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Juan, antes de que empecemos a charlar quiero entregarle la copia de una cita la cual debe conocer y adoptar el alto sector económico privado colombiano en relación a todo lo que puede y debe hacer para Colombia y así para sí mismo, y que es muy pertinente a la charla que tendremos a continuación. Y es que, hasta que uno se compromete, hay vacilación; La oportunidad de retroceder es siempre ineficaz.

Con relación a todos los actos de iniciativa y creación, hay una verdad elemental, la ignorancia de la cual mata un sinnúmero de ideas y resplandecientes planes.

Esa verdad elemental es esta:

Que en el momento en que uno definitivamente se compromete, entones la providencia se mueve también.

Una vez uno se compromete, toda clase de cosas ocurren para ayudarlo a uno, que de otra manera nunca hubieran ocurrido.

Toda una corriente de eventos emanan de la decisión, alzando en favor de uno toda clase de imprevistos incidentes y encuentros y asistencia material, que ningún hombre podía haber soñado que le llegarían”.

Don Bruno, muy a propósito de esa cita tan sabia y cierta le quiero comentar cómo los campesinos colombianos sí lo están aplicando.

Cuánto no hemos hablado de que, por el enloquecido mundo, los precios están subiendo igual de alocadamente y subirán aún más. Pues, don Bruno, los campesinos tienen su propia nata intuición y sensatez, y sin saber nada más que lo superficial sobre el alza enberracada de precios están hablando de que en Colombia hay que volver a sembrar y producir comida como antes. Y los que más lo están diciendo son los más viejos, a quienes les tocó hacer producir las tierras colombianas y hacer de ellas una verdadera cornucopia, tal como está en el escudo de la patria.

Qué bueno Juan que mencionaste el escudo colombiano, porque desde sus principios Colombia tenía muy claro los grandes potenciales de su tierras.

Es tan así, Juan, que pusieron en el escudo de la patria dos cornucopias.

Una con oro y otra con comida.

Bueno, Juan, después de esas muy importantes ilustraciones volvamos a los temas económicos que ahora nos ocupan para el bien colombiano.

Juan, la tan alta dependencia que tiene Colombia con el resto del mundo para suplir sus necesidades esenciales alimentarias y manufactureras -¡pan tenemos pero con harina, maquinaria y repuestos importados!-, es una situación muy riesgosa para Colombia.

Juan, de llegar una situación de gran dificultad económica internacional, tal como bien pudo haber sido el caso de la gran depresión económica que se esperaba debido a la pandemia del coronavirus o el gran desacelere de la economía mundial por la guerra de Putin, habría una contracción mundial de la producción tanto de alimentos como de manufacturas y un alza precipitada de sus precios, que para Colombia, como a la vez se reducirían sus ingresos ilegales por la baja precipitada de la demanda por narcóticos, llevaría a una quiebra de su liquidez internacional.

Además que Colombia no tiene reservas estratégicas de comida o insumos para la agricultura con qué sobrevivir una etapa de adaptación a los grandes cambios económicos y políticos que afronta el mundo y que no tienen sino cómo empeorarse.

El hecho es que Colombia está en una situación de postración ante cualquier revés económico que haga siquiera temblar los mercados internacionales.

Y ya Colombia no tiene cómo levantarse ante las realidades que se le vinieron encima y que debieron haber sido anticipadas por el Estado colombiano cuando las señales eran tan aparentes.

Si esto no demuestra que Colombia está mal en lo político y económico, y por lo tanto en lo social y en su resguardo, mayor muestra de ello estará solo en la consecuencias venideras de ello.

Es que, Juan, para que sea atendida la demanda Colombiana por Colombia en caso de que la situación mundial política o económica o ambiental así lo obligue, en parte o totalmente, es necesario, ahora mismo, que Colombia mida el alcance actual y ensanche pronosticable de la producción industrial, minera, agrícola y piscícola colombiana versus la demanda colombiana.

¿Es tarde o no?

Ahora, Juan, la capacidad de producción colombiana de suplir toda la demanda nacional, tal como se ha llegado a conocer en Colombia durante las décadas que terminan de bonanza cocalera, no la hay, en gran parte porque, en vez de adecuar nuestras propias capacidades y posibilidades, usamos los ingresos del narcotráfico para depender de otros y dedicarnos al egocentrismo, el derroche, la negación del deber social y la degeneración institucional.

