Dos miradas a la música, una desde un artista que prefiere derrumbar la torre de marfil en la que lo encerraban sus fanáticos y así presentar un trabajo ‘evolución’, y otra de una banda que sabe que su negocio está en ser una postal intacta, una ventana a los años setenta.

Tengo en mis manos el nuevo, vituperado y despreciado disco de Chris Cornell y ¿saben qué? ¡No me disgustó!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Viene el Instituto Mexicano del Sonido a la edición 15 de Rock al Parque. Buena cosa, este es un excelente grupo y se nota que los organizadores le están apostando a una edición brillante del festival, que ahora será a finales de junio, para ver si se le hace el quite al invierno. Esta es la primera banda internacional que confirma oficialmente su visita, vamos a ver cómo sigue evolucionando el tema y cuál será el plato principal de la noche. Mexican Institute of Sound [ MySpace ] estará este fin de semana en el Festival de Coachella. Esto es algo de lo que les suena genial:

 

 

 

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Un muy valioso comentario -todos son valiosos- del lector Franzkafka en el pasado post sobre KISS inspiró esta entrada de hoy de la Caja de Resonancia. Decía él en su mensaje, advirtiendo que lo comentaba con total respeto a quienes disfrutaron el concierto y a los gustos de la gente, que si bien el show de KISS era impresionante, musicalmente hablando no le parecía tanto, pues «se quedó en los setenta y principios de los ochenta, con formulas repetidas en rítmica y acordes, sin mayor virtuosismo de sus músicos ni su música (…), pero que, con todo, les funciona y encanta a muchos sin querer decir que ello es malo».

 

Yo estoy de acuerdo. Se trata de una música que se quedó en los setenta. Son fórmulas que se repiten una y otra vez. Pero también creo que ese es el principal valor de KISS y la razón por la cual el hard rock puede concentrar a más de 20.000 almas en cada uno de sus conciertos en el 2009: ser lo que es, una especie de dolomita calcárea del jurásico en un mundo musical en el que todo suena según la orden y la visión del productor musical Timbaland (el tipo mal encarado de la derecha)…

 

Y es que, después de la polémica discusión sobre si el reciente disco de Axl Rose representa realmente a Guns N’ Roses, si gustó o no gustó, si era el giro que debía dar o no, uno se pregunta qué tan viables son las ‘evoluciones musicales’.

 

A esos brincos sonoros les debemos muchas músicas interesantes… imagínense si Pink Floyd no hubiese evolucionado desde el ‘A saucerful of secrets’ y la influencia de Syd Barrett, que es grandioso… no habríamos podido conocer los discos que amamos de esa banda. Le habría pasado lo mismo de The Moody Blues, un gran grupo con un repertorio radicalmente limitado.

 

Pero también es cierto que muchas de esas evoluciones resultan ser involuciones o, en el peor de los casos, acaban con bandas que nos gustaron. O lo que ocurre ahora… la parábola de Chris Cornell.

 

Arranquemos con KISS

 

Por ser un tributo al primer ‘KISS Alive’ (1975), la gira KISS Alive 35 años se concentró en ese material clásico del grupo (de hecho, el setlist comienza tocando en el mismo orden de hace 34 años las primeras 14 canciones -excepto por ‘Forever’-). No sonó por eso nada del material de los discos ‘Carnival of Souls’ o ‘Pycho Circus’, de los años noventa, que podrían ser posiblemente los más ‘evolucionados’ en la producción de la banda neoyorquina -y también, los menos queridos por el público-.

 

Aún así, KISS siempre ha seguido una fórmula clásica dentro del hard rock, un género que no presenta mayores evoluciones sonoras desde que se inventó. Las fórmulas de AC/DC y Alice Cooper siguen siendo las mismas, al igual que KISS. De hecho, creo que permanecer añejo hace parte de la marca. Aún permanece en el aire el anuncio de Paul Stanley de un nuevo álbum de KISS en estudio para el 2009 que estaría orientado como «un sonido KISS real de los años setenta».

 

Mi conclusión del concierto de KISS es que es un gran espectáculo de una postal del hard rock y el glam. Eso puede gustarle a mucha gente -a mí me encantó- o bien puede espantarla. La reacción alérgica es entendible. Pero yo me pregunto -sin ánimo de llegar a una respuesta- cómo podría ser la evolución de KISS… ¿Sería como Koyi K-Utho, un buen metal industrial con máscaras blancas y negras mutantes? ¿Sería algo nuevo, inesperado como lo fue la banda en 1974? O simplemente sería un fracaso… Quién podría saberlo.

 

 

Supe de gente que se salió del concierto de KISS por aquello de no soportar toda la actitud ochentera del grupo. Que si Paul Stanley se agarra las nalgas y finge un beso apasionado, parece ser un extraviado video musical de aquella época de cursilería metódica. Es entendible, no todo el mundo puede soportar esa locura retro. Pienso que si alguien iba a ver a KISS debía saber qué era lo que iba a pasar. En fin, es cosa de gustos.

