Miren esta foto, pa’ qué pero con todo y el pulso de maraquero, me parece que es un hit, perdónenme el ego…
El post de hoy está un poquititititito largo pero es porque coinciden muchas cosas y vale la pena no dejar ninguna a la deriva: El hermoso toque de Michael Powers en el Teatro Libre, la confirmación de Andrés Calamaro, una reseña de Muse hecha por un resonante y, además, el gran lanzamiento en la caja del ¡¡¡¡¡GRINGO CHIKCHISIKI!!!!!
Por su técnica vocal, por sus coreografías al estilo Cirque Du Soleil, por la invitación al turista, por el concepto global, por el escenario natural, por la interpretación de air-guitar, por la pachamanka, por las referencias a los gluteos con alteraciones dérmicas… Les presento al gringo Karl y a Katty Portella, la ‘flor de Huaraz’, en el sencillo "Gringo chikchisiki, poto con pecas":
¡Majestuoso!
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Aunque me encantaría, no me voy a extender mucho en la reseña del concierto de Powers para no hacer interminable el post. Comencemos por decir que fue un éxito en taquilla y seguramente la sentencia de que el festival Blues DC tiene futuro, mucho futuro.
Cuando hablé con Powers en una entrevista, hace unos 10 días, le comentaba que su concierto sería una empapada de blues para mucha gente que no tiene cercanías con el género, y que además iba a encontrar un nicho pequeño de fanáticos muy fiel y apegado. Y creo que Powers dio antenoche un retrato impresionante de lo que es el blues para todo ese público, conocedores y no conocedores.
Inició con una entrega de blues acústico, él solo con su guitarra, que le permitía a uno jugar con la idea de cómo surgió el sonido de las algodoneras, cuando los campesinos empezaron a tocar el instrumento y luego, con el tiempo, se sumaba la voz y el canto a las raíces. Pecaré de absolutista, pero para mí fue como ver el proceso creativo que debió vivir Robert Johnson.
Conforme avanzaba la noche, se fueron uniendo los músicos. Tanto baterista como bajista le metieron una energía impresionante al espectáculo. Powers tomó la guitarra eléctrica, se quitó la chaqueta y comenzó una cuota de lo más eléctrico que puede ser el blues. Una especie de retrato de todo ese mundillo representado por Stevie Ray Vaughan, Buddy Guy y otros tantos. Por supuesto, interpretando temas propios, como el maravilloso ‘Prodigal Son’, un blues que relata el retorno del hijo a la casa. Pero también se avalanzó sobre la música de Jimi Hendrix (tocó ‘Little Wing’, un poquito de ‘Axis Bold as Love’ y ‘Hey Joe’) y sobre Muddy Waters. Fantástico.
También hay que destacar la voz de Powers. Es clara y muy sólida. Le da un matiz impresionante a su música. Supongo que es un talento innato, pero uno se pregunta por qué siempre había sido guitarrista para otros músicos y no había mostrado su voz sino hasta este siglo…
Al final, se la jugó por hacer un jamming con la gente de Black Cat Bone, que una hora antes abrió el concierto de la noche, y entonces las cosas se pusieron muy simpáticas. Un espectador le pidió a Powers que tocaran algo de Santana (cosa que, pienso yo, debe resultar una petición muy extraña para un bluesero neoyorquino), y tras una carcajada, el músico emprendió una improvisada pero impactante versión de ‘Black Magic Woman’, con Mauricio Leguízamo alternando en los solos.
Sin duda, un hermoso concierto que se extendió hasta la media noche y fue espectacular. Debo decir que Powers suena mucho mejor en sus discos, en donde la técnica de grabación es espléndida, pero el show de un hombre tan calmado, que se subió enfermo al escenario (tenía una gripa de los mil demonios) y tan entregado al público hicieron de esa noche algo fenomenal.
+ Espere, próximamente, un podcast de la Caja de Resonancia con la entrevista a Powers y apartes del concierto.
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Como muy desgraciadamente no pude asistir al concierto de Muse, me resultó imposible hacer una reseña. Sin embargo, un lector del blog, Alejandro Bonilla, se decidió a hacer la suya y enviarla a la Caja de Resonancia, junto con sus propias fotos, por lo que es posible publicar el siguiente texto… está un poquillo largo, pero vale la pena.
Independencia grita el mundo británico
Por Alejandro Bonilla Carvajal.
