En momentos en que Colombia está sumida en una crisis en la que minuto a minuto se agudizan las confrontaciones, nos enfrentamos entre iguales y nos enceguecemos al punto de no ver ni si quiera a quienes han sido nuestro apoyo y respaldo, se echa de menos la presencia de un verdadero líder.

Un líder que proteja al país de los caciques y caudillos, que de esos hay muchos y letales para la sociedad. Un líder que ponga primero los intereses colectivos, que blinde a Colombia de los oportunistas que se aprovechan de las necesidades de la gente y la manipulan para utilizarla en su beneficio y, sobre todo, de esos lobos disfrazados de oveja, que una vez logren sus propósitos arrasarán con el rebaño.

Un líder que no se mueva por el miedo, sino por el respeto al otro, que sea capaz de pararse en medio de la hostilidad y dialogar con todas las partes para escuchar, no simplemente oír, las posiciones, demandas y reclamos que tienen. Que sea capaz de entender y comprender.

Un líder capaz de no dejarse envolver en un escenario de confrontación, con la suficiente generosidad para reconocer que hay unos adversarios que claman ser escuchados, y que sea capaz de pasar por encima de los provocadores que quieren arrinconarlo para llevarlo a tomar medidas de fuerza; un líder capaz de no llegar a la demencia de reemplazar o subordinar con militares a las autoridades civiles elegidas popularmente.

Un líder que entienda los tiempos que vive, que comprenda que en el mundo de hoy todas las voces se hacen escuchar y que no hay medida de fuerza que las pueda silenciar, y que entienda que la fuerza y la represión pueden convertir las palabras en gritos de auxilio y así mostrar al país como un escenario de guerra.

Un líder que entienda que estar en la mitad de un conflicto como el que vive Colombia no deja un camino diferente al de garantizar que todas las partes queden satisfechas en un proceso de diálogo y negociación. Eso significa dialogar con todas las partes, respetarlas a todas, así se enfrente a un medio hostil.

Un líder que conozca a sus adversarios y sus reclamos, que sea capaz de conectarse con ellos, que los incluya, que tenga en cuenta las iniciativas que propongan, que garantice un verdadero intercambio y que demuestre que es capaz de promover igualdad y justicia para todas las partes.

Un líder que anteponga la mesura a las reacciones improvisadas y provocadas, que sepa qué decir, qué hacer y el momento oportuno para cada acción. Sumar y no restar porque necesita de todo el país para construir salidas a la crisis.

Lo que hemos visto en la confrontación que tiene a Colombia ante la comunidad internacional como un escenario de terror es una falta absoluta de liderazgo; ni el ejecutivo, ni los partidos políticos, ni quienes dicen defender las causas sociales que tienen a la gente en la calle han estado a la altura de las circunstancias.

No hay líderes, pululan los caciques y caudillos, viejos y jóvenes, pescando en río revuelto, con oportunismo, ganando réditos, poniendo primero sus intereses personales y sus ideologías mientras el pueblo se enfrenta a palos, piedras y bala en las calles.

Twitter: @YolandaGomezT