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Hay niñas que piensan en muñecas de moda, otras que hacen pataleta porque no quieren comer o porque les da pereza hacer la tarea y otras que están ávidas de aprendizaje y tienen un montón de sueños que sueñan en camas calentitas. Y hay otras que utilizan toda la fuerza del corazón –y toda la valentía imaginable– para fantasear y pintar incansablemente dibujos de muchos colores, y después intentar venderlos para poder comprar un computador con el que puedan estudiar. Es doloroso escribirlo, pero hay que decir que, además, en el caso de Alisson, lo hace viviendo separada de su mamá y hermanos porque su casita, un recuadro gris, pequeño y oscuro en el barrio Altavista (Antioquia, Colombia), pero con el valor indescriptible de ser el hogar, se quemó hace unos meses. Y si no hay para el computador, mucho menos para la casa.

Son realidades que es difícil siquiera imaginar. Alisson es una niña de ocho años que está determinada a estudiar, y entonces, a pesar de los dolores del alma, de la inocencia, de una edad que no se lo exige, a pesar de la vida, se apodera de esa adultez y esa madurez de los niños vulnerables, se llena de fuerza y de la certeza de lo posible, y se sienta a pintar vidas ajenas sin desfallecer, a ver si se acerca un poco más a vivir. Recuerdo que cuando mi hermanita y yo estábamos chiquitas ella quería tener un perro y mis papás no la dejaban, entonces buscó algo que creyó que tuviera valor (un sombrero que le habían dado de regalo en una piñata), lo pintó en una hoja blanca, pintó también el perro y escribió: “vendo sombrero a $5000 para comprar perro”. Y pegó el letrero en la puerta de la casa. Cinco mil pesos, el equivalente actual a un poco más de un dólar, para cumplir su sueño de tener un perro sin el permiso o el patrocinio de los papás. Toda la vida nos hemos reído con ternura de esa historia. Es bonito vivir la niñez como niño y construir esas anécdotas para reír. Alisson, a sus ocho años, pinta para vivir.

Que se le queme a uno la casa. Y que se le queme cuando uno no tiene nada. Que llegue una pandemia y todo el mundo deba encerrarse, y uno ya no tenga casa, y deba estudiar desde donde pueda a través de un computador, y tampoco tenga computador. Y que uno, aunque sea muy chiquito, sepa que tiene que estudiar si quiere un día tener esa casa para vivir una vida medianamente normal, para poderse encerrar cuando sea necesario y para abrazar a la gente que quiere protegido de lo demás. Que la vida siga a pesar de todo eso… Se decide que hay que ver cómo se hace para tener computador y poder estudiar. Entonces se aferra uno a lo que mejor sienta que puede hacer, se le pone la esperanza del universo entero al propio súper poder, en este caso, los dibujos maravillosos y coloridos de una niña de ocho años que pinta para vivir.

No sé cuánto dinero se puede recoger a punta de vender dibujos coloreados en hojas blancas de bloc. Serán muchas sacadas de punta, muchas noches, muchos dibujos los que equivalgan a un computador en los valores establecidos por los hombres, y no creo que toda una vida de dibujarlos y colorearlos dé para una casa. Pero para lo que sí dan es para la esperanza: para seguir concentrando la fuerza en cada línea, en las paredes de casas inventadas, así sean pintadas y no protejan de la lluvia, y en cada sol y cada sonrisa a los que se les da forma con tinta, valentía,  determinación e ilusión. Sirven para seguir creyendo y para saber que, de alguna manera, uno está construyendo su hogar en este mundo. Y sirven para contar esta historia y que otros la conozcan. Para que, de pronto, si la vida puede llamarse humana, nos juntemos para recompensar esas obras de arte y, ojalá, lograr que pronto algunas de ellas estén colgadas en paredes de verdad.

*Quien quiera ayudar a Alisson y a su familia comprando dibujos o haciendo una donación en dinero o en especie, puede contactar a Sara Palacio a este teléfono (+57) 311 3571223. Esta es la cuenta en la que se están recibiendo las donaciones (es de Sara y sus donaciones serán manejadas con toda la responsabilidad): ahorros Bancolombia 10052741202. Podemos ayudar a cambiar la vida de una familia y mostrarle a Alisson que sus dibujos se hicieron realidad.

@catalinafrancor

www.catalinafrancor.com

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PERFIL
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Catalina Franco Restrepo es periodista colombiana, Magíster en Relaciones Internacionales y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado en medios de comunicación como CNN y W Radio, en grupos editoriales como el Taller de Edición y liderando las comunicaciones corporativas de reconocidas empresas. Ha vivido en Montreal, Atlanta y Madrid, y ha viajado por 47 países persiguiendo su sueño de conocer y entender mejor el mundo y la humanidad, y llenándose de inspiración para contar historias. Además de este blog en EL TIEMPO, tiene uno personal que se llama OjosdelAlma, un canal de viajes en YouTube y es columnista de la revista Cronopio. En 2018 publicó su primera novela, El valle de nadie, que actualmente está disponible en Amazon en ediciones impresa y digital. Es, sobretodo, una amante de la humanidad, la naturaleza y los animales, y su sueño es hablar sobre ese amor, con su respectivo dolor, a través de la escritura.

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