El calor era exasperante, decenas de brazos alzaban sus puños, celulares y cámaras fotográficas no querían perderse el clic apropiado. Era necesario empinarse para ver la escena: Matthew Bellamy, guitarrista y cantante de Muse, arropado en la bandera nacional deseaba un “feliz día de la independencia” a través del micrófono en un español bastante particular a los presentes. A continuación él y sus dos compañeros (el baterista Dominic Howard y el bajista Christopher Wolstenholme) regresaban a la tarima tras una pausa y la ensordecedora demanda de la gente por más. Quince minutos más tarde la abandonarían triunfantes, encubiertos por volcanes de humo, todo ello ante el jubilo de miles de personas que no paraban de aplaudir, gritar y eso…sonreír ante la soberbia actuación del trío ingles. Si doce horas antes uno salía a cualquier calle colombiana se hubiese topado con otra imagen: la de miles y miles de marchantes en cada una de las ciudades y pueblos de la nación pediendo de forma pacifica a la guerrilla la inmediata liberación de cientos de secuestrados que tienen en su poder, muchos de los cuales ya acumulan hasta una década privados de la libertad.
Así es Colombia, un rato se llora y al otro se ríe. Por fortuna para los que amamos el rock en su estado más puro y directo, la noche del 20 de julio, ciento noventa y ocho años después del llamado “grito de independencia” tuvimos el enorme gusto de ver en vivo una de las mejores bandas de la actualidad que precisamente inició su exitoso camino de manera independiente. Que tan independizados nos encontremos los colombianos, es tema de un interesante debate, empero, no hay duda que muchos nos encontramos liberados de las pavorosas cadenas de las radioformulas; aquellos “hits” prefabricados con los que nos bombardean las emisoras y cadenas de televisión hasta el hastío. Muse es de esas bandas que demuestran con hechos como congregar a un publico sediento de música virtuosa. Con solo una que otra canción en rotación dentro de la radio comercial, puedo asegurarles que observé como la gran mayoría de los asistentes a este concierto cantó cada canción de su discografía a todo pulmón, como si una por una alguna vez hubiesen sido un ansiado número 1 de algún programador radial.
Muchos habían pedido a los famosísimos (al menos en la capital) The Hall Effect como acto de apertura de este show y la productora les cumplió. A las siete de la noche, las luces se desvanecen y con su orgánica intro la banda sale a tarima. Su cantante Oscar aparece ondeando la bandera colombiana y de manera épica la clava a un costado del escenario. The Hall Effect no perdieron el tiempo, sabían que era poco y la oportunidad que se les presentaba única. El conjunto interpreto temas que les han dado un enorme reconocimiento como la dulce “Unpure”, la siempre efectiva “Aim At Me” o la sensacional “Trip Dog”. Sin embargo al grupo se le noto por momentos el nerviosismo. Tras haberlos visto hace poco en su mini gira “Back To Basics”, era evidente que la banda aun se siente más cómoda en recintos de menor aforo. Bastante estáticos lucieron en sus veintitantos minutos de actuación, en especial su cantante quien no se le vio tan energético como de costumbre. Las primeras filas aplaudían y cantaban, allí se apreciaba que se encontraban varios fans de los locales. Pese a la reticencia de otra parte del publico que se mantuvo bastante frío, temas como “Days” y el sólido “666” pusieron a saltar a la mayoría, destacando que este ultimo es nuevo y estará en su venidero segundo álbum. En “666” sobresale el gran trabajo que hace el guitarrista Charry con el manejo de texturas y tonos. The Hall Effect pasó la prueba y contó con la fortuna de dos factores que generalmente no acompañan a los teloneros: buen sonido y apoyo por buena parte de los asistentes.
Con puntualidad inglesa y marcando las 8:00, la musa arribó. La fastuosa intro resuena en el lugar ante la histeria de los espectadores. “Map Of The Problematique” es la primera en saltar al ruedo y de que forma. La canción es un buen sorbo de lo que es Muse: un riff de guitarra que engancha a la primera, unos sintetizadores que si no te mueves es porque estas sordo y una batería fortísima sincronizándolo todo. Bellamy y compañía dejan claro que acá se viene es a sudar y sin dejar un bache cae “Supermassive Black Hole”, tema pegajoso que goza de un llamativo falsete muy en onda Prince por parte del cantante. Tras cinco minutos en escena los ingleses habían transformado el Palacio en una autentica pista de baile.
