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– Que madrugada tan linda Juan.

– ¡Hermosa está!

– ¿Entonces, cómo estás viendo las cosas Juan? ¿Por qué está la gente tan brava?

– Pues, plata hay don Bruno.

– Sí, Juan, eso vengo diciendo desde hace rato.

– Hay plata don Bruno, pero la gente la está guardando para que el gobierno no se da cuenta que la hay, porque si se da cuenta, nos meten más impuestos.

– Así es, Juan…

Lo único que se le ocurre a cada nuevo gobierno es una reforma tributaria – para arriba, claro, porque el gobierno anterior dejo al país quebrado, alimentando el ego del mandatario y dando rienda suelta a la corrupción.

– Y como sea que lo traten de disfrazar Juan, el resultado final siempre es que cada Colombiano paga más impuestos y queda más pobre y nunca queda mejor, y el gobierno con más plata para malgastar.

– Toman descaradamente por bobos al pueblo Colombiano don Bruno. Y cada nuevo gobierno necesita plata para eso mismo.

– Es que se ha reformado el tributo tanto, Juan, que ya es un monstruo con los tentáculos metidos en los más rebuscados requehuecos de los bolsillos y hasta el fondo de las alcancías de toda la gente.

¡Eso ya no más, Juan!

– Y don Bruno, la gente no está metiendo la plata en los bancos.

– Pues, Juan, como sabes, ahí el gobierno le saca impuestos a la gente. Pero de todas maneras, con toda razón Juan. Esos bancos también desprecian y abusan a sus clientes.

Tal como lo hacen, por excelencia, las línea aéreas, del que el país depende para funcionar ¡Por Dios! que – por política propia – cancelan vuelos sin importarles el mal que le hacen a los pasajeros de esos vuelos, que siempre fueron ficticios para así nunca dejar vacía ninguna silla, y al carajo con los pasajeros y el país, con tal que se rebosen sus bolsillos de centavos Colombianos.

Y, por ejemplo, Juan, los electrodomésticos, productos desconfiables y costosísimos, pero dicen que con muy bien servicio de mantenimiento… Si fueran buenos productos funcionarían y no se dañarían todo el tiempo.

O la televisión por satélite o cable, que uno paga caro para ver películas, pero ponen las mismas malas de siempre todos los días del año. Y si uno quiere ver una película distinta tiene que volver a pagar…

¡Sin pena nos toma por bobos!

Y por supuesto, Juan, como lo hacen los supermercados y las supertiendas, metiéndonos los dedos en los ojos todos los días… y metiéndonos la culpa del deterioro del ambiente para sacarnos plata, cuando los más culpables son ellos.

Dejaron de entregarnos las bolsas plásticas y de cobrar el impuesto que deberían pasarle al estado para el cuidado de medio ambiente. ¿Con qué derecho niegan a los Colombianos su derecho de hacer uso de esos impuestos? Lo hacen para vendernos otras bolsas plásticas, o vendernos bolsas de papel que dañan el ambiente igual y no se reciclan tan fácilmente como el plástico.

Le sacan plata a lo que sea.

– Que salven primero el planeta los supermercados, don Bruno. Ellos son los que tienen la plata.

– Y, sí Juan, que salven el planeta todos los demás monopolios desalmados que conforman el alto sector económico privado del país… Manada de llorones que chantajean al gobierno con desempleo para mantenerlos en la posición monopolística y proteccionista que lograron con ese mismo chantaje, cuando solo emplean una fracción mínima de la fuerza laboral Colombiana.

¡Eso ya no más, Juan!

Pero, Juan, ¿sabes que es el establecimiento Colombiano, o de cualquier país?

– Pues no del todo, don Bruno.

– Pues Juan, el establecimiento básicamente está conformado por los que tienen el sartén por el mango, o sea, el gobierno con todas sus dependencias, o sea, todo lo que sostenemos con nuestros impuestos, incluyendo las fuerzas militares y la policía. También está la iglesia, que ya no es tan poderosa como era, y está el alto sector económico privado, o sea, los grandes ricos.

Pero ¿sabes por qué son ricos Juan? Son ricos porque hacen ricos a todos, pero en Colombia nos mantienen mucho menos ricos de lo que deberíamos ser.

El problema en Colombia es que la filosofía de ambos – gobierno y grandes ricos, muchos de los cuales ni viven en el país – es la misma… Ambos solamente se hacen una pregunta, que es esta: “¿Cómo hacemos para dar menos por más?. Gobierno: “Más impuestos, menos obras sociales”. Alto Sector Económico: “Más costoso, menos bueno” “¡Y la diferencia a nuestros bolsillos!” ¿Cómo le parece la filosofía del establecimiento Colombiano, Juan?

Y Juan, son igual o más culpables los del alto sector económico privado que el gobierno. Y están felices que todo el mundo le eche la culpa que tienen ellos al gobierno y a los consumidores.

¡Eso ya no más, Juan!

Es que Juan, el establecimiento de gobierno y el alto sector privado no conocen a Colombia ni a los Colombianos, sino que viven ciegamente en una burbuja en la que llevan a cabo una telenovela con el guion de una farsa similar al de Luis XVI, un rey Francés que por su descarada ceguera propicio una gran, sangrienta revolución.

– Se me hace, don Bruno… Que para el gobierno y el alto sector económico privado el ciudadano y el cliente son de completa segunda importancia. Lo importante es sacarles plata, no importa si quedan a gusto o no por lo que pagaron en impuestos o por sus compras.

– ¡Bien, Juan! Y la prensa ya no hace ningún esfuerzo por ser el imparcial mediador y brújula del destino del país sino que se concentra en satisfacer la demanda por escándalos, particularmente políticos, violencia, celebridad, chismes y deportes.

El establecimiento Colombiano no conoce a Colombia porque cree que el establecimiento Colombiano es Colombia.

 El establecimiento Colombiano, por mucho que crea lo contrario, es inconsciente y arraigadamente autocrático en sus entidades de estado, su política, su gobernar, sus medios, su sector productivo, sus fuerzas militares y su policía.

 El establecimiento Colombiano no entiende que entre mejor esté Colombia, mejor estarán ellos.

El establecimiento Colombiano obra siempre de manera defensiva ante Colombia y no de manera participativa con el país, para su último mejor bien. 

¡Eso ya no más, Juan!

Bueno, Juan, me voy para donde los caballos… Les tengo aquí su panelita.

– Pues yo me voy pa’ donde el ganado, Don Bruno.

– Ganado más lindo y mejor cuidado no hay, Juan, gracias a usted. Pero mire hacia allá un momento Juan… Esos cerros vestidos de neblina, ese bosque natural como respira, los potreros salteados del blanco de las garzas, los laguitos y las quebradas brillando. No hay país como este para tener todo lo más lindo y lo mejor Juan.

Mañana conversamos de nuevo, Juan, Dios lo bendiga.

– Y a usted, don Bruno.

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Charlas entre dos Colombianos de polos opuestos, pero con una atracción de imán entre ellos; Don Bruno, finquero, cursando su sexta década de vida, estudioso y erudito, y Juan, su mayordomo, cursando su cuarta década de vida, capaz, consciente e inteligente.

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