En Colombia con un tamal se compran votos, en Bogotá con decretos se compran gremios.

Es mucha coincidencia que por decreto el distrito decida aumentar la tarifa en el servicio de taxi en un momento donde la discusión es Uber y su ilegalidad. El alcalde de la capital, que prefiero no nombrar porque las malas lenguas dicen que si lo haces tres veces se aparece a cambiar las matas naturales de las casas por artificiales, asegura que: «La Secretaría de Movilidad ha desarrollado a lo largo de este año mesas de trabajo con empresas, propietarios y conductores para emprender acciones enfocadas en este objetivo a través de la implementación, por ejemplo, de indicadores de calidad que promuevan la reducción de accidentes, quejas y reclamos por parte de los bogotanos”.  Sin embargo esto pasó sin una socialización amplia para los propietarios y conductores de taxi que se enteran del incremento al igual que todos los bogotanos, por noticias.

Como taxista ante el decreto que firmará el alcalde me siento recibiendo un tamal para comprar mi silencio en temas más preocupantes: la ilegalidad de los servicios Uber X y UberPool, inseguridad en varios sectores de Bogotá y mal estado de las vías, entre otros.

Hugo Ospina, presidente de Asoproctax, y autodenominado líder y vocero de los taxistas, dice no haber encontrado una solución con el distrito para combatir la piratería y la ilegalidad, sin embargo está de acuerdo con las alzas en las tarifas, eso lo convierte en un señor sin cojones y carácter para defender, argumentar y lograr compromisos que favorezcan verdaderamente a los “amarillitos”.

Durante meses en redes sociales y medios de comunicación Uber ha realizado una campaña publicitaria, cuestionable y hasta mentirosa, pero efectiva para incrementar la percepción favorable acerca del servicio, estas cosas son las que un buen líder -el señor Hugo no sabe qué es eso- debería plantear, donde los grandes dueños de empresas como taxis libres gasten su dinero en mejorar la imagen favorable de los conductores de taxi que llenan sus bolsillos de dinero, además de crear mecanismos efectivos para la denuncia y castigo de quienes presten un mal servicio. Dejando claro que decir no voy hasta allá, para mí, no es un mal servicio.

El único que puede salir contento con estas alzas es el innombrable, que brillantemente se quita por un tiempo de encima a las asociaciones de taxistas y saca el cuerpo a tomar posición sobre Uber, y cuando vuelva la discusión seguirá comprando al gremio con otro decreto que suba en 500 pesos más las tarifas de los taxis, como lo prometió si los taxistas contribuyen a reducir la accidentalidad de la ciudad en 20 %. Ahora está en 22 %.

P.D. Ya recibimos el tamal por lo menos no recibamos el chocolate, y más bien reclamemos un desayuno mejor.