Preocupaciones frívolas de viernes para relajar la semana. Además, noticias sobre Cat Power, Alex Gaudino y Dream Theater, y una reflexión sobre conciertos.
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Si usted es melómano, le pregunto: ¿Cuántas veces le han pedido sus amigos que se encargue de la música en una fiesta casera? Porque usted es el que tiene la mejor colección, ese disco duro abarrotado de MP3 de música que ya ni escucha (¿cuántas de esas canciones no ha oído completas?) que destila tufo de Barbanegra. Pero claro, usted es el propio, el de la música, y está obligado a ser el alma de la fiesta ¿No le ha pasado?
Pero ¿No le ha pasado, también, que después de un rato de que le soltaron el equipo de sonido, se le acerca alguien a hacerle propuestas y más propuestas, hasta que lo sacan volando de ahí para poner chucu-chucu? Es normal, porque no todos son como nosotros y no podemos esperar que todos nos comprendan.
Por favor, no sea ñoño, no insista: la gente no quiere escuchar Pink Floyd en una fiesta.
Pues cuando a mí me piden que lleve música a una fiesta, me meten en un gran dilema, porque mi memoria y mi gusto musical van casi siempre en reversa con lo que suele gustar en una fiesta. Sé que puedo entretener durante horas a muchos melómanos en mi casa, pero en una fiesta normal, con personas normales, el chucu-chucu impera.
Por eso, suelo no ser el alma de las fiestas. Intento compensarlo con carisma, para enfrentar a ese mundo en el que me siento incomprendido. Como guerrero derrotado, he tenido que guardar mis espadas (léase CDs) en más de una ocasión.
Pero entonces me gustaría que pensáramos en soluciones rápidas. Yo tengo algunas que últimamente han funcionado. La primera: acudir a la melancolía ochentera. En esas fiestas, siempre hay un gran porcentaje de personajes que van a reaccionar positivamente a Las Flans. Por eso, la lista de VH1 Las mejores canciones en español de los 80 es una maravillosa guía para pulir la propuesta, sobre todo cuando el alcohol ya ha hecho sus efectos. Va a tener al menos una vieja bailándole al lado que cuando escuche la primera nota de Menudo, grite "UUUUUUUUUUUUHHHHH". Por ahí, de tanto en tanto, mezclar alguna canción en inglés, del corte Men At Work o Police, y listo, problema resuelto.
Otra que casi nunca falla es la colección de la salsa clásica: Mándese un Richie Ray y Bobby Cruz para empezar. Eso despierta a la gente. Luego ‘Mi gente’, con Hector Lavoe, y a partir de ahí, todo lo que venga con Willie Colón y Rubén Blades (en este último caso, no lo experimental, que es buenísimo pero no pega en este contexto). Ojo, tampoco se vaya hacia las canciones desconocidas… no intente sorprender. La gente quiere cantar mentalmente lo que está bailando.
Si alguien salta y le dice "cómo, pero ¿no que usted era puro rockero?" (qué frase tan guarra), no se deje ofender, acepte el reto, pero ojo, nada prog rock. Tampoco nada blues porque se tira el ritmo de la noche. Váyase en grande, con canciones que arranquen con baterías poderosas o riffs estridentes e inolvidables. ‘Big gun’, de ACDC, es sin duda una buena muestra, va a dejar callado al ñero que lo retó. ‘Opio‘, de Héroes del Silencio, siempre va a gustar porque está en la memoria colectiva. Si se trata de canciones desconocidas, recomiendo que adopte las que parecen sacadas del ambiente de un lúgubre pub. Yo tengo una que habla de cervezas y bacanales entre amigos, llamada ‘Angelitos culones’, de Memphis la Blusera. Las groserías explícitas en la letra alegran a los borrachos.
¿Tienen alguna otra alternativa? Por favor, compártanlas, ayudemos al gremio de melómanos a no pasar por ñoños en las fiestas.
Por cierto, un consejo de amigo: Si van con sus novias a reuniones de amigos y a estas no les gusta el rock, no jodan, no se pongan a debatir sobre si Mike Portnoy toca ‘Metropolis’ distinto en conciertos que en el disco original… no sean ñoños, van a aburrir a sus mujeres y van a terminar perdiéndolas.
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Es claro que ahora hay una gran oferta de conciertos que se disparó en todo el mundo por el hecho de que los artistas tienen que devengar por el lado de las presentaciones en vivo, ya que el negocio de los discos hoy es casi una utopía. Por otro lado, el concierto de White Lion parece haber vendido muy poco, y eso puede tener un efecto negativo entre los empresarios.
Por todo eso, mi consejo siempre es tomar todos estos anuncios con cabeza fría.
Suerte y pulso, amigos, esperen el lunes una nueva entrega del podcast de la Resonancia.