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Eh, Juan, acá vamos rumbo a la finca ganadera esta madrugada tan hermosa y le digo que el amanecer del primer día tuvo que ser como el de hoy.

Bien hermoso está el amanecer, don Bruno, y bajando por esta cordillera colombiana hace parecer que delante y debajo de uno está el mundo entero con su aire aromático y su vegetación verdosa, colorida y tupida, y sus ríos y quebradas brotando espuma de agua por lo llenos y pendientes que son.

Nos volveremos cansones, Juan, pero estoy seguro de que nunca nos dejará de asombrar lo abundante y bondadosa que es la naturaleza colombiana.

Y de eso, Juan, damos plena muestra con lo productiva que es la finca ganadera, gracias a usted.

Gracias, don Bruno. Yo no entiendo por qué importa Colombia toda esa comida. De verdad, no lo entiendo.

Pues le digo, don Bruno, y lo digo sabiéndolo, los colombianos están bravos de que sus medios de existencia, de supervivencia, estén saturados de impuestos y de multas y de cobros muy por encima de la capacidad de pagarlos del colombiano promedio, y mucho menos del colombiano pobre.

No lo dudo, Juan, y también yo lo sé muy bien.

No hay asunto más cercano a la razón de la rabia de los colombianos, que el descarado nivel de impuestos, multas y cobros estatales que pagan para ser esas platas del pueblo colombiano mal gastadas y robadas por el Estado.

Sin duda, don Bruno, y sin duda que es una necesidad de primera urgencia para la tranquilidad y el bienestar de la nación colombiana bajar drásticamente esos impuestos, multas y cobros estatales, y bajar el tamaño y costo del Estado colombiano, y así también bajar el costo de vida en Colombia.

Es que, Juan, se ha reformado el sistema tributario colombiano tanto, que ya es un monstruo con los tentáculos metidos en los más rebuscados huecos de los bolsillos y hasta el fondo de las alcancías de todos los colombianos.

Don Bruno, le agrego a lo que acabaste de decir, que esa expresión de gran malestar y rabia de los colombianos por toda esa plata que tienen que perder con el Estado colombiano, porque no les devuelve nada en progreso, igualmente es por la condescendencia, el maltrato y el abuso que reciben de los corruptos funcionarios estatales.

¡Qué bien agregado, Juan!

Más le vale a Colombia, don Bruno, bajar esos impuestos, multas y cobros, y adecuar el tamaño del Estado colombiano acordemente ahora mismo o pronto podrá ser tarde.

Altos impuestos y multas y cobros, don Bruno, que dejan familias sin comida, impiden el crecimiento económico, crean pobreza y violencia, y deterioran la moral y la moralidad de los ciudadanos, y el Estado Colombiano no les devuelve nada más que desprecio.

Y, Juan, oiga esto, esa cifra de la que hablamos ayer del 24% del PIB que cobra el Estado colombiano en impuestos, para no más que sostenerse en su decadencia, no incluye lo que el Estado colombiano cobra a sus ciudadanos para hacerles lo que ya cobró a través de los impuestos, como los peajes.

Juan, el caso más aberrante, dañino, contraproducente e injusto de lo que cobra el Estado, que ya se debió haber pagado con los impuestos de los colombianos, son los peajes. También el escandaloso valor de las multas con que incapacita a sus ciudadanos o lo que le cobra a sus ciudadanos por cualquiera de los interminables trámites y permisos estorbosos en que se ocupa la costosísima, inmensa, improductiva e innecesaria burocracia del Estado colombiano.

¿Y si sumamos los sobornos, don Bruno, que también le quitan la plata a la gente?

Pues apague y vámonos, Juan.

Y después pregunta ese Estado colombiano, “¿por qué será que el pueblo colombiano está tan descontento”

Don Bruno, parece que no hay cómo ganar ante un Estado tan hambriento e indiferente al cuidado y al bienestar de los ciudadanos, que son la razón y el sostenimiento de su existencia.

¿Cuál es el principio base de la razón de existir del colombiano, Juan?

Yo diría que la libertad, don Bruno.

Exactamente, Juan.

