Desde el año pasado se siente un fenómeno de recordación de los talentos iniciales del rock en Colombia y, en medio de esa coyuntura, se fue Miguel Durier, un rockero de los duros de aquella época de los sesenta. Hoy, un corto homenaje a su figura. Luego, en la segunda mitad del post, les comparto una preocupación que tengo…

 Evelyn Glennie, la gran baterista, en las crónicas de SoHo:
Los invito a leer la entrevista que mi colega y amigo Jaime Monsalve le hizo a Glennie, la percusionista sorda que, por fortuna, es muy importante no por ser sorda sino por ser posiblemente la mejor baterista del planeta. Una historia muy recomendada porque nos enseña a comprender con mayor profundidad el valor de la música. Cuando veo a Glennie, me río de todo lo demás. Qué majestuosa que puede ser la música.

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MIGUEL DURIER, gigante del rock

(En la foto, Durier durante un ensayo con otros ex Flippers, y en medio de la grabación del documental ‘Al compás del rock’ / Cortesía Tania Moreno)

Hay muchos contrastes en la historia de los años sesenta. Uno claro es que Oscar Golden fue despedido con bombos y platillos como heroe nacional, con la bandera cubriendo su féretro, y un mes después se va Miguel Durier, gran cantante de la época, pero por su onda subterránea y marginal, no cuenta con la misma suerte -Hay que reconocer que La W Radio ha estado pendiente-.

Durier se fue en su ley. Su último acto rockero ocurrió apenas el pasado 15 de agosto, cuando se reunió con los otros ex Flippers y con la banda La Leyenda para tocar en el concierto que organizó el otro gran flipper, Arturo Astudillo, el famoso ‘Los 60 de los 60’, en el Palacio de los Deportes. Horas después del concierto, comenzó a sentirse mal y, ya en la clínica, le detectaron un infarto cerebral que le arrebató la vida una semana después, el pasado sábado 23 de agosto.

No sólo fue figura en Flippers, no fueron sólo ‘psycodelicias’. Durier también fue el fundador de una banda que se llamó Glass Onion, con un evidente culto a los Beatles; miembro de La Planta, añitos después, e integrante de la banda mexicana Los Crickets.

Este es Miguel Durier, tocando ‘Lucky Man‘ -original de Emerson, Lake and Palmer– junto a otro de los grandes rockeros nacionales, Ernie Becerra:

A continuación, un video realizado por el investigador Felipe Arias, acerca de los primeros años sesenta. Tengo la impresión de que en el minuto 2:09, los guitarristas son Arturo Astudillo y Miguel Durier:

El sicodelicioso Durier, aquí tocando en la Ferrans Band, agrupación de Camilo Ferrans, otro genio del rock nacional:

Paz en la tumba de Miguel Durier.

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¿Y si la música se vuelve sólo ringtones y videojuegos?

La pregunta puede sonar extremista, pero no es tal. Teniendo en cuenta que muchos tenemos debilidad por poner canciones en los celulares y la categoría "mejor ringtone" ya hace parte de innumerables premios importantes en la industria musical, este no es un asunto moral sino una coyuntura real: la industria musical y los ringtones ya establecieron un matrimonio.

Y lo mismo pasa con los videojuegos. El primer paso, uno positivo, es que los grupos de rock hagan canciones para videojuegos. Eso no está mal. Pero ahora, cuando hay videojuegos en los que la música no es acompañante sino es la misión del juego, las cosas trascienden a un nivel superior… y así, la música puede cambiar para siempre.

¿Qué impacto tienen estas tendencias en el espíritu creativo de un artista?

El viernes pasado, Metallica lanzó el primer sencillo de su nuevo álbum ‘Death Magnetics’. La canción ‘The Day That Never Comes’, reseñada múltiplemente en blogs, páginas y periódicos, ya se puede escuchar completa en streaming en esta dirección.

También hay ya unas pruebas cortas de streaming del resto del álbum… clic aquí.

Mucha gente se pregunta "¿Por qué es una pista de ocho minutos?"

Como les comentaba en un pasado post, Metallica encontró un mercado alternativo en ofrecer sus canciones para descarga especial como ejecutable de Xbox, para los juevos Rock Band, el mismo día del lanzamiento mundial del álbum (aquí, la noticia). Y lo que siento después de escuchar ‘The Day That Never Comes’ es, claramente, la sensación de que estoy escuchando una pista diseñada especialmente para un videojuego simulador de banda de rock.

Un comienzo pausado con escalas tonales sencillas que funcionan como pregunta-respuesta (de tono alto a tono bajo, luego de tono bajo a tono alto). Luego acelera, la batería marcada, el bombo muy brillante y limpio para que sea más visible.

Múltiples cambios del ritmo, casi como si fueran cuatro canciones en una, en el minuto 3:40 comienza la aceleración y el videojugador se prepara porque viene lo más jodido. De repente, minuto 4:05, otra escalera sobre cuatro tonos que me recuerdan los cuatro botones amarillo, rojo, azul y verde del control del Xbox… Minuto 5:01, nueva aceleración, punteo sobre cuatro tonos.

Éxtasis, minuto 6:27, las guitarras a toda velocidad, el reto, lo más jodido de lo jodido. Hasta dónde puedes llegar, cuántos tonos vas a cachar. Este es el nivel máximo. Gamers del mundo, preparaos para el reto final.

Yo me pregunto por el proceso creativo… me pregunto si se sentaron y dijeron "bueno, vamos a hacer una canción con la que los pelaos se revienten pulsando esos botones". Ojalá no, pero la sensación que queda es esa: su primer sencillo es un bocado para el gamer.

¿Que no importa? A mí me parece que sí importa. Si la música se comienza a pensar desde el estudio como si fuera para videojuegos o para ringtones, se transformará en algo diferente. Por ejemplo, si un celular no tiene la capacidad para reproducir fielmente los tonos bajos y lo que oímos suelen ser los tonos altos, y un músico se sienta a pensar así, en algún punto tendremos una canción en la que no importe el bajo. Eso, por llevarlo a extremos. Imaginen si la música se comienza a determinar por el número de botones de un joistick.

Tal vez no es comparable la idea, pero no sé si recuerdan lo odiosas o graciosas que resultaban las adaptaciones de la música a tonos midi, cuando comenzaba Internet y uno abría una página web y le sonaba una canción de los Beatles en midi. El formato altera el mensaje. Era lamentable.

Una cosa es tomar las canciones para reproducirlas en el Xbox, como banda sonora, y otra, escribir canciones para el Xbox y que estas sean la forma en que una banda mítica intenta reconquistar a su ferviente público. Estresante situación… Claro, siempre habrá músicos que respeten lo original… ¿Qué opinan ustedes?

Suerte y pulso.