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Comida que cae del cielo
“Afronta las probabilidades de tu inminente muerte y entiende que no hay absolutamente nada que yo pueda hacer para ayudarte” (snp). La desesperanza en esta frase de Los Juegos del Hambre de Suzanne Collins no está muy alejada de la pesadumbre que aqueja a millones de sursudaneses diariamente. Ellos, al contrario del cine, no pueden apagar el interruptor para salir del espectáculo que los agobia.
En cambio, deben esperar a que aterricen de repente toneladas de comida que durarán con suerte unas pocas semanas. Al mejor estilo de las novelas postapocalípticas, en Sudán del Sur las condiciones en tierra se han vuelto tan tortuosas que la asistencia cae literalmente del cielo.
El Programa Mundial de Alimentos, desde 2014, encontró la manera de llevar comida a las zonas más incomunicadas del país, a través de aviones que sobrevuelan terrenos vacíos. Sin duda, el proceso no es solo poco rentable (1000 dólares por tonelada), sino logísticamente peligroso.
Los pilotos deben cumplir con condiciones necesarias para volar a la mínima distancia posible de tierra, normalmente 7000 metros, y disminuir al máximo la velocidad de vuelo sin afectar la seguridad del equipo. Mas ahí no terminan las cosas, ya en tierra se dispone de un grupo para recoger el cargamento, seleccionarlo, montarlo en camiones y asegurarse de que llegue a las zonas a las que estaba previsto.
Sin embargo, en eso de “asegurarse de que llegue a las zonas…” es en donde está el meollo del asunto, y de lo que más poco se ha hablado. Pues, a pesar de las buenas intenciones y de que el programa ha solucionado los problemas de hambruna de muchas poblaciones, se olvida que en tierra es en donde empieza la verdadera disputa del más fuerte o del más corrupto contra el más débil o el más desahuciado.
La distribución de la comida se ha convertido en unos verdaderos juegos del hambre. Es así como en los últimos días se encontró que las fuerzas militares, que apoyan al presidente Salva Kiir Mayardit, crearon una red ilegal que cooptaba gran parte de los alimentos y medicinas que llegaban de organizaciones internacionales. Varios medios han tachado el conflicto del país africano como una determinada “depuración étnica” fomentada desde el Estado.
Como siempre, las guerras en el continente del corazón partido tienen aristas nunca simples pero siempre perniciosas para esa población descalza que queda en medio de políticas minadas. Sudán del Sur es un gran ejemplo de ello, pues desde 2013 cuando el actual dirigente acusó al vicepresidente de entonces, Reik Machar, de estar planeando un golpe de Estado, el país no ha parado de sangrar.
Hoy es el día en el que las disputas étnicas no cesan y más de 1 millón y medio de personas han tenido que escapar a Uganda, especialmente. Por ahora, se estima que es la diáspora más grande de África después del genocidio de Ruanda hacia los años 90.
Solo queda decir que incluso con lo milagroso que parece ver caer comida del cielo, esos bultos no son más que el recuerdo de la miseria de un país que se ahoga en la violencia. Detrás de la supuesta guerra étnica están los verdaderos intereses de poder de un suelo fértil en petróleo y minería. Con la tercera reserva más grande del África Subsahariana, Sudán del Sur es todo un pastel para los países desarrollados que buscan su explotación.
Lástima que el trozo de ponqué no se quede dentro del territorio, y los distritos tengan que luchar una vez más en la arena. “¡Felices Juegos del Hambre! Y que las probabilidades estén a su favor” (snp).
Nota: fotos sacadas de,
1.https://www.wfp.org/photos/gallery/wfp-airdrops-food-south-sudan-how-does-it-work.
la miseria de unos es la riqueza de otros
buen articulo
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siempre lo mismo … saqueo de las riquezas de esos territorios por los paises ricos
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