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Mario Galeano es el productor musical de una gran parte del disco de Jorge Drexler ‘Bailar en la cueva’, que ganó como ‘Grabación del año’, lo que representa una gran ironía: este bogotano se muestra ajeno a la atención de un premio que ofrece una industria cada vez más anacrónica, y que conserva los hábitos lobbistas, frente al fenómeno real de la explosión de la música en este siglo. Hoy, en Caja de Resonancia, también un playlist para gozar con sabores latinos… por no-latinos.

* Este post ha sido editado ante la solicitud de Galeano de aclarar que lo dicho aquí no representa su opinión personal sobre los Premios Grammy. Si bien, señala que coincide con la mayoría de afirmaciones acerca del estado actual de la industria musical que se publicaron en el blog, pide que se aclare que el título original del post (“Le importó un carajo ganar el Grammy Latino anoche”) fue una interpretación subjetiva de este autor sobre su silenciosa reacción al premio y de comentarios diversos en sus redes sociales, y que no surgió de ninguna declaración o conversación que hayamos tenido sobre el tema. Creo que el post hacía claro esto en el contenido, cuando dice “Galeano no ha dicho nada sobre el tema del Grammy”, pero el título se prestaba a interpretaciones apresuradas. Al preguntarle, entonces, por su opinión sobre los Grammy, prefirió no responder.


Anoche, al mismo tiempo que se celebraba la gala de los Grammy Latinos, en Las Vegas (si, en serio, lo hacen en Las Vegas…), donde se reúne toda la pasta de la música latina –desde Pitbull hasta Carlos Vives, desde Rubén Blades hasta los Tigres del Norte–, el trío Los Pirañas de Mario Galeano, Pedro Ojeda y Eblis Álvarez se presentaban en Cine Tonalá, un mediano recinto en Ciudad de México. Había atención del circuito independiente del DF, allí en donde no saben mucho de eso de los Grammy.

Galeano, siempre muy crítico con el espectro de industria, medios y entorno de la música comercial, terminó ganando en los Grammy, de manera indirecta: como productor del material que Jorge Drexler grabó en Bogotá para su álbum ‘Bailar en la cueva’, que obtuvo el premio a Mejor grabación del año, venciendo a Marc Anthony, Enrique Iglesias, Calle 13, Carlos Vives, Prince Royce, entre otros. Grandiosa ironía.

¿Cómo fue posible eso? Bien, Drexler tiene la sabia particularidad de mantener un pie en lo comercial y otro pie en lo artístico. Pertenece a un mercado que atrae público y su discográfica lo consiente, lo que, a la vez, le permite hacer realidad sus máximos caprichos. Este disco está lleno de caprichos que impuso. Uno de esos, buscar al productor del álbum Ondatrópica y grabar en Bogotá. De la mano de Galeano, llegaron entre otros sus amigos Pedro Ojeda, Eblis Alvarez, Will Holland y el Chongo al estudio a colaborar con sus trucos instrumentales. También llegó así el ilustrador del disco, el colombiano Mateo Rivano.

De todo esto habló Drexler cuando lo entrevisté, a comienzos de este año. Algo claro es que no buscó colaboraciones vendedoras, de esas que se inventó Carlos Santana para impulsar artistas emergentes, sino que le nacen “de veritas”.

Un dato gracioso: Tengo a Galeano en Facebook, y recuerdo un post suyo un par de meses antes de iniciar la grabación con Drexler, en el que preguntaba a sus contactos que le recomendaran canciones del uruguayo, seguramente con la intención de conocerlo un poco más, pues si bien Drexler buscó a Galeano, este no parece haber tenido la misma intención antes.

De hecho, no ha dicho nada sobre el tema del Grammy. Hace unos minutos, publicó la siguiente declaración acerca de su disco ‘Fiesta, que viva la’ (del que hablé en mi primer podcast, la semana pasada), en la que creo que dice qué tanto le importa el Grammy (¿el tal Grammy no existe?)

