No es exagerado. Le ocurrió a un niño de 11 años el martes en un colegio público de Bogotá, en la localidad de Engativá, en el noroccidente de la ciudad. Salió de su casa en la mañana para el colegio y por la noche había perdido la punta de uno de sus dedos.
Están investigando –como siempre- si hubo descuido o negligencia en el accidente que se presentó cuando el niño recibió un golpe de una puerta en el Colegio. No se sabe por qué pasaron cinco horas desde que el niño recibió el golpe que le cercenó la punta del dedo y el momento en que le hicieron una cirugía (pasadas las 10 de la noche), cuando ya era tarde para salvar el tejido que se había desprendido.
Aparentemente el responsable del colegio acudió con rapidez a llevarlo al hospital más cercano. Allí ingresó a eso de las 5:10 p.m. Y, aunque era una urgencia evidente, allí se demoraron en hacerle el procedimiento pertinente. Cuando lo hicieron fue imposible salvar los tejidos dañados. Una lesión de por vida, para un niño que está empezando a vivir.
Pero el drama no terminó ahí. Después de pasar la noche en el hospital, el niño fue dado de alta a las 10 de la mañana del miércoles. Y créanlo, salió a las 5 de la tarde porque se presentó un lío con la cuenta. A los padres del niño –que ganan el mínimo para sostener a la familia- les estaban cobrando el copago de la EPS, 125 mil pesos. No solo no tenían el dinero, sino que no tenían que pagarlo porque hay un convenio entre las secretarías de Salud y Educación del Distrito para cubrir ese tipo de accidentes, una especie de seguro.
¿Por qué pasaron siete horas desde que el niño fue dado de alta y el momento en que finalmente pudieron llevárselo a su casa?
Porque en el hospital insistían en que el niño había ingresado por le EPS y no como el caso de un colegio público y que por lo tanto los padres debían pagar. Negocio es negocio, y eso aplica para el negocio de la salud.
¿Por qué el responsable del colegio no hizo el trámite administrativo respectivo y dejó a los padres en manos de los trámites burocráticos? Nadie sabe. Lo cierto es que, como siempre, los padres tuvieron que ir del hospital al colegio y viceversa tratando de que las partes entendieran que se trataba de un asunto del colegio.
¿Por qué además de tener que aceptar que su hijo quedó con una lesión de por vida, los padres tuvieron que sufrir 12 horas adicionales de drama por cuenta de trámites burocráticos?
¡Deje así!, parece ser la respuesta que se desprende de la indolencia de quienes atienden instituciones que deberían estar preparados para atender este tipo de situaciones y ver más allá de la estadística que para ellos representa un niño que llega con una emergencia, y del que solo ven el número del NIT para que "no se olvide de cancelar el copago a la salida".
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