“Dead Star” es posiblemente el tema más pesado en el repertorio del conjunto y si uno lo escuchara sin tener referencias previas de sus autores juraría que se trata de una banda de tintes metálicos. El poderoso riff explota con la voz de Bellamy a tope y unos sintetizadores muy interesantes hacen la contraparte a tanta distorsión. Una curiosa inclusión en el set list de aquella noche. Momento para un clásico obligatorio “New Born”, aquí Bellamy pasa del emotivo piano a una guitarra que roba el espíritu de Tom Morello con una naturalidad excepcional. “Butterflies and Hurricanes” fue otra de las mas coreadas por los asistentes y donde el polifuncional Bellamy se muda en un cerrar y abrir de ojos de un sobrado punteo en su platinada guitarra a quedar solo tocando el piano ante la histeria colectiva y la explosión de los volcanes de humo como marco de todo aquel derroche de talento.
Sentado de nuevo en su piano blanco, el cantante vuele a ser el foco de atención (si es que en algún momento no lo dejo de ser) interpretando la elegante “Feeling Good”, en la que los cambios de su voz son el eje del tema y que cuando se apoya en un megáfono le dan un toque único a su ejecución. Es en vivo donde este grupo le da peso a sus composiciones, así lo enseña “Sunburn”, donde el piano es protagonista de inicio a fin y que cuenta con el acoplado respaldo de la base rítmica del bajista Wolstenholme y Howard en la batería. Todo puesto bajo un juego de luces fantástico y a su vez las cautivantes imágenes que acompañaban a varias de las canciones en la pantalla gigante detrás de los músicos.
“Hysteria” puso a saltar a todo el mundo de nuevo formando uno de los mayores karaokes colectivos que yo recuerde. Bellamy no tiene inconvenientes para conectar con sus seguidores pese a tener siempre ocupadas sus manos; alzaba su guitarra, tocaba de rodillas, iba hasta donde su baterista para tocar muy cerca de este y regresaba al filo del escenario para empujar a los extasiados fieles. El bajista Wolstenholme es el ángulo opuesto, sobrio desde su atuendo, se mantiene firme en su posición asintiendo con la cabeza y apoyando en los coros. La tripleta conformada por el súper sencillo “Starlight”, la oscura “Time Is Running Out” y la eléctrica “Stockholm Syndrome”, terminaron dejando a Bogotá rendida a los pies de la musa.
Tras unos minutos los músicos retornan con la bandera colombiana a sus espaldas. Bellamy felicita por ser el día de la independencia, mientras que Howard colocaba el tricolor patrio sobre su kit transparente de batería. Entonces piden a la gente sacar sus encendedores del bolsillo (aunque los celulares fue lo que primo) y acompañarles con la serena “Soldiers Poem”, una bellísima canción que cuenta con guitarra acústica y una tenue percusión acompañándola. La voz de Bellamy parece un arrullo, confirmándonos como todos los caminos son posibles en el universo Muse. Muy en esa línea arranca “Invincible”, con el uso del slide en guitarra se consigue un ambiente sideral que realmente estremece al escucha y que va a uno de esos big bangs formidables a los que nos tiene acostumbrados la agrupación.
“Plug In Baby” es otra buena andanada del más puro rock británico y consiguió que en la parte frontal todos brincaran como si el concepto de cansancio no existiera. Con la fiesta en su punto sobre nuestras cabezas rodaron globos blancos gigantes que al ser explotados brindaban papelitos picados. Con la alegría desbordada una enorme distorsión se hizo presente dando paso a continuación a la galopante “Knights Of Cydonia”. Tema envolvente donde los magníficos coros del inicio transportan a la melodiosa voz de Bellamy que cautiva de nuevo, haciendo cantar a todo el recinto al unísono. Los volcanes de humo se hicieron notar por segunda ocasión y ante aplausos, gritos y eso…sonrisas, muchas sonrisas el trío (o bueno cuarteto si damos crédito al fundamental encargado de los sintetizadores) se marcharon felices. Y no era para menos el listado de temas fue el indicado y el sistema sonoro nunca defraudo. El más encantado parecía ser Howard que no dudo en ir al frente para agradecer a todos su asistencia.
Fue un día especial en este lado del mundo: nos levantamos recordando que somos una nación en guerra, con graves problemas sociales y con muchas personas lejos de quienes quieren por años. No obstante, nos acostamos sabiendo que el rock es algo prospero en estas sangrientas tierras; amamos la buena música y ante todo muchos no hemos perdido la capacidad soñar que todo puede algún día ser mejor. Mas aún, cuando una buena musa te inspira a sonreír y cantar.
Otra reseña de Muse con videos y todo, en el Robotrock Blog. Videos de del concierto de Muse en Bogotá, los encuentran en este enlace.
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Gracias, Alejandro. Suerte y pulso (y feliz fin de semana) a todos.