Una joven de 20 años se salvó de ser violada en un bus urbano de Bogotá a costa de lanzarse del vehículo en movimiento. Por suerte cayó en una zona verde y el mal no pasó de raspaduras, magulladuras y algunos golpes que todavía le están evaluando.

La joven había tomado el bus en la calle 140 -norte de Bogotá- muy temprano en la mañana porque estudia en la Universidad Externado, ubicada sobre la avenida Circunvalar, en el centro oriente de la ciudad.

Cuando estaba a punto de llegar a su destino se percató de que uno de los dos únicos pasajeros que quedaban en ese momento en el bus se levantó de su asiento, se frotó las manos y pronunció la frase ‘listo’. Al percatarse que el hombre se refería a ella, la joven se paró rápidamente y timbró para bajarse. Pero cual no sería la sorpresa cuando el conductor, en lugar de parar, aceleró el vehículo y cerró la puerta del bus.

Aterrorizada, y tomada por sorpresa porque todos los días hace el mismo recorrido para llegar a la universidad, la joven abrió como pudo la puerta y se lanzó del bus en movimiento. Ella está dispuesta a poner el denuncio en cuanto terminen los chequeos médicos para verificar que ninguno de los golpes tendrá consecuencias graves.

No obstante el escenario del caso es ‘macondiano’. Lo más probable es que el bus era pirata, pero no es fácil probarlo.

¿Cómo distinguir a los piratas? La Secretaría de Tránsito y Transporte (STT) no tiene la respuesta. Sabe que en la ciudad están autorizados formalmente 19.631 buses, busetas y colectivos para el servicio colectivo de pasajeros, y 47.435 taxis para el servicio de transporte público individual.

Las cifras sobre los piratas son todas especulativas porque no hay un mecanismo, distinto al control que se hace en las calles, para detectar si un conductor está cumpliendo una ruta autorizada, si su tarjeta de operación corresponde al vehículo que está conduciendo o si la empresa que aparece en el aviso es realmente a la que está afiliado. O en últimas si es un vehículo robado en manos de delincuentes.

Lo cierto es que el tema de la piratería y la ilegalidad es tan grave en Bogotá, que en medio de la falta de pie de fuerza, la STT tiene un grupo élite de 30 policías encargado de ‘pillar’ a los ilegales en la calles.

En la mira de estos policías están los vehículos particulares que prestan servicio de transporte público, los taxis que ofrecen servicio colectivo, los buses y taxis de turismo que operan como servicio urbano y los carros con tarjeta de operación nacional que trabajan sin autorización en la ciudad. Todas estas se consideran modalidades de piratería.

Entre los 82.801 comparendos que las autoridades le han impuesto a conductores de buses, busetas y colectivos este año, 8.418 corresponden a algún tipo de ilegalidad (por tarjeta de operación cambio de servicio o de ruta). Hay sanciones que pueden llegar a los 408 mil pesos y a la inmovilización del vehículo, pero siempre los ‘pillados’ son nada en comparación con el fenómeno real.

En cuanto a la Policía Metropolitana, en los casos que ha conocido este año ha logrado la captura de 32 personas sindicadas de delitos contra los pasajeros, hurto y raponazo fundamentalmente. Valga decir que todas están libres, porque es un delito excarcelable.

Es probable que el caso de esta joven de 20 años pase a engrosar la lista de denuncias que no terminan en nada y que alimentan todos los días a esa Bogotá ignorada que reclama visibilidad.

Y usted, ¿ha vivido situaciones parecidas a la de esta joven’. Anímese a escribir sobre este y otros temas a yolgom@eltiempo.com.co