Soy usuaria de TransMilenio y en múltiples ocasiones me ha invadido la ira infinita de tener que esperar hasta 40 minutos la ruta de bus que me sirve para ir de mi trabajo a mi lugar de residencia, sin que algún funcionario se tome el trabajo de explicarme qué pasa.
Me indigna saber que TransMilenio no tiene consideración con las personas que trabajan los días festivos y suspende el servicio a las 9 de la noche y deja a los usuarios a su suerte, porque en esos días se reducen al mínimo los servicios, dificulta hasta la exasperación los trasbordos y no hay a quien reclamarle.
Pero en ninguna de esas ocasiones se me ha pasado por la cabeza pararme delante de los buses para protestar y menos coger ladrillos o piedras y lanzarlos contra los vidrios de los vehículos o las estaciones. Entre otras razones porque esos buses y esas estaciones se pagan con mis impuestos.
Entiendo a los usuarios que cansados del martirio diario de las congestiones, de las demoras, de los empujones, y hasta de los insultos de otros pasajeros tan molestos como ellos, deciden protestar para reclamar sus derechos. Por supuesto que tienen razón, y la administración está obligada a atender los reclamos.
Pero lo que es inaceptable es que los vándalos y provocadores se aprovechen de la inconformidad de los usuarios maltratados para atentar contra el patrimonio de la ciudad. Y es inaceptable porque no actúan para respaldar a los usuarios, sino que se aprovechan de su inconformidad para sembrar el caos, para dañar, para expresar su resentimiento.
Esos vándalos no quieren soluciones, quieren problemas y generan problemas. Abusan y usan los problemas de los demás para su provecho.
Había que ver el desespero de los usuarios de las rutas que hacen trasbordo en el Museo Nacional el viernes 5 de febrero. Muchos llegaron a las 8 de la noche y las rutas para dirigirse a a Usme, al 20 de Julio y a la avenida de las Américas no aparecían.
Creció el inconformismo y de repente una turba se tomó el túnel. A las 10:30 de la noche los usuarios, cansados de una semana de trabajo seguían paralizados en la estación a pesar de que los buses habían sido despachados ante los reclamos, porque un grupo de agitadores que aprovechó el momento se negaba a dejar el bloqueo.
Era evidente que no querían solución, querían generar choque con la fuerza pública para después aparecer como víctimas de la autoridad. Me lo contó una usuaria desesperada que llegó a la medianoche a su casa, aunque había salido de su trabajo a las 5 de la tarde.
Este miércoles 10 de febrero los vándalos superaron los límites. Aprovechando la inconformidad de los usuarios por la demora de los buses en el portal de las Américas, en el suroccidente de la ciudad, un punto tradicionalmente congestionado y atestado de gente, rompieron vidrios, bloquearon las vías y terminaron en una asonada: 32 buses troncales, tres alimentadores y seis zonales resultaron dañados, además de que durante buena parte del día el transporte del occidente de la ciudad colapsó.
Tenemos que rechazar a los vándalos. Debe haber cero tolerancia con quienes dañan por dañar. Rayan por rayar. Rompen por romper. Y lo hacen encapuchados. No ponen la cara.