De gaminadas en conciertos / Ryoji Ikeda / ¿Por qué no hubo blog en tres semanas?
Si alcanzan a leer esta entrada antes de las 7 p.m., les recomiendo esto:
RYOJI IKEDA, esta noche en el Auditorio León de Greiff
No es sólo música. No es sólo artes visuales. Lo que hace este japonés que se presenta hoy en el Auditorio León de Greiff, de la Universidad Nacional, es una búsqueda en los sonidos que puede producir el lenguaje binario.
Aquí, en un experimento más «íntimo»:
No es para todos los gustos, pero vale la pena la experiencia…
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MIL DISCULPAS
Dicen que la gente que escribe en tercera persona es muy odiosa… El blog Caja de Resonancia intenta salir de un meollo logístico complicado y por eso ha estado fuera del aire por tres semanas.
Ahora si, las disculpas en primera persona: He tenido que abandonar el ritmo de publicación que llevaba anteriormente, de mínimo una entrada por semana, por diferentes motivos. Uno claro es que yo escribo esto en casa, en mi tiempo libre, y actualmente ando sin Internet por cosas de trasteos (consejo: no acudan al Internet móvil 3GSM ¡es un asco!). Lo otro es que precisamente cada vez resulta ser menos el tiempo libre. Ando reorganizando todo, poniendo cada preocupación en su lugar. Ya llevamos cinco años de Resonancia y seguro serán más.
Como cosa buena, durante estos días se han confirmado las noticias que el blog transmitió algunos meses atrás: Metallica, Franz Ferdinand, etc. En una próxima entrada: Squirrel Nut Zippers, de pe a pa.
Aparte, Caja de Resonancia está estudiando la posibilidad de convertirse parcialmente en un videoblog. Más detalles próximamente. También me encuentran a través del twitter @laresonancia.
Mil gracias por seguir leyendo.
Carlos Solano.
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Las gaminadas no tienen bandera
En alguna ocasión casi se despierta un debate sano en torno a porqué en el festival Rock al Parque, el público está tan alejado de los artistas (hay en medio dos «localidades», una de prensa y otra V.I.P.). Aunque soy «beneficiario» de la zona de prensa, estoy totalmente de acuerdo con que se reduzca el tamaño de esta franja, pues cada vez entra más gente que no tiene nada que ver con prensa. Es extraño que intentes tomar una foto y alguien esté armando un conato de pogo a tu lado. Y la V.I.P., que es un espacio de cortesías especiales, se convierte en otro fogón elitista, siendo que todo el mundo entró gratis. Es una poco agradable distinción de clases.
Pero bueno, esas son cosas de la organización. Y entiende uno que hay que hacer distancia especial para que las botellas, tamales, bolsas y hasta condones usados no se conviertan en proyectiles contundentes contra los artistas.
Porque, díganme si no sería una «completa re-boleta» que nos pasara algo como lo que vivió este público en Liverpool, en pleno concierto de Morrisey, gracias a la estupidez de algún inadaptado:
¿Quieren verlo más de cerca? El Daly Mail, de Reino Unido, publicó esta foto.
Muy decentemente, Morrisey se despidió del público (8.000 personas) y no volvió a salir…. ¿Cómo es posible que alguien le lance una botella a un artista por el cual pagó una boleta? Y bueno, no estamos hablando de Farina, sino del señorísimo Steven Patrick Morrisey, la cara de The Smiths. Y más aún, teniendo en cuenta su valentía y profesionalismo, pues apenas una semana antes de esta presentación del pasado domingo, había sufrido un colapso en el escenario y tenido que ingresar al hospital… Si no hay respeto por el músico, al menos por alguien que está haciendo un esfuerzo especial en contra de su salud.
Las gaminadas no tienen bandera. No tienen la marca del llamado tercer mundo. Estas cosas vergonzosas pasan incluso en Liverpool. Pero no deberían pasar. Y por el amor de Dios, que no pasen acá. Aún recuerdo a Cat Power intentando soltarse de aquel fanático que intentó arrebatarle su hermoso guante de encaje.
Leía en estos días un artículo de la revista Rolling Stone, una edición de 1982, en la que Roger Waters hablaba de aquella sensación de tocar tan lejos del público, de cómo The Wall representaba especialmente esa sensación de una barrera entre él y la gente (la razón no era, por supuesto, la violencia del público, sino la introversión personal…).
¿Qué hacer con este tipo de cosas? ¿Debe el público entonces seguir lejos del artista?
La resonancia seguirá con vida. Suerte y pulso a todos.
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