Hoy me siento muy orgulloso de haber llegado a uno de los hitos más valiosos de mi camino como músico, de esas cosas que lo llenan a uno de felicidad… 14 años de después de haber sido grabado y nunca lanzado, ha sido editado en vinilo el disco del Ensamble Polifónico Vallenato y Sexteto Constelación de Colombia, mito fundacional del cual nuestros proyectos actuales surgieron, y que tuvo una muy interesante puesta en vivo que marcó cierta estética de la cual seguimos bebiendo. Un gran hurra para mis amigos queridos Amistades y Cosas, Eblis, Alvarez, Pedro Ojeda, Juan Valencia y mi hermano querido Juan Galeano Toro ¡FIESTA, QUE VIVA LA!

 

Hay que celebrar esta ironía, porque plantea que hasta los Grammy no se pueden declarar ajenos a una explosión de la música creativa, de la música independiente, de la que no se ata a estrategias de mercado.

No soy muy amigo de los Grammy. Por mi trabajo, a veces tengo que escribir de ellos, y el año pasado asistí por una cordial invitación y sin compromisos de nada. Se supone que los Grammy premian a los artistas que más impacto han tenido en la industria de la música en el año, impacto que se ha reducido severamente en números. Pero además, muchos de los galardonados y de los seleccionados a competencia (dicen que uno no debe decir “nominados” porque es un anglicismo, pero la RAE ya lo acepta desde hace varios años) llegan allí tras un afanoso trabajo de lobby que ejercen discográficas, mánagers y jefes de prensa.

Estos emprenden varias estrategias conjuntas para llegar a los Grammy. Una de ellas, la que veo desde mi acera, es el intentar conseguir publicaciones en medios que hagan ese ruido propicio en plena temporada de postulaciones, para que los jurados del premio digan “oh, si, están sonando”. A mayor ruido, mayor es la percepción de que un artista tiene impacto en públicos, algo que no creo real: lastimosamente, los medios no representan lo que la gente del común discute.

Estoy convencido de que muchos artistas han llegado a grandes plataformas de promoción continental como los Grammy, o como MTV, o como HTV, o etc, simplemente porque hubo gente apasionada por gestionarles un persistente lobby. Algo que considero realmente torpe de mi gremio es que muchos periodistas retoman los correos electrónicos que les llegan en los que les dicen “el artista X triunfó en el escenario Y, y es fenómeno en ventas en Z”, y lo publican sin constatar realmente qué significan los valores de esa ecuación X, Y y Z.

Al día siguiente del Grammy, empiezan a llegar los correos en los que se toma lista de los triunfos: “La discográfica A obtiene 40 premios Grammy por sus artistas”. Es una declaración de triunfo, poner la bandera en la cima de esa montaña que han estado escalando desde antes de que el artista entrara al estudio a grabar.

Los Grammy que me parecen menos irreales son los de categorías que no les importan comercialmente a los Grammy, aquellos que no son emitidos por televisión y se entregan en una ceremonia en un salón paralelo, horas antes de la cosa televisada. En uno de esos ganó la Filarmónica de Bogotá, hace algunos años.

Últimamente, tanto los premios anglo como los latinos miran al fenómeno independiente. Eso es como unir dos mundos paralelos, y nadie sabe qué puede pasar, es probable que estalle el propio universo en micropartículas. O como cuando se encontraron los Victorinos (chascarrillo para mayores de 35 años)

Por cierto, hablando de latinos y latinismos (eso me recuerda el latín, o violín de lata, de Les Luthiers) les comparto este playlist en Spotify que hice con canciones de sabor latino hechas por gringos o, mejor, por no-latinos, que inicié a partir de la idea de Marc Ribot y los Cubanos Postizos, pa’ que se la gocen mis compays (ninguno de estos artistas suele estar siquiera cerca de los Grammy):

 

¡Suerte y pulso!

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Yo, Carlos Solano, su autor, soy periodista, ejerzo actualmente como subeditor de Cultura de EL TIEMPO y trabajo con la música desde mediados de los años 90. Espero disfruten este recorrido.

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