Bob Dylan desmenuzado / Un Satriani entregado al público
Supongo que no es novedad, al menos para mucha gente, hablar de la película ‘I’m not there‘ a estas alturas de la vida, pues fue puesta en teatros estadounidenses en noviembre del 2007 -incluso ya pasaron los Oscar-. Pero el DVD está llegando a las tiendas colombianas y hasta ahora tuve la oportunidad de ver esta excelente película de Todd Haynes. Si no la han visto, aprovechen.
¿Una biografía en la que no se nombra al "biografiado"? Si, es algo así. ‘I’m not there’ es una película sobre Bob Dylan en la que él no aparece ahí -más explícito no puede ser el título- y sin embargo está latente todo el tiempo a través de seis retratos: el cantautor Jack Rollins, el rockero Jude Quinn, el ampón Billy The Kid, un pequeño Woody Guthrie afroamericano, el poeta Arthur Rimbaud y el actor Robbie Clark.
A través del sexteto de rostros (Cate Blanchett, Christian Bale, Marcus Carl Franklin, Ben Whishaw, Richard Gere y el extinto Heath Ledger), Haynes muestra todas las caras del mítico músico estadounidense. Desde su infancia y surgimiento en el campo, hasta la vejez de un hombre que quiere huir de su pasado pero no puede evitar pronunciarse ante lo que le parece injusto con su gente.
Pero ojo, no se trata de ensalzarlo como a un heroe: La película lo baja del pedestal en innumerables ocasiones. Lo humaniza aún más. Lo muestra fugitivo de su propio talento, incluso como una copia de Woody Guhtrie que no encuentra las palabras para hablar de su propia generación, sino con palabras prestadas. Ese retrato, el del pequeño WG de color, es la primera patada en la cinta. Pero es una secuencia hermosísima.
Los otros retratos muestran sus decepciones como hombre de familia, su faceta de poeta maldito, las impertinentes salidas de madre que lo condenaron al escarnio por no encajar en la dirección sobre la cual se movía la sociedad estadounidense en los años sesenta, y particularmente, documenta el momento en que Dylan decepcionó a sus fanáticos en todo el mundo cuando saltó al formato eléctrico. La gente le exigía mantenerse como una postal del folk y fue condenado cuando dijo que no era más folk. Qué terrible situación para un artista, ser encadenado a una forma de contar historias.
Los personajes de Bale y Ledger parecen fotografías de una época exacta, la de The Freewheelin‘, atadas a la época del cine y la televisión que comenzaron a registrar al artista.
El cierre no puede ser más poético: el artista que continúa dando vueltas en una gira sin fin por todo el mundo, a donde lo lleve el camino, y al parecer, siempre huyendo de sí mismo. Un personaje interpretado por Gere y embadurnado por la estética que siempre mantuvo a The Band, la banda que vio la luz en compañía de Dylan.
Para los puristas en Dylan, la película es un deleite porque usa un montón de referencias a sus canciones, personificadas en situaciones y personajes secundarios.
A continuación, un video que hace parte del dvd The Last Waltz, de The Band con Bob Dylan (hay un montón de invitados ahí, Neil Young, Ringo Starr, etc):
Aquí, algunas reseñas de la cinta: Rolling Stone Mag, New York Times, MyMag, Metacritic.
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Satriani se lució en Bogotá
Suelen decir de este mago de la guitarra que su genio lo hace susceptible a los arranques de ira y que suele no ser muy amigable. No hay nada como enfrentar la realidad viendo las cosas de primera mano para darse cuenta de que Satriani no sólo es un artista entregado a su público, sino que además, al menos en este momento, no deja de ser receptivo con nadie.
Su concierto en Bogotá el pasado viernes fue un espectáculo gigante en muchos aspectos. El Palacio de los Deportes no se llenó, pero estuvo a la altura, pues el público le pedía temas como si se los supiera todos, y él lo notó.
Una presentación que es sólo instrumental requiere de mucha concentración de un público que no vaya a dar su brazo a torcer. Y eso ocurrió. Satriani tocó durante casi dos horas con una banda excelente, en la que, pese al formato ‘guitar virtuoso’, se destaca su baterista Jeff Campitelli y, sobre todo, su bajista Stu Hamm, quien dio unas clases concisas de lo que se trata hacer de este instrumento algo más que una compañía.
Hamm hizo algo muy simpático, y de paso me hizo tragar mis palabras: En alguna ocasión yo decía que se veía muy gracioso que a todos los artistas les cantáramos "oeeee, oe oe oeeee, fulanoooó, fulanoooó, oeeeee oe oe oeeeee, fulanooooo fulanoooooó". Pues bien, este señor, en su solo, se ha tocado el oe oe oe perfecto, y la gente le dio gusto tarareándolo. Maldito, pero qué bien toca. Por algo ha hecho parte de innumerables proyectos.
Tocó casi todo el álbum ‘Surfing with the alien’ y buena parte del ‘Engines of Creation’, del ‘Time Machine’ y del ‘Fliying in a dream’, entre los que recuerdo, además de varias canciones de ‘Professor Satchafunkilus and the Musterion of rock’, su nuevo álbum. También una que otra versión de viejos blues.
Si a mí me preguntan qué fue lo mejor del concierto, aún con la calidad de todo lo que tocó Satriani con su banda, es el encuentro de un sinfín de guitarristas colombianos con un espectáculo como este. Cierto es que mucha gente dice ser artista de rock sin haber tenido en frente a quienes debería considerar sus maestros; lo que hizo Satriani fue dar otra clase magistral para un público plagado de talentos que al haber visto a Satriani se habrán inspirado de mil formas con su música. Un ejemplo: la velocidad o la ‘pesadez’ no son lo importante, sino la calidad, la limpieza interpretativa y la pasión.
Aquí algunos videítos:
Suerte y pulso.
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