El fenómeno de la desobediencia de las normas por parte de muchos usuarios de la bicicleta en Bogotá va en aumento sin control y los peatones son los principales afectados. Y rara vez la policía de Tránsito impone un comparendo en los puentes peatonales donde los usuarios de la bicicleta son los reyes, son los únicos que incumplen la obligación de bajarse y pasar caminando, como ordena la norma.
Pasan raudos, mientras los peatones, cuando tienen suerte, deben hacerse a un lado para evitar ser atropellados o quedar colgando del puente. Ocurre con tanta frecuencia, que para los peatones ya se volvió costumbre ir alerta como si fueran en una vía de alto tráfico y se les ve pegados a las barandas de los puentes porque el espacio se lo tomaron los llamados biciusuarios, sin pensar en el caminante.
Para los bogotanos de a pie se ha convertido en un dolor de cabeza pasar un puente peatonal. Hoy se piensa dos veces. Empoderados como están por la importancia de este medio de movilidad, los biciusuarios utilizan los puentes peatonales y los andenes como pistas de carrera y se saltan los semáforos en rojo como si tuvieran licencia para irrespetar las normas. No les importa si hay niños, mascotas, personas de la tercera edad o peatones desprevenidos.
Nadie se atreve a negar que la bicicleta es un medio ideal para movilizarse, no solo en tiempos de coronavirus sino en épocas de cambio climático que exigen el aporte de todos para combatir los modos contaminantes de transporte.
Pero en los cruces de semáforo se vive un drama. Ya no se puede pasar cuando la luz del peatón está en verde, porque es preciso verificar que no vengan ciclistas a la vista porque no paran, se cruzan en rojo, como si una bicicleta a alta velocidad no representara un peligro para el peatón. Parece que las normas de tránsito no los cobijaran. Y lo más grave es la inconsciencia con que lo hacen y la burla y los insultos a los peatones cuando reclaman por no respetar los semáforos.
El otro fenómeno que para los peatones es difícil de entender es que los usuarios de la bicicleta se hayan tomado todos los andenes, cuando hay ciclorrutas para ellos. En el norte, en el sur, en el occidente y en el oriente. Todos, en los barrios, en los entornos de los centros comerciales, en las vías de alto tráfico de peatones, los usuarios de la bicicleta zigzaguean entre las personas, provocan accidentes, huyen de los sitios y se alejan insultando o pitando sin que les importe nada.
Y a esto se le suman las bicicletas eléctricas. Estas sí que pasan haciendo ruido y a sus conductores los tiene sin cuidado la contaminación auditiva, y cuando el ciudadano voltea a mirar, ya están encima. Y como respuesta obtienen la infaltable respuesta: ‘HP, bruto, despiértese’.
Los peatones no les importan a las autoridades; ni a Policía ni a alcaldes locales ni a la Defensoría del Espacio Público, en esta selva nadie vigila ni tiene el control de las ciclorrutas. Entre los biciusuarios y los vendedores ambulantes los peatones se quedaron sin espacio y se tienen que lanzar a la calle y arriesgarse a ser atropellados por los vehículos.
Las campañas pedagógicas se centran, con razón, en la pedagogía a los actores de la vía que representan un peligro para los ciclistas como los conductores de vehículos de carga y los del transporte público. Eso está bien, pero esas campañas han dejado de lado el peligro que representa el manejo irresponsable de la bicicleta para los peatones.