Pero Juan, a pesar del imperdonable abandono del desarrollo colombiano y de tener, relativo al nivel de ingresos, de las peores y más costosas infraestructuras y líneas aéreas (abusadoras además) del mundo, Colombia tiene bases sobre las cuales construir todo lo que necesita de energía, aguas, comunicaciones, transporte, industria manufacturera, minería, agricultura, piscicultura, y todo lo imaginable y deseable gracias a lo ya instalado y el incuantificable privilegio colombiano de sus fértiles tierras, bondadosos subsuelos, cuantiosas aguas que lo rodean y lo recorren y climas tan acomodadoras a todo lo que podría desear.

Y por qué no sumarle a todo eso Juan su privilegiada ubicación geográfica y pensar en un futuro en que Colombia podrá poner en uso todo lo que logra para asegurase, ante un inevitable revés mundial por causas plenamente previsibles, para empezar a exportar en grande pronto.

¡Escuche bien, Juan!

La responsabilidad social y patriótica primaria de toda empresa privada es ofrecer los mejores bienes y servicios al precio más accesible posible, respaldados con garantía, esmerada atención y colaboración para satisfacer al comprador en todas sus ayudas y necesidades antes y después de la entrega del bien o servicio.

La responsabilidad social primaria de la empresa privada no tiene nada que ver con obras de caridad.

Al alto sector económico privado colombiano, lo que se le ha olvidado Juan, y le es fácil hacerlo cuando está respaldado por el proteccionismo y sus monopolios y oligopolios, es que: todo lo que el alto sector económico colombiano gasta en sí mismo proviene de sus consumidores, los ciudadanos colombianos, el pueblo colombiano.

Juan, el alto sector económico privado colombiano se ha olvidado que su primera prioridad en cuanto a sus gastos es que sean los mínimos necesarios para trasladar los ahorros a reducir el costo de sus productos y servicios para el bien de Colombia y de los colombianos.

No entiende ese alto sector económico privado colombiano que entre mejor esta Colombia, mejor están las empresas que representa.

Juan, el futuro natural de la creación de riqueza, e igualmente de la supervivencia del hombre ante la destrucción de su hábitat por el mismo hombre, ya depende de que el alto sector económico privado mundial haga lo que en realidad le ha correspondido siempre y que no ha querido ver, que es asumir la responsabilidad de todo el medio del que depende su enriquecimiento y hasta su propia supervivencia.

Específicamente, la responsabilidad por el hombre es su infraestructura, comunicaciones, educación, salud, recreación, cultura, y medio ambiente, siendo el hombre su fuente de creatividad y empleo, y su base consumidora.

Ahí, Juan, la única posibilidad que le queda al hombre es sobrepasar el atranque económico, social y político que lo está llevando a destruir su hábitat y causar una gran extinción de su especie.

Los hechos corrientes mundiales sí que demuestran lo acertado e inminente de lo de esta afirmación y desconsuelan sobre la posibilidad de superarla.

El alto sector económico privado colombiano tiene que hacer que el capitalismo tome su siguiente paso evolutivo, porque el hecho que el capitalismo esté estancado es lo que está causando la destrucción del planeta tierra y frenando al capitalismo en maximizar sus ingresos y ganancias.

La ineludible responsabilidad del alto sector económico privado colombiano y mundial es salvarse a sí mismo asegurando la mayor supervivencia y bienestar del hombre del que depende absolutamente para su propia supervivencia y continuado enriquecimiento y para lo cual no va a poder escatimar ni en inversión ni en la puesta esmerada de sus capacidades y competencias ni en la aplicación de sus recursos financieros y humanos.

Y con el arribo del enloquecimiento del mundo, ese alto sector económico privado colombiano se debe unir de una vez y ponerse al frente de llevar a Colombia con cabeza, moral y bienestar en alto en lo económico, social y planetario al otro lado de ese enloquecimiento mundial, y así con cabeza, moral y bienestar del alto sector económico privado colombiano en alto.

Pues, Juan, ya se pone el sol y el atardecer esta precioso. Vámonos con alegría.

Vamos, don Bruno, alegres como nadie, y ojala ese alto sector económico privado colombiano empiece a laborar como debe para Colombia y así para sí mismo.

Ay, ojala que sí.

Y, Juan, mañana vamos a hablar de cómo enriquecer a todos los colombianos.

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Charlas entre dos Colombianos de polos opuestos, pero con una atracción de imán entre ellos; Don Bruno, finquero, cursando su sexta década de vida, estudioso y erudito, y Juan, su mayordomo, cursando su cuarta década de vida, capaz, consciente e inteligente.

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