Confieso señor Pékerman que no me lo vi venir. Pensaba que estas negociaciones entre hombres, porque claro en la Federación de Fútbol no hay ninguna mujer, pues tenían estos protocolos. Como un regateo. Unos dicen que el precio es este, el otro dice que le baje un poquito, pero al final negocian y ya.
Jamás pensé que se nos fuera a ir. Y yo no sé, pero creo que en el fondo de mi corazón sé que lo económico no tuvo mucho que ver. Hay algo más. Esas fuerzas oscuras que quizás manejan el balompié a nivel mundial y de lo que uno como hincha nunca sabe. O quizás que de verdad (algunos) medios no lo supieron tratar bien.
Me sentí muy decepcionada como colombiana. Usted que nos dio lo que ningún otro colombiano nos dio antes, se va como con el corazón arrugado con nuestro país. Lo noté mientras usted decía su última rueda de prensa. Pero señor Pékerman, no todos los colombianos somos así. Sí claro somos muy pasionales, y más con la Selección, pero con usted éramos otra cosa. Con usted por primera vez, en este país al que le encanta las divisiones, nos unimos. Y éramos más fuertes, y nos sentíamos vencedores.
No pensamos nunca más que perder es ganar un poco. Perdíamos, pero lo hacíamos con una altura jamás vista. ¿O a quién se le va a olvidar señor Pékerman que fue usted quien abrazó a James Rodríguez cuando no pudo contener el llanto al ser eliminados de Brasil 2014? ¿O a quién se le olvida que fue usted el que le dio a Mondragón su palomita para ser el jugador más veterano en jugar un Mundial? A mí no, se lo aseguro.
Algunos dicen que en verdad con usted no ganamos nada. Pero la mayoría sabe que eso no es cierto. Con usted lo ganamos todo. Jugadores enfocados en ser los mejores y en conseguirlo, en lugar de esos que se la pasaban de farra, pedantes, que no asistían a los entrenamientos y les valía madre si estaban o no en la convocatoria. Ganamos jugadores tranquilos, pensantes, humanos. Jugadores con garra, con hambre de fútbol, con ganas de ser los cracks del mundo. Ahí los tenemos: mire a James, a Cuadrado, a Mina, a Falcao.
Usted nos dio todo señor Pékerman y espero que sepa que los hinchas también le damos todo a usted. Ojalá pueda olvidar las “mentiras y barbaridades” que otros le dijeron. Le aseguro que no representan a los que sentimos la camiseta.
Y ahora usted se nos va. Y yo que creí que usted sería como la versión colombiana de Óscar Washington Tabárez, la leyenda hecha técnico de la selección de Uruguay. Lleva 12 años con la ‘celeste’ y los resultados, buenos o malos, lo han convertido literalmente en el maestro. El que conoce y sabe de todos sus pupilos.
A penas fueron 6 años y 7 meses de este sueño.
Recuerdo, por ejemplo, que cuando vivía en Uruguay no me importó gastar parte de mis ahorros en una boleta para ir a ver a Colombia en el mítico estadio Centenario. Era septiembre. Imagínese señor Pékerman estar lejos de su país y que su Selección llegue a jugar donde usted está.
Nunca había visto a tantos colombianos en Montevideo. Me vi ahí, llorando porque escuchar el himno en tierra ajena es una vaina muy brava, porque por fin lo conocí a usted y porque Falcao estaba jugando. El partido era importante porque si ganábamos, clasificábamos a Brasil de una. La derrota nos postergó la celebración, pero fue una de las experiencias más bonitas de mi vida. Gracias también por eso señor Pékerman.
No le voy a pedir que vuelva porque sé que no pasará, aunque es lo que quiero hacer. Quiero decirle que solo quiero a los boys cuando son los Pékerboys, que no nos abandone a la suerte que teníamos antes, que sin usted es posible que volvamos a épocas de roscas y no de fútbol de verdad. No quiero otro técnico que no sea usted. No quiero dejar de verlo impecable con saco de sastre en Barranquilla, aun muriendo de calor. No quiero dejar de escuchar su voz ronca y tampoco quiero dejar de ver sus intentos fallidos de bailar.
Señor Pékerman, gracias por todo. Le aseguro que las generaciones que nos seguirán sabrán que un argentino nos puso en lo más alto del fútbol.
Ojalá pueda perdonarnos.