Desolación. Este es el balance de la semana en nuestro continente. Decenas de muertos, cientos de heridos, angustia, incertidumbre, afugias materiales…
La Tierra no puede callar más y está expresando, con gritos desgarradores de terremotos y huracanes, su protesta por la irracionalidad de nuestro comportamiento.
No es casualidad, o fruto de la acción de misteriosas fuerzas etéreas, que hayamos llegado a este punto.
El abuso de combustibles fósiles, la tala de bosques, la destrucción de fuentes hídricas y la ausencia de una cultura adecuada de reciclaje, han hecho que las profecías apocalípticas que han inspirado libros y películas, estén cada vez más cerca de ser una realidad.
Si la Tierra tiembla, no es sólo por la acomodación natural de las placas tectónicas, sino por la descompensación que causa en el subsuelo la extracción desmedida de sus recursos y la proliferación de ensayos atómicos y nucleares.
Y si los vientos desarrollan tanta fuerza y contienen tanta energía, es debido a que nos hemos rehusado a cambiar un estilo de vida arcaico que centra el bienestar en la acumulación con modelos de producción y consumo poco sostenibles.
En suma, si hoy en México y en el Caribe hay luto, es porque Usted y yo no hemos hecho lo correcto, y aún funcionamos silenciosamente en un sistema que siembra la muerte.
En cada lágrima de los niños huérfanos, de los viudos, de los lesionados, de los desplazados y empobrecidos por los desastres naturales, está su huella y la mía. Tan claro como el agua. Tan triste como el dolor que hoy llueve en el mundo.
Siendo conscientes de esto, y del impacto que cada pequeña acción irresponsable genera a gran escala, ¿será que no nos atrevemos a cambiar?
La temperatura global aumenta año tras año; y gigantes fragmentos de la Antártida navegan a la deriva mientras se desintegran en el océano. Día a día, minuto a minuto, segundo a segundo, se van materializando fenómenos naturales que no podemos controlar, producto de acciones simples e individuales que están dentro de nuestro campo de decisión.
Frenar el apocalipsis, no depende de elevar oraciones o de que el Universo conspire a nuestro favor. Revertir las tragedias, depende de que nos decidamos a avanzar a la madurez como especie, y empecemos a adoptar comportamientos que conocemos, que resultan sencillos, y que están en nuestras manos:
- Desarrollar la empatía.
- Entendernos como ecosistema.
- Avanzar hacia modelos económicos y sociales colaborativos más que competitivos propios del paradigma neoliberal.
- Entender que el verdadero poder es renunciar a ejercerlo privilegiando la actitud de servicio (ética).
- Reorganizar el sistema de valores, privilegiando lo interno (esencia), sobre lo externo (materia)…
Tenemos ya la información para reorganizar nuestros patrones de comportamiento y darle un giro positivo a la supervivencia en el planeta. El destino, depende de la fortaleza que tengamos para incluir diariamente pequeños cambios desde la acción consciente.
Valoro la vida y sé que Usted, también. Por esto, por la supervivencia del Planeta ¡arriesguémonos a hacerlo diferente!