A partir de hoy, compartiré listas de reproducción o playlists que no responden a ningún criterio de programación, a ninguna lógica, a ningún «biorritmo». La misión es proponerle sonidos que probablemente no conozca, o sí los conoce pero no los ha oído hace mucho tiempo. Probablemente sean listas que nadie oiga, no están de moda, no pagan payola. Son divertimentos personales y usted verá si se anima a oírlos de vuelta a casa.

Escuche aquí la edición #1 de Caja de Resonancia en playlist (pulse en Spotify o Deezer):

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Siga además las canciones con comentarios en hilo a través de Twitter)

¿Por qué volver, si los blogs parecen de otra era? (después de un largo receso, con algunos intentos esporádicos de retorno)

Tengo la teoría de que no hemos escuchado casi nada de la historia de la música y que sólo si nos atrevemos a explorar de forma aleatoria, vamos a hacer descubrimientos asombrosos.

Juguemos a hacer un cálculo tenebroso:

De un disco de 11 canciones, la radio nos enseñó a engancharnos con 1 o 2 (con 5 o 6, si son de Ed Sheeran o ABBA). Es decir, dejamos de lado entre 6 y 10 canciones por disco, por bien que nos vaya vamos descartando más del 55% de la música que conseguimos… claro, eso es cuando se trata de álbumes (o cuando había álbumes…)

Pero, restemos más: eso es de los artistas que llegaron a nuestros oídos ¿Qué tal que por cada artista o grupo que escuchamos, dejemos de escuchar otros 9? Es posible que eso pase, sobre todo porque es posible que esos 9 nunca sonaron en alguno de los canales de información que consultamos. De ser así, solo escuchamos el 55% del 10%… es decir ¿el 5,5 por ciento?

Si tenemos el mismo acceso que los demás a solo ese 5,5%, en masa estamos dejando de lado el 94,5% de la música. Un gran desperdicio, tal vez tendríamos otras 20 formas de contar la historia.

Y si a eso le sumamos la obsesión por lo «nuevo», en el sentido de que aquello que ya tiene unos meses se convierte instantáneamente en un dinosaurio, o en música desechable, pues… ¡estamos jodidos!

A estas reflexiones recuerdo haber llegado en 2008, cuando entrevisté a Paul Mawhinney, el dueño de una colección de tres millones de discos que puso a la venta (a tres millones de dólares, un dólar por disco, pero no los vendía por separado). Muchos de esos vinilos nunca se editaron en CD y no hubo muchas copias así que, por ende, esa música virtualmente nunca existió, pues le pregunté una tontería, que si la había escuchado toda: obviamente me dijo que no.

Un millonario brasileño terminó comprando la colección, que hasta donde supe, fue catalogada y reposa en una bodega en Brasil.

¿Por qué hemos escuchado tan poco?

Un estudio (sí, uno de tantos de esos) publicado el año pasado, a partir de una encuesta que hizo Deezer a 1.000 británicos sobre sus hábitos de consumo de música, sugiere que al llegar a los 30 años dejas de descubrir música. Las razones son una serie de factores ligados al volvernos viejos y serios, y jartos.

Eso es lo que nos hemos terminado creyendo: que no tenemos tiempo para oír música nueva porque estamos criando niños, trabajando para pagar hipotecas, yendo a tres reuniones diarias, oyendo a Julito en el trancón. Y que por eso, hipotéticamente, es que el adulto contemporáneo se dedica a darle 20 vueltas al mismo disco de los ‘hits gordos’ del rock o de la salsa, de ida y vuelta de la oficina.

¿Será que sí? ¿No será, más bien, que el consumidor promedio no está expuesto a fuentes de música que no sigan las corrientes masivas? Creo firmemente en que esos hábitos que menciona el estudio son más inducidos por agentes externos que por uno mismo.

Es entendible: la radio, en su forma más convencional, basa su modelo en una parrilla de rotación de canciones. Esta la establece un comité usualmente cada semana, o cada mes; siembra un gusto por una canción al ponerla a sonar una vez cada hora o cada dos horas o cada 24 horas y genera conversaciones en torno a ella para crear un enganche: «Esto es lo que está sonando», y como no puedes no estar en esa conversación porque alguien te dirá «¿ya escuchaste la nueva de…?», sientes que debes buscar las mismas canciones y dejar de prestarle atención a las que oías un año atrás, aquellas que cumplieron su ciclo productivo.

Para no ir más lejos… ¿no es ‘raro’ que hoy nadie oiga ‘Despacito’?

Ojo, no es una crítica a la radio: Es un modelo de negocio que no puede andar haciendo apuestas demasiado arriesgadas porque si rompe su audiencia, la gente simplemente se desaparece en tan volatil entorno de información. Si la radio privada no capta audiencia, simplemente se acaba la radio. Y pues, capítulo aparte es el eterno tema de la payola, que en ciertos entornos se ha ido ‘oficializando’ a la manera de contenido pagado por los sellos discográficos directamente a la emisora. No se puede asegurar que todos los DJs reciben plata -hay algunos muy profesionales y éticos-, pero muchos sí reciben.

Por la misma lógica están los sellos discográficos grandes: si haces apuestas por canciones que no van a ser escuchadas en masa, pues, vas a perder dinero. Es más viable apostarle a un artista que se va a posicionar, que presentar a 100 artistas innovadores que no van a alcanzar a llegar a los listados. Repito, es una dinámica de negocio.

Un oasis suele ser la radio pública, con un trabajo excelente, como ha sido el de Radiónica o Radio Nacional, pero también es a su manera esclava de los mismos métodos de consumo que creó, a tal punto que por estos días a Radiónica le ha costado sangre programar al reguetonero Bad Bunny. En su búsqueda de equilibrio y objetividad, abrió una puerta que muchos de sus oyentes (migrantes de otras emisoras y radicales defensores del rock y otras tendencias) no le quieren perdonar. Sería muy interesante conocer los intríngulis de aquella reunión de programación en la que decidieron poner en rotación esa canción.

Entonces ¿cómo tener más de 30 años y escuchar música nueva que no sea la misma que rota en casi todas las emisoras? ¿Cómo escuchar música nueva? Tal vez el secreto está en no seguir ningún patrón, en soltarse en un mar de 30 millones de canciones (las registradas en la base de datos de Deezer), a ver qué sale…

Esta serie de playlists que publicaré buscará hacer una apuesta a cero riesgo: no gano nada por hacerlo, pero tampoco por no hacerlo. Entonces ¡usted verá si le gustan y si quiere seguirme!

Suerte y pulso.