 

Musicalmente, cierto es que la virtuosidad de los cuatro músicos no es necesariamente un derroche de improvisación ni de genialidad. Yo ví el solo de Thayer y el solo de Singer en Buenos Aires y SON IDÉNTICOS a los de Bogotá, no hay improvisación alguna ahí… Es que estas muestras de virtuosidad no se tratan del músico que entra en una comunión introvertida con su instrumento y empieza, como en el jazz o el blues, o como Eric Clapton, a crear notas sobre la marcha como si no hubiese público enfrente… no, este show de KISS es calculado y planeado hasta el último detalle, en el que cada solo está hecho para el goce del público. Son solos muy básicos, pero con notas en tonos altamente contagiosos de emoción. Tonadas que gustan, que son masticables como un chicle y el público consume por igual. Son notas cliché del rock, porque como bien dicen al principio, están jugando a ser el show de la que sería la mejor banda de rock del planeta.

 

Ahora, el otro lado… Chris Cornell

 

Si hablamos de evoluciones, la reciente de Chris Cornell llegó al mercado como una cirrosis crónica. Muchos fanáticos del artista han sentido que se trata de una especie de traición al sonido rock alternativo que él ayudó a sembrar, primero en los noventa como Soundgarden, luego como Audioslave en este siglo.

 

‘Scream’, el nuevo álbum de Cornell -el tercero en su carrera en solitario-, producido por Timbaland (si, el malencarado de arriba), contiene 13 canciones. Todas están marcadas por una fuerte influencia del neo-soul, de los beats electrónicos, las programaciones, los sintetizadores y claramente, muy poca guitarra. De hecho, la carátula y contracarátula del álbum no pueden ser más claras sobre lo que quería decir, y es «me mamé de la guitarra, ya no quiero ser un semidios del rock».

 

Básicamente, el disco comienza con lo siguiente, el sencillo ‘Part of me’… Digamos que la frase «That bitch ain’t a part of me’ suena a frase de Britney Spears o Lindsay Lohan, pero acá la dice Cornell… ¡auch!:

 

 

Aunque las reseñas señalan que todo el disco es como este corte, a mí me pareció que no todo es así…

 

El crítico Stephen Thomas Erlewine, de Allmusic.com, le dio a ‘Scream’ una calificación de 1,5 sobre 5, y dijo: «Es acertada la interpretación de que cada uno (Cornell y Timbaland) está abandonando sus fortalezas, incluso su sentido de lo que son, en una extraña crisis de mediana edad que comparten». Rolling Stone Mag le dio 2 sobre 5 y dijo «se siente como si perteneciera a una cápsula de tiempo, una extraña mutación que sólo pudo haber nacido en esta década». David Marchese dijo en Spin Magazine que Cornell «apela extrañamente a una eficiencia elaboradamente vacía» (algunas veces me gustaría entender qué pretenden decir estos críticos con esas combinaciones de palabras). 

 

Interesante la reflexión que plantea el lapidante blog de la periodista Claire O’Brien que el propio Cornell reconoce en su página web. En ella, la crítica habla de los esclavos de la industria musical y de si el ex-Soundgarden se convirtió en una marioneta al servicio del negocio o si está tratando de demostrar algo, como lo hizo en su momento Bob Dylan cuando saltó del folk a lo eléctrico.

 

Todo el disco está lleno de elementos que son típicos de la influencia de Timbaland en las producciones de las bandas. Es un productor que mete muchísimo la mano en el concepto de un artista, al punto de alterar todo por completo. Por ejemplo, el corte siete, ‘Take me alive’, arranca con una voz de una cantante india y algunos acordes estilizados de laúd oriental mientras las secuencias de Timbaland hacen lo suyo… y luego entra la voz de Cornell y desaparece el elemento indio… ¡Esa es una fórmula tan Shakira! Todo el asunto parece una caricatura extraída de la película ‘Music & Lyrics’, aquella de Drew Barrimore y Hugh Grant (no es buena película, pero las sátiras a la industria musical pagan el alquiler).

 

‘Long Gone’, una canción del disco que me gustó, no está exenta de los problemas. Los efectos en computador que alteran las voces rayan en el exceso.

 

Lo chistoso es que en medio de todo, a mi me gustó que Cornell haya hecho este álbum. Por una cosa: mucha gente le sigue exigiendo a Cornell ser el rockero inolvidable. Y no. El músico tiene derecho a cambiar el rumbo de su música, y si quiere atreverse a hacer algo diferente, adelante. Quiere sentirse en el siglo XXI, no más post-grunge, y tuvo el valor de proponer algo. De esos esfuerzos por el cambio es que a veces revientan las nuevas músicas. ‘Scream’ me parece un disco refrescante en la carrera de un músico que no se declara fuera de la búsqueda, sigue buscando sonidos, pese a que ya dejó lo que a mi modo de ver es su máximo aporte al rock, la maravillosa banda Soundgarden.

 

Tremendo debate. Me parece un poco absurdo que Cornell haya tenido que salir a explicar en un montón de entrevistas y en su página por qué hizo lo que hizo, como si estuviera disculpándose. No debería hacer nada de eso, sólo dejar que la gente oiga el disco y hable si quiere hablar.

 

Aunque, si alguien está dispuesto a cazar a Timbaland, yo pongo plata…

 

Suerte y pulso.