En las multitudinarias marchas del 21 de Abril en toda Colombia, se manifestó el pueblo constituyente que tanto convoca a la movilización el Presidente de la República, ¡y de qué forma apoteósica! Casi un millón de colombianos, de una amplia diversidad social, cultural, económica y política salieron a las calles a expresar pacíficamente su inconformismo con el gobierno actual y sus políticas de “Cambio”, que en la realidad resultaron en el deseo de destruir y estatizar todo aquello con lo que ideológicamente no están de acuerdo, como en el caso sensible de la Salud, en vez de construir sobre la base de lo que funciona en lo ya construido en distintos sectores y así dar un salto evolutivo en el país, que lo reclama a gritos.
Sin embargo, la respuesta gubernamental demuestra que al presidente no le interesa entender lo que realmente está sucediendo en Colombia. Minimizar y estigmatizar las multitudinarias marchas como marchas de la “Ultraderecha”, de la “Clase Dominante”, de los “Uribistas”, de los “Ricos” o hasta de los amantes de las “Masacres Paramilitares”, como dijo equivocadamente el Presidente Petro, demuestra su infantilismo político y una miopía social más garrafal que aquella sufrida por Santos y Duque con las marchas en sus períodos y, peor aún, demuestra el deseo despreciable de continuar implementando a toda costa la estrategia que por décadas han usado los políticos de todos los espectros ideológicos: dividir al pueblo colombiano en “buenos” y “malos”, al punto de llegar a violentarse y, así, ellos ganar.
La realidad de lo acontecido es muy diferente a la ficción que trata de vender el presidente. Las marchas se sintieron lejos de estar encasilladas en un segmento político o ideológico de “Derecha”. De hecho, se podrían catalogar como marchas netamente ciudadanas, diversas, de centro, sin colores, partidos ni líderes políticos y alejadas de los extremismos enfermizos actuales, en donde incluso muchos asistentes recordamos aquellas marchas multitudinarias del 2008 contra las FARC, en las que primaron la unión ciudadana alrededor de lo fundamental que nos compete a los colombianos por igual, por encima de las diferencias, y el deseo genuino de un mejor país para todos, sin exclusión alguna.
Esta expresión legítima de la diversidad ciudadana unió a los jóvenes que piden un nuevo país y una reconciliación social ya cansados de las divisiones manipuladoras. A los médicos, personal de la salud y a la clase media que anhela una mejora y no la destrucción y entrega de la salud a los gamonales políticos regionales y nacionales que todo lo devoran, a quienes desean una democracia más profunda e incluyente en donde las voces de todos, aún en las diferencias, sean oídas y no se impongan a las malas las visiones ideológicas y obtusas que están demostradas hasta la saciedad que no funcionan. Así mismo unió a los ciudadanos que buscan el respeto a las instituciones y a la constitución, que están en contra de una Constituyente manipulada y que están cansados de la actual improvisación y corrupción, así como también a miembros de centrales obreras, campesinos y transportadores decepcionados de las promesas ilusorias y vacías, y a miles de personas que creyeron y votaron por los discursos de cambio y que hoy en día están desilusionadas y arrepentidas al ver que el resultado del desgobierno está siendo más de lo mismo y, en algunos casos, peor que aquello que todos queremos cambiar.
Naturalmente, todo lo anterior se resume en arengas en contra de Petro, por ser el actual presidente y quien lidera el desgobierno y caos en el que estamos sumidos. Y en su continua tergiversación miope y manipulación política, como respuesta Petro centra su discurso únicamente en la minoría de quienes lo atacan personalmente y desde allí generaliza todas las marchas, de tal forma que las hace percibir hacia sus seguidores, de manera simplista, como marchas de derechas “Anti-Cambio”, “Anti-Petro” y “Anti-Pueblo-Popular”, y así continúa dividiendo mezquinamente a los colombianos, vendiendo las falsas ideas del Golpe de Estado Blando y de que el Establecimiento (ahora aparentemente representado por cientos de miles de manifestantes de la “Clase Dominante”) no lo ha dejado materializar el cambio, todo esto para tapar su ineficiencia organizacional, gerencial y ejecutiva, y su incapacidad e ineptitud para gobernar, que dicho sea de paso, ya había demostrado como alcalde de Bogotá. Pero la ciudadanía ya no cree más sus mentiras y por su apoteósica ceguera egocéntrica y su terquedad ideológica, está en camino a enterrar a la izquierda en el 2026 debido al mismo error cometido por Iván Duque: menospreciar y no oír al pueblo que se levanta legítimamente en democracia.
Adenda: Todo lo que está sucediendo políticamente en Colombia debe llevarnos a una profunda reflexión sobre lo que queremos como sociedad. Debemos dejar atrás a aquellos que nos manipulan y nos dividen como si fuéramos enemigos imaginarios (la extrema izquierda y la extrema derecha), empezar a entender nuestras diferencias, a tener voluntad de incluirnos entre todos mediante consensos reales y fuera de los extremos, que satisfagan justamente las distintas visiones y pensar en la unión ciudadana alrededor de aquello que realmente nos compete a todos los colombianos por igual: el deseo de un bien superior para nuestra patria, desde el cual todos podamos vivir en paz colectiva y en felicidad personal. La realidad es que, mas que enemigos, somos hermanos conviviendo en una misma tierra.
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