Homenaje al espíritu libre de Chiko 10, a la genial banda Can y a esas mujeres a las que les perdonamos todo, hasta eso.

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Hoy y mañana, toque de Aterciopelados en el Teatro Colsubsidio, en Bogotá. Va a estar bueno.

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Lo consideraba un hecho: Yo no iba a encontrar ninguna pareja con inquietudes musicales similares a las mías. Talvez cercanas sí, fanáticas de The Cure o Placebo, o de los Rolling Stones y los Beatles, pero hasta el momento nadie en la misma vía. Pero es que la melomanía es algo que uno tiene que dejar fuera de una relación: "Aquello no se trataría de música nunca", había sentenciado, de manera sumisa, esperando intensas sesiones de tropipop y, Dios me perdone, alguna vez hasta bailé reguetón por ellas…

Pero recientemente fui sorprendido por la niña con la cual estoy saliendo. Me dijo que quería pasarme las canciones que tenía en su USB. Yo pensaba, aterrado, que talvez prefería que me transfiriera un virus aniquilador de archivos que una canción de Bacilos o cosa similar (de gusano a bacilococo, no hay mucha diferencia). De repente sonaron ‘Revolucionando’ y ‘Llegaron los peluqueros’, de Los Yetis. Aún hoy me cuesta creerlo. Por primera vez salía con alguien cuyo gusto musical es similar a como defino el mío: soy un melómano de ají.

Explico: El gusto por el tropipop es como el gusto por un suave dulce de caramelo o una papilla de manzana. Se disuelve en tu boca y nunca sentiste que pasó por allí. Nunca profundizó ninguna sensación. Fue un pasajero estado de facilidad. En cambios los melómanos intensos como ustedes -lectores de este blog- y yo escuchamos música con la misma disposición de quien va a morder una semilla del más intenso ají.  Esperamos una reacción explosiva que retuerza nuestros músculos, nos haga arrugar la cara, nos ponga en la cabeza la disyuntiva de si nos arrepentimos de probarlo o si la intensidad de su sabor nos lleva a un nuevo estado. Y claro, luego nos sentimos orgullosos de lo difícil que fue digerirlo… tal como una grabación precaria y monofónica de Los Yetis.

Pero hay que convivir con quienes disfrutan la papilla, y como sé que ustedes y yo hemos salido en alguna ocasión con alguna fanática o fanático del tropipop, los invito a elevar un mantra que les permitirá sobrevivir a una noche de esas de ‘El Sitio’ y recintos similares:

+ El tropipop es una buena música de fondo para hablar con la gente: Si pusieran Pink Floyd, King Crimson o Iron Maiden, uno no hablaría con la gente de la mesa, sólo sacudiría la cabeza y frotaría el jarro de cerveza. En cambio, el tropipop rompe silencios incómodos sin necesidad de distraer al melómano. Además, si la niña(o el niño, en el caso de lectores mujeres) es megalo-parlante, osea, habla hasta por los codos, este es el momento perfecto para que se desahogue. Déjela que ella suelte todo lo que siempre ha querido decir.

+ Teletranspórtese: Si es un toque en vivo, fije su atención en los equipos que está usando el sujeto cantante. Fíjese si la guitarra es acústica o electro acústica y, si alcanza, mire la marca. Se acordará, seguramente, de que la vió en una tienda de guitarras en la Séptima, en donde también vio una guitarra similar a la que toca Yngwie Malmsteen, quien es de Suecia. Suecia es un país del norte de Europa que… ¿sí vio? Ya se le olvidó que estábamos hablando de tropipop… La teletransportación funciona.

+ No se emborrache, sólo beba lo necesario: Si se pasa de tragos, termina bailando exageradamente en la pista y al día siguiente pondrá en duda su melomanía.

¿Tiene más consejos para compartir a otros melómanos? Por favor, consígnelos en la cajita.

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Martillazo de viernes: Can ‘Tago Mago’

El perfecto híbrido entre Rock Progresivo y Krautrock era esta banda alemana llamada Can que hizo un montón de álbumes, del cual ‘Tago mago’, de 1971, es el tercero de su carrera. No le teman a cortes que duran hasta 18 minutos como ‘Hallelujah’, pues en un sólo corte hay cinco perfectas canciones, principalmente instrumentales. Escucharlo es un viaje esencial. Si creen que Beck fue original en su momento, hay que mirar a Can para ver qué sonidos desconocidos pueden salir de instrumentos tan tradicionales. Gran influencia de Frank Zappa (de cuando viajó a los festival de Essen, si mal no estoy).

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Quiero ser por un día: ¡¡¡¡EL CHIKO 10!!!!

No quiero tener vergüenza, sino ingenuidad. Quiero ser libre y bailar como un ave, así esté pasado de kilos. Quiero llevar saco de paño con bermudas y que no me importe lo que digan. Quiero creer en un talento inexistente y que ello me conduzca a convencer a un grupo de amigos para escribir, producir y poner a sonar en las emisoras de Luanco, Asturias, una cosa semejante como ‘Ritual de amor‘, superhit de Youtube:

Una de las cosas que más valoro de este video-esperpento es la intensa seguridad personal que ostenta este artista español. Por eso, no se mide en gastos y, cuando creíamos que lo habíamos visto todo, se baja los pantalones. Además, su explícita invitación a drogarse antes de la rumba es un ejemplo de que… vea cómo lo deja a uno el vicio.

Pero el segundo éxito de Chiko 10 no deja de ser tan apasionante como el primero. ‘Apetito Sexual’, de cuyas intenciones podría interpretarse que fue como un homenaje trancero a Barry White. Quien subió el video, consideró que sería impactante hacerlo con imágenes de un discurso de Adolf Hittler… en cierta forma lo comprendo:

Chiko 10 es un valiente, él no teme al seseo. Por eso invita sin temores al "Apetito sesual–¡Animo, todos a la pista, a sudaaaaaaaaar!"

Como hoy es viernes, muchachos, a sudar bailando tropipopop.

Suerte y pulso.