Nada menos erótico que la automatización ludovica del coito con un CD de saxofones satánicos y kamasutras musicalizados.

Alguna vez hablaba con un buen amigo melómano acerca de los mejores discos de Carlos Santana. Definitivamente concordábamos en que la triada Santana-Abraxas-Santana III, más el concierto de Lotus y la etapa devadip jazzero-religiosa hasta 1975, fue algo sensacional, pero llegamos a un debate cuando hablamos del disco Amigos, y el corte Europa: -¡Eso es música de película porno!-, me dijo enfáticamente.

Irónicamente, el extraño enlace entre el buen rock de los setenta y la música de películas porno vivió un simpático capítulo en 1974, cuando apareció la cinta soft-porn Emmanuelle  (adaptación del comic de Guido Crepax) y alguna gente descubrió que la pista musical era una versión suavizada no autorizada de Larks Tongues In Aspic part 2, composición del británico Robert Fripp para King Crimson, lío que terminó en la Corte -no precisamente en la del rey Crimson-. Al final, Emmanuelle fue un éxito que se desplayó en infinitas sagas que calientan las noches de The Film Zone.

Pero otro capítulo simpático ocurrió en 1985, cuando Frank Zappa tuvo que responder ante el Senado de Estados Unidos por las acusaciones del senador Tipper Gore de que su música era rock pornográfico que incitaba a las desviaciones sexuales y el comportamiento indeseado. Después de eso, Zappa hizo la canción porn-wars, que incluye apartes de ese increíble día.

Esos daticos, como por entrar en calor en este porno-post. Una especie de foreplay resonante.

SAXOFÓN, ¿MALDITO CULPABLE?

Hay tan buenos saxofonistas en el espectro musical, pero talvez tan poco mercado, que me pregunto si sólo han encontrado trabajo en las películas porno: Cinta de machuque que uno encuentra en la televisión, cinta que le meten su saxofón a la lata. Talvez los directores de estas películas creen en una especie de tratamiento ludovico, como el de La Naranja Mecánica, en el que quieren programar nuestras mentes como ratones de laboratorio para que, cada vez que oigamos un saxofón, proyectemos una insensata erección.

Yo no creo que tenga nada de malo poner musiquita durante el acto sexual. Lo que suele ocurrir es que de una situación se pasa a otra cuando había música de fondo, como en casi todo lo que los melómanos hacemos en la vida: Nuestra música para ir a hacer mercado, música para hacer fila en el banco, música para la carretera vía al Llano, y nuestra música para veladas en casa que a veces terminan en algo más.

Lo que resulta raro es acudir a una categoría pre-establecida de la cópula musical, o mejor dicho, que exista música especial que nos ayude a tirar mejor. Si los gustos son una vaina tan personal, cómo es posible que alguien nos de un CD con lo que debe sonar en nuestra noche de bodas, al momento de concebir a nuestros hijos o en el mero ejercicio de una noche de copas. ¿No les parece demasiada automatización?

Hay gente que de verdad cree en estas vainas. Discos como esta cosa que encontré en Internet (la foto de apertura de este post), o como las 100 baladas para amantes, son muestra clara de hasta dónde puede llegar el asunto: Música inspirada en las posiciones del kamasutra, con un completo cuadernillo de fotos de cada posición recomendada para cada canción.

Este es un mercado insólito, una especie de derivación del mundillo de los libros de autoayuda, en los que el comprador es una especie de esclavo de los tutoriales y orientaciones de vida que escriben personas que creen que son autoridades en lo que dicen. Alguien descubrió un día que la gente está ansiosa por obtener ayuda para todo, y eso representa toneladas de dinero.

Mi consejo es que si están preparando una cita, y ya tienen la faena programada, POR FAVOR, no torturen a su pareja con semejantes clichés. Demostrémosles a las disqueras que nuestra vida y nuestra felicidad no se mide en 12 tracks, o mejor, que no todos sentimos y pensamos igual la música.

¡ABAJO LA PROGRAMACIÓN MENTAL MASIVA! VIVA LA DIVERSIDAD

Extraña búsqueda

Preparando este post, me encontré una insólita selección de discos para hacer el amor en un artículo de Univisión que definitivamente merece su reflexión: Nada menos erótico y más cursi y estereotípico que poner a Luis Miguel durante una velada romántica.

Pero viene lo extraño: Entre todos estaba Amnesiac, de Radiohead, bajo el argumento de que -Asi como el quinteto de Oxford experimentó para realizar este disco, ustedes háganlo también-. También estaba el disco de Andrea Echeverri que, bueno, yo admiro muchísimo, pero es gracioso que lo categoricen de esa forma. El argumento: Ideal para la concepción.

Pero lo que definitivamente sí me pareció espeluznante fue incluir allí el Dark Side of the Moon. No me imagino cómo sería el asunto escuchando Money, Us and Them o Brain Damage. Ese sería un coitus interruptus, un -qué pena, quédese quieta y déjeme oír eso tan bacano-.

Eso sí, firmaré una cláusula de anti-estereotipicidad con la mujer con la cual decida compartir mi vida: TOTAL AUTORIDAD PARA ECHAR AL OTRO DE LA CASA A PATADAS cuando UNA DE LAS PARTES apague las luces y ponga -con un doble aplauso en la oscuridad- un cd de Kenny G, Michael Bolton, Barry White, o alguna colección Yoyo Music relacionada con el tema de incitar al coito musicalizado.

Suerte y pulso, amigos.