Le había dado largas a escuchar el reciente trabajo de Enrique Bunbury, ‘Hellville De Luxe’, porque sus anteriores trabajos me parecían algo aburridos… Si, hay que reconocer que eran personales y marcaban distancia de Heroes del Silencio, pero me aburrían.

Entonces me llegó el ‘Hellville…’, con una tapa que en la foto evoca sabores de un Neil Young en horas de descanso, echado sobre una mecedora, y pensé «mmm, vamos a ver». Y encontré, bajo el nombre en la contracarátula, la leyenda «al final, para un hombre de mundo, es muy exótico volver a casa». Mmmm, «interesante, ¿un retorno?». Desempaqué y empecé a darle rienda suelta. Tamaña sorpresa.

El Enrique Bunbury de este disco es el músico básico que yo esperaba escuchar. Es eléctrico, bluesero, sucio y sin pretensiones. Vuelve a fórmulas sencillas que gustaron del rock de Heroes del Silencio, pero tampoco como para quedar a la sombra del grupo. Saca a relucir, eso sí, todas sus influencias, y se ven bien interesantes, porque parecen fundamentadas en Bob Dylan. Si no, que lo diga ‘Aquí’, la canción acústica que cierra el disco:

 

Para rockeros de los bravos, recomiendo los cortes ‘Si no fuera por ti’, ‘El hombre delgado que no flaqueará jamás’ y ‘Todos lo haremos mejor en el futuro’, que tiene cierto tufillo a lo Tom Waits. Tres canciones definitivamente nuevas dentro de lo que conocemos de Bunbury.

Pero las grandes canciones, completas en letra y música para los que disfrutan de una buena evocación espiritual, son ‘Canción cruel’ y ‘Bujías para el dolor’:

Esto es ‘Bujías para el dolor’, la gran canción:

El disco tiene, además, una versión extendida doble en vinilo, para coleccionistas. Qué sabroso ver a un buen músico que, luego de intentar experimentar y no hacerlo mal, de repente decide volver a un sonido clásico y sacarla del estadio. Repetir fórmulas no está mal cuando se puede aportar en el género.

De precios astronómicos para artistas en momentos no muy brillantes

Tengo mucha curiosidad por saber cómo le va a ir al concierto de Fito Páez de este sábado, en el Coliseo El Campín. No por gusto, pues Fito no me despierta muchas emociones, sino por los insólitos precios de boletería que puso la empresa Addictive Concerts (boletas en tuboleta.com): de 95.000 a 295.000 pesos.

Es impresionante: Recuerdo que hace unos ocho años, la boleta más cara para un Fito en un medianamente buen momento costaba 80.000 pesos. Si, claro, la devaluación de la moneda… pero el asunto es que ni Calamaro costaba tanto y ese, que nunca había venido a Colombia, sí está en uno de sus mejores momentos.

Fito viene con una racha de álbumes que no han calado, nadie se acuerda de ellos (‘Rodolfo’ (2007), ‘El mundo cabe en una canción’ (2006), y ahora el concierto ‘No sé si es Baires o Madrid’), y he hablado con personas que decían amarlo hace 8 años y me dicen que ni siquiera tienen pensado ir el sábado ni saben identificar alguna canción después del álbum ‘Abre’…

¿Por qué tan costosas esas boletas? Increiblemente, las primeras dos localidades son casi tan caras como el concierto conjunto R.E.M. y Mars Volta y son definitivamente más caras que el esperado retorno de Fabulosos Cadillacs y que Iron Maiden, y Fito no trae un Eddie gigante. Cierto es que el argentino tiene su look a lo Quijote de la Mancha y que el coliseo vendría siendo un inmenso y por supuesto muy viejo molino de viento, pero esto ya parece una locura.

Y lo que me parece más preocupante es que esta empresa está barajando la posibilidad de traer a Daft Punk, que sería un tremendo espectáculo, pero con esos precios para Fito no me puedo imaginar cuánto están pensando cobrar por los electrónicos. Ay Dios.

Suerte y pulso.