven sobre calles o avenidas de mediano o alto tráfico. Hasta la sala de su casa, hasta su propio cuarto llega la pitadera. Ojalá solo fuera el eco, pero no señores: el ruido llega en toda su nociva magnitud.

O sino que lo digan las personas que trabajan turnos hasta altas horas de la noche y tratan de recuperar su descanso un par de horas después de las 6:00 de la mañana. Olvídenlo. La pitadera no los deja.

Lo lamentable es que esta conducta no es sancionada a pesar de que las normas de tránsito prohíben el uso del pito, a menos que se trate de casos de emergencia o de prevenir accidentes.

Lo más cercano es una norma del tránsito de Bogotá que califica como infracción “la instalación y uso de un dispositivo o accesorios generadores de ruidos tales como sirenas, alarmas, válvulas, resonadores y tipos adaptados a los sistemas de bajo y de frenos de aire. El uso de resonadores en el escape de gases de cualquier frente móvil, el uso de cornetas y el no contar con un sistema de silenciador en correcto estado de funcionamiento”.

Esta norma aplica a toda clase de vehículos, pero tiene poco efecto. Cuando algún conductor es sorprendido utilizando alguno de esos artefactos se gana una inmovilización de cinco días. Entre enero y junio de este año se impusieron 1.810 comparendos por esta razón. Pero no más. Esos infractores retiraron la corneta o el artefacto de ruido para poder sacar el carro de los patios, y vaya uno a saber si en la misma puerta lo volvieron a instalar.

La norma, además, no cobija a los que usan de manera inadecuada, atrevida y desconsiderada el pito de su carro, público o privado.

Nos queda un consuelo. Una norma expedida en abril pasado por el Ministerio de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial ordena que a partir del 1 de abril del año entrante los centros de diagnóstico realicen mediciones de ruido emitido por vehículos automotores y motocicletas en estado estático, para establecer, con base en esas mediciones, unos estándares máximos permisibles de emisión de ruido. Ojalá incluyan al pito en esas mediciones.

Mientras tanto habría que pedirles a los frenéticos del pito que hagan un repaso del Código de Policía de Bogotá que, al referirse a los comportamientos y acciones que atentan contra la convivencia ciudadana señala el ruido. “La contaminación auditiva y sonora –dice- es nociva para la salud, perturba la convivencia ciudadana y afecta el disfrute del espacio público”. Pero claro, otra vez, no hay una autoridad que por lo menos haga pedagogía.

Y usted, que circula por las calles de Bogotá, que seguramente maneja diariamente su carro, o que como peatón sufre la pitadera, qué experiencia tiene sobre el tema. Escriba sus comentarios a yolgom@eltiempo.com.co