El primero triunfó en un escenario que estaba por inventarse y, en cierta forma, él se lo inventó. Y la segunda, una artista emergente, fenómeno de MySpace en España, que viene a Bogotá para dar una presentación exclusiva. 
 

Este jueves, a las 8 p.m. en Mapa Teatro (Bogotá), hay un show gratuito de una cantante española de escasos 22 años, llamada Lourdes Hernández, y su banda Russian Red, que presentará todo su material de influencias folk, de ese círculo de The Shins, coco Rosie, Aimme Mann y Cat Power, pero cocinada en Madrid. Música muy al estilo de banda sonora de ‘Juno’.

Como generalmente las cosas gratuitas tienen que lidiar con el karma de la subvaloración de la gente, debo explicar que aunque es un show de entrada libre, esta es una visita exclusiva de una cantante que está haciendo bulla en Europa, es catalogada como artista revelación del momento en su país, y solo viene a Latinoamérica -por primera vez- para este toque. El asunto es posible porque es un evento dentro de la celebración Fiesta España 08. En cualquier otra situación, habría sido un concierto con boleta paga.

Su música se puede escuchar en su MySpace. Tiene un disco titulado ‘I Love Your Glasses’, bastante dulce y sin duda práctico para compartirlo con no melómanos. No es música sofisticada, es música de autor: una propuesta en la que uno toma la decisión si le convence o no. A mí me parece chévere. 

Por demás, Lourdes es divina. Me tiene enamorado. Tiene un carisma simpático y se oye genial cuando explica cómo el papá la inundó con música de los Beatles, Paul Simon, Buffalo Sprinfield. Me mató cuando me dijo que oía The Kinks cuando chiquita.

A continuación, una simpática entrevista con Lourdes en un programa de la televisión española. 

 

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Cierto es que todo muerto es bueno. Antes solíamos referirnos a Óscar Golden en tono de broma, y ayer lo vitoreamos como ídolo nacional. Fui el encargado de hacer el perfil del artista para El Tiempo y la tarea era destacar ese Golden bonachón, ese inolvidable sujeto del Club del Clan. Era la tarea. Pero lo que noté ayer, independiente de si cantaba bien o mal (anoche Vicky reconocía que no era una gran voz sino que tenía un talento especial para encantar al público) es que sus canciones dulzonas fueron un bálsamo para el país.

Ayer veía sorprendido cómo toda la gente tarareaba el famoso corito de los ‘Zapatos Pom Pom’, una composición del español Johnny Tedesco: secretarias, compañeros de oficina, gente en la calle. Rara vez uno nota que una melodía sea TAN pegajosa. Y era una cosa de lo más sencilla.

Creo que el éxito de un sujeto como Golden, que hizo trizas el paradigma del cantante de palo que no se movía, que se aferraba a ese micrófono como si al soltarlo se le fuera la vida (respetuosamente, al estilo Víctor Hugo Ayala), estuvo en que cantaba acerca de pendejadas en un momento en el que era importante hacerlo porque daba alivio a un pueblo embargado por un montón de problemas.

Se referían en el especial VH1 las 100 mejores canciones en español de los ochenta a ‘Osito Panda’, de Yuri, como la que distrajo a la población mexicana en momentos en que afrontaba una de las peores crisis económicas que había vivido ese país en mucho tiempo. La forma en que todos los ojos voltearon a escuchar una canción para evitar sufrir por la realidad, es algo que resulta absurdo y a la vez lógico: tomar para olvidar, vivir un sueño etéreo, chupar pegante para no sentir hambre.

Concluí que el "pom – pom – pom popopopom-pom" era un mantra. Una oración por la banalidad para una generación que necesitaba ser banal: venía con todas las restricciones mentales de la educación católica y quería liberarse. Empezó a ver en las películas a César Costa y Enrique Guzmán que conquistaban niñas en vestidos de baño "monopieza", en las cálidas playas de Acapulco, y dijo "¿Y nosotros por qué no?" Y valían huevo el álgido momento político de una democracia en construcción… mejor quedémonos con la chica de los zapatos de pom pom.

En ese sentido, creo que es inevitable plantearse si entre las posibles funciones que se le atribuyen a la música se pueda contar esa: la de distraernos de nosotros mismos.

Gracias por el mantra, amigo Golden. Buen tipo. Paz en su tumba.

Suerte y pulso.