Disculpen lo dramático, pero no es para menos: Nueva Orleáns es cuna de cosas increíbles. Por ejemplo, mucho antes de que lo hiciera el rockandroll, el jazz de Nueva Orleáns había logrado reunir en torno a la música a blancos y a negros.
La historia musical de Nueva Orleáns comienza con un señor llamado Buddy Bolden y su banda de 1895 (¡Dios mío! Hace 110 años), la Dixieland Jazz Band, basada en los instrumentos de viento de metal. De allí, lo que viene…
Herederos y exponentes, entonces, de esa cultura de cabarets combinada con la música (los clientes iban por las mujeres… luego, por las mujeres y la música… y luego por la música) son Henry "Red" Allen, Danny Barker, Sidney Bechet, Johnny Dodds, King Oliver, George Lewis, Jelly Roll Morton, Paul Barbarin, Barney Bigard, Baby Dodds, Pops Foster, Edmond Hall, Bunk Johnson, Freddie Keppard, Olympia Brass Band, Kid Ory Johnny, St. Cyr Omer Simeon y Kid Thomas.
Con el paso de una generación a otra, y los cambios gubernamentales, las comunidades se fueron moviendo hacia las zonas de los puertos. Se mezclaron, crearon familias y, por supuesto, aportaron su sabor cultural a la escena de Nueva Orleáns. Imagínense lo que se veía allí. La foto de la derecha es una imagen comun de la mujer creole. Bellísima, ¿no?
Esta es una guía de los mejores sitios para ir a escuchar buena música en Nueva Orleáns (ojalá hayan quedado algunos en pie).
Es imposible resumir todo lo que se hizo y se hace en Nueva Orleáns, así que los dejo con una base de datos muy agradable, como para dedicarle varias horas: The Louisiana Music Factory.
Bien, eso es todo por hoy en el día «Penny Lane», de los recuerdos y las melancolías. Ojalá no se borre todo este legado. Las pérdidas humanas son terribles, las materiales no tanto pero igual duelen… pero las culturales representan años de tradición, historia, sentido de la existencia. Si la música no hablara por nosotros, talvez no tendríamos memoria del pasado.
Suerte y pulso.
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