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Confieso que voy a cine cada semana. Sin filtro lo veo todo. Lo bueno y lo malo. Algunas veces más lo bueno. Ir a ver una película es mi momento de catarsis. También es la herencia más hermosa de mi papá. Ahora que estoy en pareja, el susodicho me acompaña, pero amo la idea de ir sola.
Lo que no estoy amando mucho son los precios de ciertas empresas de distribución. Ir a cine es una actividad que de por sí ya es extremadamente excluyente. La boletería del fin de semana es, de lejos, más cara que entre semana, y conseguir una entrada resulta muchas veces imposible.
Por eso me gusta ir entre semana, pero soy consciente de que las personas que, por ejemplo, tienen hijos no siempre pueden darse ese gusto y por tanto deben esperar hasta el fin de semana y encomendarse a todos los santos para que encuentren boletas, sean las suficientes para su familia y estén en un lugar cómodo de la sala.
Las empresas de distribución crearon desde hace muchos años, incluso antes de que existieran las aplicaciones una cosa llamada: RESERVA. Usted llama a un número o mira la página de internet y listo, una silla numerada con acceso a lo que para mí es uno de mis cielos. El pago de la reserva se hace en la taquilla cuando usted va reclamar sus boletas. Simple.
Esto permitía que tanto adictos al cine como yo, como algún desprevenido con ganas de ir a cine o una familia numerosa, pudiera tener la garantía de tener su puestico en cine, especialmente los fines de semana. Claro, es una medida que sigue siendo excluyente porque entonces impide que esa sazón de la vida llamada improvisación exista.
Esta sociedad actual pareciera que nos prohíbe improvisar. Todo es programado, todo es con agenda, todo es una cita de Outlook. Yo me le rebelo cada vez que puedo, pero mi cita con el cine es un ritual, entonces la reserva me solucionaba la vida… o me la solucionó hasta hace unas semanas.
Justo unos días atrás, volví a llamar a cierta empresa de distribución muy popular en el país. La conversación fluyó como siempre: Hola qué tal, mi nombre es tal, cédula número X, tengo mis datos actualizados. Necesito la reserva de una boleta para tal película, en tal cine y en tal ciudad. Por favor, me da el número de mi reserva… FRENAZO.
Lo entiendo. Todo es un negocio, pero ¿seguro señores empresarios de la distribución y exhibición de películas que no había una mejor forma de hacer esto? ¿Quién carajos paga 2.750 pesos con una tarjeta de crédito?
Partamos del hecho de que no todos tienen una tarjeta de crédito. A muchos que pueden tenerla, no les interesa. Otros, compramos lo mínimo indispensable con ella. Hay gente que ni siquiera tiene acceso a estos medios de pago.
Me imagino, por ejemplo, crear un sistema de penalidad. Las empresas ya tienen los datos de las personas, entonces si incumplen la reserva, deben atenerse a una sanción de 24 horas para que no puedan hacer nuevas reservaciones. También podrían quitarles los puntos de las tarjetas de fidelización. Si lo incumple más de tres veces en un lapso determinado, será de 1 semana la sanción. No sé. Se me ocurren esas soluciones.
Todos alguna vez hemos incumplido una reserva. Las agendas, las citas de Outlook, los trancones, las cosas inesperadas de la vida nos llevan a eso. ¿Por qué llevarnos a endeudarnos por eso?
Ya sé que muchos dirán que solo son 2.750 pesos. Que eso se paga en solo una cuota. Revisen sus extractos y miren cuánto les salen los chistecitos más baratos.
Ni modo, encontré dos soluciones a medias. Una es otra empresa de distribución, menos popular, que no me exige reservas, siempre tiene sillas y las boletas son más baratas. Tiene la pésima cualidad de que las salas son muy pocas y no muy confortables. Pero qué se le hace. Voy a cine no a un spa.
La otra fue volverme en contra del sistema. Rebelarme. Ser desprevenida, quedarme sin la garantía de la silla numerada. Ahora me gozo la sazón de la vida llamada improvisación.
Hasta la próxima.
Sin contar los altos precios por una gaseosa con palomitas!!
Cobran como si bajaran del cielo el maíz!!
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ES interesante ver varios géneros y no encasillarse con uno.
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Mejor Netflix y no ir mas a cine donde todo es muy caro hasta el maíz
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creo que es mejor , se puede improvisar por internet, me gusta el nuevo sistema previene de filas largas en la taquilla del cine que es lo peor, es el peor tiempo perdido el de una fila
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Cierto y divertido. Sé que para muchos es un ritual religioso la sala oscura pero yo me divierto mucho con Netflix. Pago mucho menos, y gozo lo mismo.
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Yo no cambio el cine. Siento que me libero y me guardo un ratico de la gente. Y como no se puede usar el celular, me desconecto. Gracias por comentar.
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Y le faltó decir sobre el costo de los comestibles.Ademas el 40% de los colombianos no tiene con qué pagar el cine de ahora.De los años ochenta para atrás toda la población iba a cine.Lo recuerdo muy bien.Como que no nos queremos dar cuenta que la sociedad está fraccionada en dos.Claro , como que no nos importa.
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