Recuerdo estar mirando la televisión mientras esperaba el llamado para almorzar e irme al colegio cuando de repente la programación fue interrumpida por el aviso de última hora, en ese momento no sabía que uno de los sucesos más importantes en la historia mundial estaba ocurriendo, yo sólo veía en la pantalla de 32 pulgadas como un avión se estrellaba contra un edificio mientras otro era cubierto por una estela de humo negro.

Desde hace algunos años me tomo la tarea de anotar mentalmente el lugar y las acciones que me encuentro realizando cuando un suceso histórico, para mí, está ocurriendo. Sin embargo hay muchos que pasaron y no los grabé en mi memoria con precisión, pero los he vuelto a construir con retazos de recuerdos de otras personas, por ejemplo mi mamá y el 11 de septiembre.

Óscar Figueroa con 33 años es el primer hombre en alcanzar una medalla de oro olímpica para Colombia, para mí fue un hecho histórico que merecía ser grabado y atesorado en mi memoria con orgullo.

Sinceramente no vi la competencia y mucho menos el momento en que el himno de Colombia sonó en el pabellón dos de Riocentro, sede de la halterofilia en los olímpicos de Río. En mi trabajo la televisión no es una opción pero por la radio escuché al periodista Eugenio Baena gritar y quedarse sin voz: ¡Oro para Colombia! Al mismo tiempo tuve que padecer una carrera, erizarme como Amparo Grisales en otra y reírme de una tercera.

Primera Carrera                                                                 

La posibilidad de oro es palpable, y más con la lesión del competidor chino quien es el máximo favorito para quedarse con la medalla dorada. Eso narraban los periodistas en la radio mientras yo recogía una pareja con su hijo que comía helado e iban para los Tres Elefantes, centro comercial o algo parecido ubicado en la Avenida Boyacá con Esperanza.

Yo me emocionaba y no podía creer el hecho inevitable de no ver en vivo tal momento. La pareja no podía creer que el jefe le pusiera más trabajo a Carlos. El hijo no podía creer que su bola de helado estaba en el piso del carro, en verdad yo tampoco lo creía.

¡Oro para Colombia! Gritaba Eugenio, yo golpeaba sutilmente el volante con emoción y me estremecía con la narración, ellos me preguntaban: ¿Cuánto es?

Segunda Carrera

Señor al aeropuerto, debo llegar antes de las 7 –Faltaban 20 minutos y estábamos en la zona rosa de Modelia- quería ver si Figueroa rompía el record por eso salí tarde. Fueron las palabras del señor al subirse al taxi y el instante en que nos convertimos en analistas olímpicos.

Las melodías del himno colombiano empezaron a sonar en la radio por la medalla de oro conseguida en los olímpicos. Yo hablaba por celular. El señor cantaba el himno mientras veía por la ventana. Yo colgué la llamada porque mi atención se quedó con él, quien en ese instante me ayudó a comprender la famosa frase: me ericé, de Amparo Grisales.

Tercera Carrera

Dos horas habían pasado desde el grito oro para Colombia, y como es costumbre esperaba mi última carrera en el portal de la 80 y ésta fue una familia: papá, mamá y dos hijas, la menor más churra que la mayor, ambas oftalmólogas e indignadas porque ahora les pagarían 7 mil quinientos pesos por consulta.

En la radio hablaban de la medalla y ellos empezaron su debate, aquí un aparte:

Mamá: Qué alegría ese muchacho, ¿cuántas medallas tenemos?

Papá: Es como la segunda.

Hija Mayor: la negra también ganó una.

Hija Churra: la Pajón también ganó una.

Hija Mayor: pero esa es de cuna de oro, esa no es tan emocionante, además ese muchacho creo que era celador.

Mamá: qué bueno por él.

Papá: y el presidente diciendo que los apoya, quién sabe qué país ve el tipo.

La conversación contó con más desaciertos que verdades, además de ser el ejemplo claro que durante un mes la mayoría de colombianos seremos expertos olímpicos.

Espero que la próxima medalla de oro que logre un colombiano la pueda ver por televisión, si no es así sólo pido que en mis recuerdos de sucesos importantes: Un niño no derrame helado en el carro y que Carlos tenga menos trabajo.