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Muchos dicen que los campos de concentración son cosa del pasado, que los países aprendieron su lección y que las atrocidades de la Guerra no volverán nunca. Sin embargo, ese decir se desmiente con frecuencia y la evidencia nos demuestra que la historia, antes que mejorar con el tiempo, se repite.
Tanto así que en los últimos días han aflorado los supuestos campos acabados, y hemos conocido 72 años después del Holocausto, casos como el del campo de concentración checheno, que recluta sistemáticamente a personas de la comunidad LGBTI para torturarlas, desaparecerlas y asesinarlas.
Así pues, aunque pareciera una noticia de mediados del siglo XX, es en realidad la historia de miles de personas que todavía son perseguidas, acosadas y desvanecidas diariamente entre las paredes corroídas de algún lugar oculto.
Según el diario Novaya Gazeta, se trata entonces de un antiguo complejo militar en la ciudad de Argún, que, ilegalmente, fue convertido en un campo de concentración para gays.
Por sus investigaciones, encontraron que más de cien homsexuales han desaparecido y tres fueron asesinados en Chechenia en los últimos años. Eso sin tener en cuenta las cifras extraoficiales que rebasan estos números y que aluden además a otros centros regados a lo largo de la República de la Federación Rusa.
Pero, a pesar de que la noticia ha tenido resonancia internacional y varias organizaciones que protegen los derechos humanos se han manifestado en contra de la ineficiencia de las autoridades para investigar el hecho, las declaraciones oficiales no han sido precisamente satisfactorias para esta comunidad que tantas veces ha alegado la discriminación y maltrato que recibe por parte del gobierno ruso.
Precisamente la respuesta del líder, Ramzán Kadyrov, pareciera tan cínica como las demás, cuando dice, “si personas así existieran en Chechenia, las fuerzas del orden público no tendrían que preocuparse de ellas: sus propias familias se encargarían de enviarlas donde no pudiesen volver”, y agrega, “no se pueden retener a personas que no existen en nuestra República”.
Y es que no podemos olvidar que declaraciones de este tipo no responden a situaciones aisladas, sino a un acoso calculado de Rusia hacia su población LGBTI.
En el 2013, por ejemplo, a raíz de unos memes que ponían el rostro de Vladímir Putin encima de la tan conocida bandera de colores, se expidió una ley que proclamaba que toda “propaganda” homosexual sería considerada pornografía, y no bastando eso, que cualquier discusión o expresión pública gay sería condenada por el Kremlin.
En efecto, el objetivo de apaciguar toda demostración de esta comunidad ha llegado a tales extremos que muchos de ellos han huido del país en busca de mayor libertad y respeto por su vida personal, y sobre todo, escapando del temor eterno, que se acrecienta con rapidez, de ser adoctrinados o asesinados por una sociedad y Estado que resulta cada vez más intolerante y homofóbico.
Finalmente, aunque el caso de este campo de concentración es especialmente alarmante, muchos otros grupos minoritarios o de oposición son sofocados también arbitrariamente por el Estado. Claramente las fuerzas separatistas de Chechenia y Georgia, por mencionar alguno, son casos de otro hundimiento corrupto, en el que un tipo como Kadyrov terminó “ganando” las elecciones, incluso ante denuncias de adulteración de votos, intimidación de votantes por soldados rusos y exclusión de partidos separatistas de las urnas; entre otros, como persecución religiosa o racial.
Y así… seguramente… mientras termino de escribir estas palabras, en algún otro lugar oculto, con las mismas paredes corroídas y el igual silencio, otra persona estará siendo violentada en un campo de concentración, al tiempo que repetimos como becerros que las atrocidades de la Guerra no volverán jamás.
Escriben bien estos jóvenes, real o ficticia, esta historia se acerca mucho a las historias de casi todos.
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