Colombia nació con mucho sacrificio humano para poder, estando libre, gritarle al cielo, “libertad”, y se constituyó como una nación, cuyo principio fundamental e inalterable es la libertad.

Entonces, Juan, si no se puede transitar libremente a lo largo y ancho de Colombia, lo que no deja transitar libremente -como los peajes- tiene que ser anticonstitucional por impedir la libertad de los ciudadanos colombianos.

Absolutamente, don Bruno.

Es que, don Bruno, alguien debería elaborar un mapa de las vías, los departamentos y las poblaciones colombianas y señalar todos los peajes. Tal mapa dejaría a los ciudadanos colombianos boquiabiertos.

Y que de una vez, don Bruno, estipule cuánto seria lo que le costaría  a un ciudadano recorrer todas las vías de Colombia pagando todos los peajes del país.

Mas boquiabiertos quedarían los ciudadanos colombianos, Juan.

Le cuento, don Bruno, que entre Coveñas y Tolú hace unos años pusieron un peaje.

Pues, Juan, eso es como poner un peaje entre dos barrios de Bogotá. Es que, Juan, en Colombia ponen peajes a la loca, tanto la administración nacional como las departamentales, y vea en dónde estamos. ¡Prisioneros en nuestro propio país, Juan!

Y nuevamente, don Bruno, algunos negados dirán que hay peajes en otros países.

Sí, Juan, esa lógica de que, “si eso existe en otras partes entonces está bien para Colombia” es una negación completamente destructiva.

Pues, Juan, sí existen peajes en países admirables, aunque  por lo general, siempre hay vías alternas a las de esos peajes para poder transitar sin pagar. Incluso hay muchos países, admirables y de mayor cultura, donde no hay un solo peaje.

Ah no, don Bruno, en Colombia no solamente no hay otras rutas, sino que todas las rutas posibles tienen peaje, y las vías son malas.

Todo eso de los peajes, Juan, refleja la verdadera mentalidad del establecimiento colombiano.

Mentalidad, Juan, es lo que hace o deshace una nación.

Verdaderamente le digo esto, Juan, entre las personas comunes colombianas está la mentalidad verdadera colombiana, que es una mentalidad sabia, progresiva, inclusiva, generosa, aplicada y visionaria, rebuscadora de la vida agradable, bondadosa y fraternal.

Esa es la mentalidad, Juan, que tiene que llegar a predominar en Colombia para que Colombia llegue a ser Colombia y, así, para que Colombia llegue a ser nación, es más, que llegue a ser la gran nación correspondiente al espíritu de su bautizo.

Y lo mismo, si no más, Juan, vale para, los absolutamente abusivos y empobrecedores y encarceladores peajes, cuando los colombianos pagan sus altísimos niveles de impuestos para que les hagan carreteras y no para que les cobren esas carreteras múltiples veces.

Igualmente, Juan, los colombianos pagan sus impuestos para que mantengan esas carreteras.

Pues, Juan, ¿cuáles son las bases fundamentales inalterables de la Constitución colombiana?

Don Bruno, tienen que ser libertad, igualdad, orden, justicia y paz.

Entonces, Juan, mire el caso de los peajes. Los peajes impiden la libertad de los ciudadanos colombianos, entonces no pueden ser constitucionales.

Tienes toda la razón, don Bruno.

Y, don Bruno, para garantizar la justicia y, así, el orden, porque sin justicia no hay orden y sin orden no hay paz, las multas y cobros estatales deberían ser justos y no lo que le dé la gane cobrar al Estado y a las administraciones departamentales y municipales para su propio enriquecimiento y para el fomento de su corrupción.

Con base en estos argumentos, la solicitud nuestra específica a la Corte Constitucional colombiana es que se pronuncie sobre la inconstitucionalidad de los peajes.

Bueno, don Bruno, descansemos por ahora y después retomamos el tema.

 

 

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Charlas entre dos Colombianos de polos opuestos, pero con una atracción de imán entre ellos; Don Bruno, finquero, cursando su sexta década de vida, estudioso y erudito, y Juan, su mayordomo, cursando su cuarta década de vida, capaz, consciente e inteligente.

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