Reflexiones desordenadas en torno a institucionalizar el discurso del rock y si nos seguimos creyendo que ese anciano de 60 años es «lo último en guaracha». Y de paso, un poco de Calle 13.

 

A los críticos de Calle 13 y del reguetón en general -yo soy uno-, esta grabación del grupo de residente y visitante junto a Omar Rodríguez-López (The Mars Volta) y Fernando Samalea (de Cerati) es una patada agradable. Qué bueno que lo pateen a uno así. Excelente letra, dura crítica, una revolución musical contra las discográficas; sonidos potentes, emotivos. Esto es ‘Calma pueblo’, parte de lo que trae Calle 13 en su próximo disco:

 

 

¿Qué tal?

 

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Sobre rumores de Rammstein: desde hace buen tiempo -incluso desde el año pasado- se viene hablando de que la banda alemana Rammstein va a venir a Bogotá. Bueno, pues ese rumor es… cierto. Ya verán.

 

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¿Se puede encasillar el rock en términos institucionales? Cuando uno ve a una entidad como la Filarmónica de Bogotá definir el éxito de la política de Rock al Parque por su asistencia masiva, se pregunta si el rock es hoy lo que todo el mundo esperaba o lo que se creía que debía ser.

 

Cleóbulo, en su loable intento por erradicar la ignorancia local frente al castellano y seguramente dando gusto al capricho del Canal Caracol de hacer un video en el que le pudiera explicar a sus televidentes «de qué se trata eso del rock» -cuya existencia ya llega a los 60 años, es decir, posiblemente tiene la edad del padre de Cleóbulo-, se lanzó en esta épica aventura de crear y difundir lo que sería un microdiccionario del género:

 

 

Él es un hombre decente. Tiene las mejores intenciones, supongo yo. Y no pretendo desacreditarlo, pues aunque no sigo su trabajo, tengo indicios de que ha captado una gran fanaticada gracias a sus entregas constantes sobre nuestro idioma, en una sección que milagrosamente sobrevive en los noticieros llenos de culos, balones, bala y paras. Es, a su manera, un paladín contra la marea de la bobada, que es peor que un tsunami.

 

La tontería del video y de convertir a Cleóbulo en objetivo militar de las juventudes punkeras pesa sobre Caracol, en primera instancia: en su obvia lejanía generacional y al ser dirigido por personas que cuando hablan de rock, toman decisiones tras una conversación en un asado con otros padres de familia preocupados por no entender a sus hijos porque irónicamente, desde que nacieron, dejaron que fuera precisamente la televisión la que los educara. Por supuesto, en la reunión del consejo de redacción al comenzar el lunes nacen ideas como «cómo explicarle a la señora de qué se trata eso de Rock al Parque y ese montón de gente mechuda».

 

Pero hay más. Somos todos, un poquito, los responsables de intentar clasificar como una rareza al rock, una cultura con, como ya lo dije, seis décadas de vida. Los primeros roqueros ya están todos muertos. Y los que están hoy, saltando en un bar haciendo punk y creyendo que son únicos, están repitiendo fórmulas que han sido creadas hace mucho por otros: ¿Nos encontramos frente a los reflejos históricos de Sid Vicious, John Lennon, Bob Dylan, Chuck Berry? Probablemente.

 

Definir el rock en términos de diccionario es un esfuerzo gracioso. Definirlo en sus principios, quien sabe. Alguien dijo alguna vez en una columna de El Tiempo que «ya es hora de que la gente se de cuenta de la mentira que es el rock» y en esa ocasión, algunos lectores me escribieron para que les respondiera qué pensaba de semejante atropello. Creo que en cierta forma, hay ideas vendidas en torno al rock que no son reales pero se acuñaron en la mente de la gente como si fueran una carta de principios. Yo admiro a Alice Cooper, pero él ya reconoció lo obvio, que toda su estética y su show hacen parte de eso, un show montado para crear ese efecto. Y eso no está mal, es un espectáculo como la lucha libre; lo que está mal es creer que es algo enteramente real.

