Recomendaciones médico-musicófagas para los amantes del ejercicio, según un doctor que descubrió lo obvio: que la música tiene un efecto poderoso sobre la actividad física. Además…
 

La Prohibida, en Bogotá. Interesante propuesta española de electropop llega a la ciudad, a presentarse en el pequeño bar Sargento DoDo, el próximo 8 de febrero. La Prohibida [MySpace] toma muchos elementos de la excelente Fangoria, casi calcados, pero eso no necesariamente es algo malo, al contrario, bacano tener esa buena cuota de pop español acá. La propuesta es muy visual, bastante retro, con reminiscencias de Barbarella y cosas así, bien simpático. El show va a ser bastante reservado, por lo que parece que hay que reservar. Más información acá.

 

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Música que llega al corazón

 

Hace unos tres o cuatro meses me pegaron uno de los peores sustos de mi vida. Un médico que creo que sacó su diploma de la Universidad Tecnológica de Chapinero -la que dirigen Arias y Troller- interpretó los escandalosos resultados de un examen de sangre y me dijo, así sin vaselina, que tenía 36% de chance de que en 10 años me diera un ataque cardiaco.

 

«Listo, señor, muchas gracias por venir, ya puede volver a su oficina», me dijo y abrió la puerta de su consultorio… y yo salí con el corazoncito en la mano. Empecé a contar los días.

 

Entonces me puse en la tarea de meterme a un gimnasio, algo que antes no me habría entrado en la cabeza. Por supuesto, era consciente de que sobre aquellas máquinas me vería como el señor Fielding Mellish en el executioniser, como en la cinta ‘Bananas’, de 1971:

 

 

Santo cielo.

 

Cuando ya había aceptado la idea de hacer parte de esa cultura plástica del tributo al músculo -en mi caso, un músculo llevado a su más mínima expresión-, un segundo examen médico reveló que todo había sido un error y las cifras habían salido mal, que mis triglicéridos son una maravilla y que puedo seguir comiendo chunchullo, hamburguesas, cocacola, etc… por supuesto, no volví a gimnasio, aunque debo decir que fue una experiencia muy interesante y fructífera en el poco tiempo que estuve. Van unas mujeres espectaculares.

 

Pero me quedó la revista del gimnasio, titulada ‘Bodytech Fitness Magazine’, que por supuesto encontró un lugar sobre el tanque del inodoro. Cada cierta visita al trono me deleito con sus artículos, especialmente uno realmente simpático, titulado ‘¿Qué música oír a la hora de entrenar? / El ritmo al ritmo de su corazón’.

 

Cuenta el texto que las investigaciones de 20 años del sicólogo griego Costas Karageorghis, profesor asociado de sicología del deporte de la Universidad Brunel, de Inglaterra, arrojaron que hay «cierta ciencia en la selección de canciones efectivas para acompañar el ejercicio».

 

Explican que el estudio señaló que escuchar música que sincronice con el corazón durante la actividad física mejora los resultados porque es un motivador físico y una distracción de la fatiga. Y que por eso se inventó la Escala Brunel de Calificación Musical, en la que la cosa funciona así: «La música más apropiada es la que oscila entre los 120 y los 140 golpes por minuto».

 

Según esto, ese ritmo se acerca a la rutina física de 20 minutos de máquina escaladora en un gimnasio, apunta el texto de Bodytech Magazine. Así mismo, que para una persona que camina de 4,8 a 7,25 kilómetros por hora, lo más indicado es música que oscile entre 115 y 118 o 137 a 139 bpm (beats per minute), pero que si lo que hace es correr, estará en 147 a 160 bpm.

 

Nada de esto es loco: Muchas emisoras de radio programan su música de acuerdo al «biorritmo»… por ejemplo, para horas de la tarde, música más suavecita, mientras que por la mañana, algo bien enérgico para despertar al oyente. Lo mismo pasa con la música en los supermercados o en los consultorios odontológicos, responden al ritmo que quieren ponerle a nuestros corazones. Me acuerdo de mis años mozos, cuando ponía AC/DC antes de ir a un partido de fútbol y terminaba clavándole los taches a alguien.

