“Estábamos buscando que la gente saliera a votar berraca”. Creo que nunca en la historia una frase nos marcará tanto como generación. En la semana macondiana de Colombia (que inició con la decepción de la derrota del Sí en el plebiscito que avalaba los acuerdos con las Farc) un tipo llamado Juan Carlos Vélez, del que ahora poco se sabe, soltó esa sentencia que fue como una guillotina más para la paz.

Vélez reveló en ese momento, sin pudor y más bien con vanidad, que la estrategia pobre y baja, pero al final efectiva del Centro Democrático, partido para el que trabajaba y que era el principal promotor del No al plebiscito, fue esta: jugar con la indignación de la gente, repartir mentiras puntuales por estrato y por región y al final hacer que la gente votara berraca.

Lo lograron, claro. Siempre es más fácil difundir la mentira que demostrar la verdad, en especial ahora con una plaga mayor que Vélez también descubrió “el poder viral de las redes sociales”, como él mismo lo reveló en una entrevista con La República.

Digo descubrió porque tanto él como Steve Bannon, el promotor de Donald Trump en Estados Unidos, y Nigel Farage, el arquitecto del Brexit, fueron genios que le ganaron a todos los Zuckerberg y ‘cerebritos’ de las redes y le dieron un uso que ya parece el arma más mortal de los últimos años: difundir falsa información.

Usar todos nuestros datos, chats, redes, páginas, robots y cosas que ni yo sé para que un mensaje cale mil y una vez en la cabeza de la gente.

Y así vamos ahora. Nos quedan días para llegar a las elecciones legislativas y seguimos por el mismo camino. Berracos, como animales briosos creyéndonos libres, sin darnos cuenta un minuto que en realidad nos estamos dejando guiar por muchos pastores malintencionados que nos conducen al matadero.

Berracos creyéndonos el cuento de que podemos volvernos Venezuela, una frase que por sí misma nada dice. Berracos incluso para decir que el tarjetón de la consulta anticorrupción debe pedirse en el puesto de votación, cuando ese tema ni siquiera ha pasado por el Congreso.

Berracos pensando que los miles de venezolanos que cruzan las fronteras pueden votar en las elecciones presidenciales de Colombia para favorecer a X o Y candidatos. Señores, ya dijeron las autoridades que eso no es así.

Votemos berracos en contra de las colectividades que ponen a venezolanos a hablar en radio para decir que si no votamos por esos partidos el “castrochavismo” entrará a Colombia.

Ojalá fuéramos así de berracos para exigirle a los candidatos que sean frenteros con sus mañas de campaña, para que respondan por la polarización que tienen en el país y por la desinformación con la que quieren llegar al poder.

Votemos berracos, pero contra el candidato que diga mentiras, contra el que tire basura por redes y no se retracte, con los creadores de redes y portales que hacen pasar como una noticia una información falsa, contra los que pongan publicidad en veredas, pueblos y ciudades pequeñas pensando en estrategias bajas para que sus pobladores se sientan amenazados y les den su voto.

Votemos berracos en contra de los caciques regionales encabezados por Ñoño Elías y Musa Besaile que se quieren repartir otra vez el dinero de la Costa. Votemos berracos en contra de sus candidatos escogidos a dedo para que ellos puedan gobernar desde la sombra, desde la poquita cárcel que les dio la justica. Votemos berracos en contra de los polémicos Aguilar que han hecho lo que han querido con Santander.

Votemos berracos en contra de esos gobernantes de medio pelo que han dejado sin nada a La Guajira y que ahora dejan encargados a sus familiares para seguir con la casta de corrupción.

Votemos berracos en contra de todos ellos y si no queda nadie que cumpla esos mínimos, que créanme que entre tanto pillo sí hay gente rescatable, entonces vote en blanco. Porque también es mentira que esos votos se lo reparten entre candidatos y que no sirve para nada.

Votemos berracos, pero no con el significado que le da la Academia de la Lengua a esa palabra con la otra V: Verraco, ca. persona tonta, que puede ser engañada con facilidad.

Que no nos engañen otra vez. De nuestro voto depende eso.