 

De hecho, ¿de qué se trata el rock? ¿Se trata de rebeldía ante lo establecido? Bueno, hay un bambuco de José A Morales, compositor colombiano, que es más rebelde que muchas canciones de rock que se suponen himnos contra las instituciones. La historia de ‘Ayer me echaron del pueblo’ es real:

 

 

 

¿Se trata de caminar por el lado salvaje de la vida, como reza Lou Reed? Bueno, eso no comenzó con el rock, realmente. Comenzó mucho antes. Por poner un ejemplo, de 1929, aunque debe haber muchos previos en la música romántica y barroca, se me ocurre ‘Running Wild Blues’, en la voz de Charley Patton, quien era un verdadero salvaje:

 

 

 

¿Se trata de que el rock -y sus géneros consecuentes, como el metal- debe ser compacto, intocable, conservarse intacto, no dejarse tocar por otras músicas? Quiero compartirles la experiencia de cómo fue la entrada de León Gieco para hacer la apertura al concierto de Metallica, en Buenos Aires… ¡Metallica! ¡León Gieco! Y aquí la gente armando problema porque a Metallica le abrió una banda rapcore non-thrash…

 

 

El tipo se paró allá, primero solo con su guitarra, ante 60.000 fanáticos de Metallica… ¿alguien abuchea? Parece que no…

 

 

Luego tocó junto a Andrés Gimenez (ex A.N.I.M.A.L.) con su banda de rock D-Mente y fue sensación. Creo que eso hace parte de considerar a la música como un todo, y no al rock como una piedra preciosa que no se puede untar de nada más.

 

¿Se trata de la pinta y del discurso? Aparte de Andrés Durán, Doctor Rock y otros cuantos, me cuesta trabajo encontrar gente que haya permanecido en su propio discurso, al cruzar ciertas líneas generacionales y ver cómo salen las canas. Los punkeros de hoy, serán padres de familia mañana. Esa es la naturaleza de la sociedad en la que vivimos. Y no es que esté mal, es que creo que el rock no tiene que ver con taches, botas y crestas -como cree Cleóbulo-.

 

Pero bueno, volviendo al tema, bien lo cantó Hora Local, en su momento: el rock no te necesita. No necesita a Caracol y no me necesita a mi. No necesita a las estaciones de radio payoleras. No necesita a Cleóbulo y tampoco necesita a Rock al Parque. No necesita estas reflexiones blogueras. Probablemente no necesita a la renaciente revista Rolling Stone. No necesita nada: Se ha abierto camino durante 60 años porque hace parte de la cultura popular -así suene raro decirlo en este país tan tropical-. Es auténtica tradición pop, entendiendo el término pop de la manera correcta, como popular.

 

 

 

No sé si he sido claro en lo que pretendo decir hoy. Realmente es el comienzo de algunas reflexiones que a veces me invaden, sobre todo cuando vi el radicalismo alrededor de las discusiones sobre el reciente Festival Rock al Parque, que una cosa debe ser así o asá, que lo que no es tal cosa es basura, que lo que no es duro es ‘marica’, en fin. Creo que el rock no nos necesita, no es un paciente terminal o un desempleado que necesite asistencia social. Y tal vez por eso, Rock al Parque no llena las expectativas de la gente y quién sabe si deba vivir otros 15 años.

 

Sobre si el rock se ha vendido, sobre si es más una cosa ‘de moda’ que siempre se puede empaquetar en mil formas, se me ocurre una analogía oscura y un tanto absurda. Esta es la canción ‘Música para pastillas’, del célebre disco ‘Oktubre’, de Los Redondos, una de mis bandas favoritas de toda la vida:

 

 

 

Flacas, gimnastas, de América
secas, austeras, soviéticas
muchachitas fatales,
en blancos zoquetes chinos,
son todas joyas, patricias de amor

La más hermosa, niña del mundo
puede dar solo lo que tiene para dar
música para pastillas, ¡rápido!
y mucha cuchillería.
para mi amor, esto esta muy Shangai

Rockeros, bonitos, educaditos,
con grandes gastos, educaditos.
emboquen el tiro libre,
que los buenos volvieron
y están rodando cine de terror.

 

Añitos después, creo que hace unos tres, la banda Tranquiloenano participó en el tributo a Los Redondos ‘De regreso a Oktubre’. Rock bonito y educadito, haciéndole tributo a Los Redondos. Una excelente versión (la pueden encontrar aquí).

 

Suerte y pulso.