Bogotá seguirá con escenarios que no cumplen las peticiones de los artistas internacionales de gran nivel, y las soluciones propuestas resultan paños de agua tibia para un problema mucho más grande. Con esa actitud, señor Alcalde, no vamos para ningún lado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como fue tema de campaña, se viene hablando desde hace buen tiempo de la construcción de un escenario especial para conciertos que cubra las necesidades que no ha podido cubrir el Parque Simón Bolívar, del cual los empresarios de Madonna dijeron «no tocamos en potreros».

 

El pasado martes, los empresarios de la firma mexicana Ocesa, que fueron los encargados por la administración de Samuel Moreno para emprender el nuevo proyecto, dijeron que los shows que se hagan en su escenario tendrán un aforo máximo de 15.000 personas.

 

Ocesa no es cualquier empresa. Tiene un gran portafolio que impresiona no más con ver lo que llevan a México en su página web. Ahora está entrando a Colombia y en alianza con Shows Business & Entertainment nos van a traer a Depeche Mode, cosa que se les agradece, aunque todo el mundo coincide en que los precios están muy altos.

 

Para el cuento de los 15.000 espectadores, argumenta Ocesa algo que en primera instancia suena lógico (en profundidad, no tanto): «Hemos hecho 20 conciertos de Luis Miguel, cada uno para 10.000 espectadores, y no dos para 100.000 personas».

 

Por supuesto, quién no querría estar con su artista favorito en un círculo más íntimo y menos masivo. Ojalá uno pudiera gozarse a Depeche Mode en un escenario para 10.000 personas, durante cuatro fechas, todo el mundo vería de cerca al grupo y todos felices comiendo perdices. Suena como una ensoñación.

 

Tal vez lo que Ocesa propone funciona con artistas mexicanos que están dispuestos a quedarse una semana o dos en Colombia. Y de hecho, esto conecta con lo que denunciaron previamente algunos empresarios de conciertos en el momento en que se supo que la Alcaldía le iba a otorgar esta concesión: siendo Ocesa una empresa mexicana que, además de administrar escenarios, organiza conciertos y ficha artistas, se puede convertir en un monopolio de los espectáculos.

 

Pareciera que los mexicanos no han tenido en cuenta algunos inconvenientes de operación en Colombia: por la imagen que el país ha proyectado al exterior como destino de alto riesgo -conflicto armado, inseguridad por robos, no muy alta asistencia-, los artistas tipo Depeche Mode, U2, Madonna, Keane, Kiss, etc, incluyen en la cuenta de sus servicios una póliza de seguridad con aseguradoras internacionales cuyo valor es un sobrecosto enorme para el monto del concierto. Ese valor aumenta conforme al nivel de riesgo. Y el riesgo aumenta conforme al tiempo de estadía en el país. Dar dos conciertos en una misma ciudad significa estar aquí más de cuatro días. Dar tres conciertos, que regularmente requieren de un día intermedio de descanso porque vienen en giras de 50 destinos y necesitan respirar un poco, tomaría unos cinco a siete días de estadía

 

Y pues si, rico ver a Madonna haciendo compras en el Centro Comercial Andino…¡Fácil! Algo como lo que hizo Kylie Minogue, que vino muy confianzuda, salió de compras, visitó gente y todos felices de verla tan amigable, y en medio de eso, zas, les robaron la programación de las luces y los pasaportes. Cada hecho bochornoso de esos ha ayudado a aumentar el valor de las pólizas.

 

Otra cosa que resulta insólita es que casi siempre las fechas que se conceden en Colombia están entre las últimas que una banda confirma en Latinoamérica. Ojalá eso fuera diferente, ojalá cambiara esa costumbre, pero por el momento es así.

 

Voy a poner un ejemplo práctico: quienes ofrecen Depeche Mode para Suramérica, entran en negociación con los empresarios de todos los países diciéndoles «tenemos 20 días para pasar por allá y luego nos vamos para Europa», y suelen asegurar primero Argentina, Chile y Brasil (destinos seguros y de asistencia comprobada)… luego van agregando otros países y, conforme a qué tanto se avispe el colombiano, ahí revienta una fecha para nosotros. Pero entonces todo queda programado para que cada fecha esté a dos o tres días de la siguiente. Si el colombiano llega negociando «es que queremos tres fechas para nosotros», es decir, 7 de los 20 días, va a tener un problema grande, y es que la parte de Depeche Mode dirá «mmmm, pero es que ese día teníamos programado Rio de Janeiro para 50.000 personas ¡Sorry!». El negocio que de más plata y sea más seguro se llevará el premio. Así funciona la cosa… recuerden Nine Inch Nails, cambió de planes a última hora para buscar lo más rentable.

 

Otra cosa: ¿Está dispuesta la ciudadanía -esa tan intolerante que pide que se acaben los conciertos en el Simón Bolívar porque hacen mucho ruido- a aceptar que en vez de un día de cierre de vías se hagan tres? La gente que se queja por los famosos disturbios y que ha interpuesto tutelas para prohibir estos espectáculos públicos no va a aceptar que el número de días de conciertos aumente. Si ya se están quejando por la construcción del escenario, pues más aún por incidencia de más conciertos.

 

Pero en últimas, a lo que apunta el mensaje de Ocesa es más a que «los conciertos masivos se harán en otro escenario», como seguirá siendo, sin duda, el Parque Simón Bolívar que, pese a todos los problemas que tiene, es mucho mejor -o «menos peor»- que las opciones alternas.

 

La sensación que queda detrás de todo esto es que el famoso nuevo escenario no va a suplir la falta de uno masivo y sólido como el Estadio El Campín. Va a ser otro en la gama media, en la que están el Palacio de los Deportes y el Coliseo El Campín.

 

Como demostró Juanes con sus múltiples conciertos en el Coliseo El Campín, la acústica sí se puede arreglar si se instala un techo especial y un recubrimiento que evite que las ondas de sonido reboten. La inversión puede valer unos dos o tres millones de dólares, según cálculos de alguien que sabe del tema con quien pude hablar recientemente. Suena muy costoso, pero no tanto como construir otro escenario.

 

Suerte y pulso.