Recientemente fue lanzado en Colombia el álbum "Opera chillout". Se trata de un compilado musical (ya hay tres) de las arias más famosas de la historia, pero remezcladas para sonar como piezas de chillout y dance contemporáneo (tipo Buddha Bar / Hed Kandi / etc.)

Verle el lado amable: Si, talvez UNA forma de acercar a los nuevos públicos a la música clásica es esta, remezclándola con los sonidos contemporáneos. Vamos a escuchar a Giacomo Puccini mientras nos tomamos un granizado en un café bien yuppie. Eso talvez es bueno. Resistirse a creer que la música cambia es, en el fondo, resistirse a la vejez -un esfuerzo inútil-.

¿Pero por qué genera desconfianza? Yo opino que amarrar una pieza de ópera a una cadencia rítmica, a un beat, es reducir sus posibilidades estéticas. Una obra como "Lakmé (viens mallika / dúo de las flores) [ acá se puede escuchar la original ]", del parisino Léo Delibes, esta basada en la perfecta conjugación de dos voces soprano. Resulta perfecta. Su belleza radica en esa perfección que además evoca la paradoja del "amor más grande" ¿Qué tiene que hacer ahí un beat en el fondo? ¿Acaso no sobra?

No se trata de que la música clásica suene como antigua: Lakmé fue compuesta en 1883, pero no refleja fecha ni época -pertenece a todas las épocas y a todas las culturas-. Su espectáculo se compone de una danza y una letra que combinan ingredientes hinduistas, británicos, paganos y orientales- … Habla de amores y de conflictos raciales que se interponen ¿No parece esa la descripción de la reciente película ganadora del Oscar, Crash?

Lo que refleja la necesidad de hacer rítmica a "Lakmé" -de meterle el chispún de fondo- es que el oído contemporáneo ha perdido sensibilidad y se ha adaptado a la idea de "movimiento". Ya no se trata de melodía sino de marcar ciclos con los pies. De contar los segundos entre un beat y otro. De música que tenga latidos… Eso lo pone a uno a reflexionar -sin ánimo de intelectualizar ni pontificar-: ¿Qué es lo que nos gusta realmente de la música? ¿Por qué nos gusta?

Lo rítmico no tiene nada malo -esta caja se dedica a hablar de ello- pero qué ocurre con la melodía. Ya se conocían otras versiones de música clásica remezclada [ 1 y 2 ] y este disco seguramente va a barrer en ventas. Comprendo que muchas personas lo valoren.

Que hablen otros: Me encontré con este simpático texto de Psycofonías, "el blog del psycobyte", en el que cuenta la tragedia de compartir el cuarto de universidad con su compañero: "Hoy, ese bellaco vil e infame (…) me ha dado una sádica sesión de algo llamado Opera Chill Out (…) De verdad, es criminal. La ONU debería intervenir".

Pasemos a otras noticias…

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Totó y Petrona, en concierto: Ay, qué buena presentación en Colsubsidio. La matrona Petrona Martínez [ en El País de España, y entrevista en Esquinalatina.com ] llevó el bullerengue auténtico a los Grammy y al mundo entero. Totó [ su vida ], inmensa en sabiduría, estudiosa y académica de la música tradicional colombiana, enamoró a Peter Gabriel -eso es lo menos importante- y creó en La Sorbona la huella de un fenómeno cultural que rompe cualquier estereotipo. Las dos estarán juntas este viernes y sábado en Colsubsidio. Recomendadísimo ese encuentro.

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Nueva generación del iPope: A la conocida campaña de los iPope -obvia parodia de bloggers independientes- durante la época de Juan Pablo II se unió ahora la nueva generación, el iPope Benedicto XVI.

Resulta que un grupo de trabajadores del Vaticano que visitaron al Pontífice alemán el pasado viernes le regalaron un iPod nano nuevecito, cargado con 2GB de música clásica (qué creían ustedes que le iban a regalar, ¿el iPod U2?). El asunto tiene su trasfondo: El Vaticano ya lanzó su servicio de podcasts en ocho idiomas. Además, se trata de dos de los más representativos símbolos del siglo XXI juntos.

La noticia ya ha tenido varias interpretaciones [1, 2 y 3] de simpáticos mamagallistas de todo el mundo.  * Amigo lector: si siente que esta noticia ofende sus creencias, me disculpo pero lo invito a tomar el asunto con la misma frescura que lo tomó el Vaticano. Se trata de un nuevo siglo para la Iglesia, con retos de modernización y de erradicación de las malas vibras… ¿no?*

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ACLARACION URGENTE: La Caja de Resonancia informa a su estimada clientela que su autor no es el mismo Carlos Solano a quien le fue dedicado el vallenato "El Vaivén", de Silvestre Dangond y Juancho de la Espriella. Se trata de un homónimo. La Caja aclara que Solano no ha entablado contacto con ninguno de los dos músicos, no los conoce y no se ha mostrado interesado en practicar el "baile del tao tao", paso hipnótico y epidémico que su creador, el señor Dangond, enseña en los antejardines de la sede del diario El Tiempo.

No sobra el esclarecer estas oscuras coincidencias…

Suerte y pulso.