Hace pocos días, el fatídico sábado 17 de Junio en plena preparación de las familias para celebrar el Día del Padre, se perpetró en el Centro Comercial Andino de Bogotá un atentado mediante un artefacto explosivo en el baño de mujeres del segundo piso, que dejó tres personas muertas, ocho heridas y nuevamente millones de colombianos con miedo.

Son varios los elementos a tener en cuenta en este nuevo caldo de cultivo del miedo: uno de los centros comerciales más prestigiosos y exclusivos del país; un artefacto explosivo que, aunque instalado en un sitio y día especial de mucha concurrencia de gente, no busca matar ni a media ni a gran escala; un momento de extrema polarización en el país, caracterizado por la fase final de la entrega de armas de las FARC a la ONU siendo este su principal compromiso para hacer el tránsito a la vida legal y política y su desaparición como grupo alzado en armas; exactamente una semana después del atentado nueve capturados por ser los presuntos autores, en un país caracterizado por la ineficiencia de la justicia y las investigaciones eternas; el clima pre-electoral y los candidatos y partidos preparando las campañas del 2018 y, para completar, el posicionamiento de otro grupo armado, el autodenominado (MRP) Movimiento Revolucionario del Pueblo. Prepárense, porque los lobos del miedo acaban de empezar la manipulación de las ovejas.

Y esto es lo lógico, lo común y lo más efectivo para ganar el poder en Colombia, un país con un miedo tan profundamente arraigado en nuestros corazones que a veces nos da terror caminar por las calles, viajar y conocer nuestros paraísos o expresar nuestra opinión en esta supuesta democracia. Y desde hace más de 70 años tenemos grandes ejemplos de las campañas del miedo: el caudillo Laureano Gómez daba sus famosos discursos sobre el Basilisco, aquel monstruo que creó como enemigo imaginario para el pueblo que “caminaba con piernas de atropello y de violencia, con un inmenso estómago oligárquico, con un pecho de ira, brazos masónicos y con una pequeña cabeza comunista”. El resultado de este Basilisco fue una profunda guerra contrainsurgente y anticomunista que hoy cumple más de medio siglo, que nos llevó a las dictaduras bipartidistas y pseudodemocráticas de seguridad nacional “que necesitábamos”, millones de colombianos muertos y desaparecidos, y millones de tierras de campesinos expropiadas. El miedo a un enemigo comunista y violento ha sido la mayor renta política para los grupos que siempre han tenido el poder en nuestro país. Un bello país de ilusiones.

Ahora bien, ¿Qué es el miedo? Se dice que solamente hay dos cosas en el mundo: Dios y el miedo; el amor y el miedo. El miedo es como la oscuridad, simplemente la ausencia de luz. Y hasta creemos que de la oscuridad saldrán monstruos a devorarnos. El miedo es una ilusión de nuestras mentes. No existe. No es real. Nuestra mente dominada por el ego nos hace creer que es real. Incluso el 99% de los seres humanos actuamos a partir del miedo. Pero la realidad es que el miedo es una ilusión que nace a partir de la ausencia de amor en nuestros corazones. Aunque no culpo a nadie, nos enseñaron desde niños a tener miedo de la vida y miedo del otro.

Todos los males del mundo se originan a partir del miedo. Todos. Del miedo y de la ignorancia causada por el miedo. La violencia nace del miedo. Colombia se ha construido a partir del miedo.  El odio y el enojo nacen del miedo. En esos momentos de enojo piense: ¿Qué temía perder? ¿Qué temía que le quitaran? Los grupos de poder temen perder sus privilegios, pero qué culpa tienen si así los enseñaron sus padres que estaban llenos de miedo, como si un privilegio no se pudiese compartir o construir honestamente sin acabar al otro. Nosotros, las ovejas que manipulan tan fácilmente, tememos que un monstruo populista castro-chavista nos gobierne; sería mejor ser concientes de que éstos surgen a partir de las extremas necesidades del pueblo que deja la corrupción e ineptitud de los grupos gobiernistas eternos que nos infunden ese mismo miedo castro-chavista y la justificación de elegirlos como nuestros salvadores.

El problema real de Colombia es la verdadera definición de miedo: la ausencia de amor en nuestro interior. La verdadera solución de Colombia no es política, es espiritual.