– Salí con Don Ricardo esta madrugada, Juan, a verlo adiestrar los caballos. Montamos bueno. Qué señorazo es él, y qué caballista y adiestrador.
– Don Bruno, él lleva desde niño aprendiendo de su abuelo y de su papá, que también lo fueron.
– Y él, con más 75 años, Juan. Qué ejemplo es.
– Así es, don Bruno. Como él somos los Colombianos si solo nos conocieran y nos entendieran.
– Entonces, Juan ¿Por qué cree que la gente esta tan disgustada e inconforme con todo?… ¡Con tanta rabia!
– Lo que creo, don Bruno, es que la misma gente no entiende bien por qué se siente así sino que sabe que todo esta llevado y nada se hace. Más que todo sienten que no son entendidos para nada, que no los conocen, que solo son ignorados o abusados por un Estado que se aprovecha cada vez más de ellos y cada vez hace menos por ellos.
– ¡Que los tomen por tontos, don Bruno! – Eso es lo peor.
– ¡Bien dicho, Juan!
– Por lástima que da decirlo, don Bruno, pero así es exactamente.
– Es que, Juan, cómo le parece que el gobierno le dice a los que hacen las marchas que está dispuesto a sentarse con ellos a oírlos…
… cuando el gobierno es el que está ahí para saber qué es lo que está mal y que es lo que hay que hacer.
Para eso fue elegido…
Es que Juan, como hemos hablado, la sola corrupción, el exagerado tamaño y costo y el manifiesto desinterés e ineficiencia del estado son el principal indicador del malestar de la gente.
– Si, don Bruno, pero tal como lo vivimos, los gobiernos están empeñados en sacarle a la gente toda la plata que pueden, como sea, con multas e impuestos y cobrándoles sumas imposibles por todos los servicios del Estado.
– Mire, don Bruno, no más lo que cuesta y el tiempo que uno pierde para tener la moto, entre el seguro, la tecno-mecánica, los impuestos, por no hablar de lo que cuesta sacar el pase.
– Sí, Juan, para que después lo espere en todas partes la policía, que nada más parece hacer, felices de joderlo por lo que sea, y si no tienes con que sobornar, la multa le vale más que todo lo que le costó poder usar su moto, o hasta más de lo que vale la moto, tan esencial para su vida.
¡Qué Rabia!
– Si, don Bruno. Es que el pase es una necesidad básica de la vida hoy en día y la gente depende de manejar la moto o el carrito para vivir. Y fácil se le va a cualquiera la quincena en una sola multa que uno sabe que va a ser tranquilamente malgastada y no para aportar ninguna solución que valga la pena.
¡Qué Rabia!
– Y, Juan, ni hablemos del costo de los verracos peajes, que no le tocan hoy a las motos, aunque no demorará en tocarles, espere y verá, porque no se van a quedar mucho más sin disfrutar esa plata del peaje de las motos.
– Qué montón de plata para esfumarse la de los peajes, don Bruno. Porque nadie sabe a dónde va a parar más que en pagarle eternamente a los que hicieron las obras hace siglos y que difícilmente arreglan un hueco o cualquier fallo de la vía concesionada.
¡Qué Rabia!
– Los peajes, Juan, no hacen más que causar pobreza, fomentar la corrupción y encerrar a la ciudad. Y lo peor, Juan, como ya hablamos, es que para hacer obras públicas y mantenerlas ya pagamos los impuestos, entonces todo vale diez veces más de lo que debería y es dañino para el país.
– Por todo eso, Juan, es que en países ejemplares se puede recorrer el territorio sin pagar peajes.
¡Qué Rabia!
– Todo es un problema, don Bruno. Todo se lo prohíben o a todo le ponen trabas no más que para sacarle a uno las multas y sobornos.
¡Qué Rabia!
“El destino del hombre, Juan, es servirle al hombre”.
Así se han hecho grandes los pueblos, pero acá el destino del hombre más y más es abusar del hombre.
¡Así estamos perdidos!
¡Ya no más de eso Juan!
– Bueno, Juan, voy a inspeccionar linderos y a meterme a los bosques a revisar nacimientos.
– Ahí estarás con Dios, don Bruno.
– Acá en el Edén ¿cómo no va ser así, Juan?
– Sin duda, don Bruno. Pues, yo me voy a ayudarle a don Ricardo a herrar los caballos.
– Mañana, Juan, hablaremos de las trabas que impone el Estado.