 

Para saber qué música responde a esas medidas de bpm, propone el artículo aprovechar una herramienta gratuita en Internet que se llama el BPM Meter, un metrónomo digital que va contando los beats por minuto que marcarían el ritmo del corazón. La dirección para descargar el programa es esta.

 

Quería probar qué tan efectivo es este software, aunque tiendo a creer que por muy precisas que sean estas estrategias de medición, la música es mucho más que sólo contar beats. Pero bueno, interesante darle la oportunidad.

 

Lo que hace BPM Meter, según las instrucciones, es que mide los beats por minuto que marca la percusión, al reconocer el golpeteo que está por encima de los 200 Hz, y advierte que cuando no hay batería seguramente medirá erróneamente. La fuente del sonido es todo lo que registre la tarjeta de audio: lo que entre por Line In, micrófono o incluso lo que se reproduce en el CD player o en programas como iTunes, WinAmp, etc. Incluso del MySpace.

 

Me puse a medir algunas canciones de la musiteca y esto fue lo que registraron.

 

Comencemos…

Con ‘Vertigo’, de U2, fue tremendamente errático, moviéndose entre 71 y 223 bpm.

‘I Will Survive’ -en versión de Cake, por supuesto-… 132 bpm… sería una canción perfecta para el ejercicio.

‘The Golden Path’, de Chemical Brothers y Flaming Lips: 139.5 exacto en toda la canción… perfecta.

‘Right Here, Right Now’, de Fatboy Slim… 247 bpm.

Con ‘Astro Saluki’, una pieza electrónica suave del grupo mexicano Telefunka, osciló entre 64,8 y 96.3, y regularmente marcaba un extraño 147 que no sé de dónde lo registra.

‘Superstition’, la maravillosa de Stevie Wonder, con un claro beat muy marcado… se mantuvo entre 100 y 101,8 en el primer minuto… y se fue acelerando a oscilaciones entre 102 y 104 en el segundo minuto… aún con la aceleración, sería muy despaciosa para el efecto de ejercicio que propone el artículo de Bodytech.

‘Funky Monkey Baby’, de Scissor Sisters, un beat claro. 123 a 131 bpm… sería la canción perfecta.

‘Fiesta Funk’, de Los Tetas, de Chile, excelente banda, y buena participante en Rock al Parque. 122,9 casi constante. Perfecta.

‘Made in America’, una super canción de uno de mis grupos de rap favoritos, Del Tha Funkee Homosapien, marcó un muy extraño 69,1… debe estar mal.

Volvamos a lo electrónico, ‘Human After All’, de Daft Punk… 139,7 constante. Bastante bien.

‘One Way Interrail’, de la artista que hablábamos al comienzo del post, La Prohibida… ¡123!

‘Electricistas’, de Fangoria… 129, perfecto.

‘Get off your ass and jam’, de Funkadelic… 120 constante.

‘Woman’, de Barrabas… puro funk del bueno de mediados de los años setenta… entre 120 y 127… ¡perfecta! Parece que el beat del funk es el que mejor responde a estas mediciones.

Aunque con la banda de acid jazz ‘Brooklyn Funk Essentials’ me fue mal… 55 bpm… ¿Para dormir? ¡Nunca!

 

A ver, ahora más pesaditas…

‘Pictures of Home’, de Deep Purple, marcó 219 y 222.

Con ‘Cruxificados pelo sistema’, de Ratos de Poráo, entre 158 y 192.

‘Henchman Ride’, de Testament: entre 198 y 240.

‘Du Hast’, de Rammstein… ¡¡¡¡128,5 constante!!!!

Pongámonos exóticos:

‘Callejera’, de Alci Acosta. 61,5. Pero a veces tomaba la marca rítmica de las maracas… 217.

Con una canción que es tan «ligera» y reflexiva como ‘Eye of Shiva’, de Therion, el aparato no bajó de 230 y alcanzó a llegar a 260. Es decir, totalmente confundido. Si bien la batería está marcando el ritmo del metal, esta es casi una balada que baja el ritmo cardiaco.

 

Mi conclusión: Bien, interesante la escala brunel… aunque ciertamente flaquea muchísimo ante las melomanías… la música no sólo inspira nuestro corazón porque tenga un beat… hay canciones que nos lo inspiran todo sin tener batería, y pueden ponernos a mil. Lo demás, es parloteo científico.

 

Suerte y pulso.